- Sputnik Mundo, 1920, 11.02.2021
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El drama del alquiler en Madrid: habitaciones compartidas en barrios populares

© Sputnik / Alberto García PalomoLiteras en una habitación compartida de un piso de Usera, en Madrid
Literas en una habitación compartida de un piso de Usera, en Madrid - Sputnik Mundo, 1920, 05.06.2021
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Los precios para arrendar en la capital de España son tan altos que se ha abierto la oferta de dormir en un cuarto con más gente. Suelen destinarse solo a chicas y la mayoría son extranjeras.
"Yo le haría hueco y la mitad para cada una", avisa N., indicando una estantería. Esta joven colombiana lleva unos años en Madrid y desde hace apenas un mes se ha mudado a Entrevías, un barrio del sur. Antes vivía en Alcalá de Henares, una localidad del este. Trabajaba como interna de una señora mayor. Pero ahora, que la han llamado para cuidar a niños por las tardes, se ha mudado a una habitación. La que ha encontrado es esta, en la que tiene que dejar libre las baldas porque no le corresponde entera: la compartirá con una nueva inquilina.
Modalidad que refleja el drama del alquiler en esta ciudad y que se puede extrapolar a otras urbes similares de España. El aumento de precios generalizado ha desembocado en que se encuentren anuncios para reservar una cama en un cuarto, ni siquiera tener uno propio. Como el de Natalia, que se compone de una litera, un armario y una estantería que todavía luce sus pocas propiedades desperdigadas. Cuesta 170 euros por persona y da derecho a la cocina, el baño y el salón, con una terraza desde donde se contemplan los humildes edificios de la zona.
© Portal Idealista.comAnuncio de una habitación compartida en un barrio del sur de Madrid
Anuncio de una habitación compartida en un barrio del sur de Madrid - Sputnik Mundo, 1920, 03.06.2021
Anuncio de una habitación compartida en un barrio del sur de Madrid
Lo alquila una pareja de hondureños. Han colgado la bandera de su país como única decoración en las paredes. En total, N. comparte con ellos dos, otra chica hondureña y otra colega colombiana, que a estas horas de la mañana teclea en su portátil algo relacionado con sus estudios. "Cada día nos toca a una limpiar y tenemos nuestro propio espacio en la nevera", explica, "a mí me toca el martes".
Como la fórmula que plantea N., estas opciones de alquiler se encuentran en un simple rastreo por algún portal inmobiliario de internet. Hay pequeñas diferencias, pero varios elementos comunes: en la mayoría de los casos solo aceptan mujeres, suelen encontrarse en áreas de rentas bajas y no se formaliza ningún documento ni se deposita fianza. Visitándolos se repite otra constante: las inquilinas son extranjeras, principalmente latinoamericanas, que se dedican a trabajos sin contrato.
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Por eso, una pregunta habitual es si sería para una persona "interna" o "externa". Es decir, alguien que reside en la casa donde trabaja (como niñera o cuidadora) o alguien que va y vuelve cada día a dormir. Es lo que pasa en otro piso anunciado en Villa de Vallecas, cerca de la casa de N. y sus cuatro compañeras. Allí, J. abre la puerta, que da a un salón con dos sillones y una larga terraza. Alrededor, una barriada de realojo y algunos descampados utilizados como aparcamiento o basurero.
"Se está quedando una chica de Venezuela de 25 años o así", dice esta hondureña de La Paz, que a su vez vive con su pareja y otra amiga de San Pedro Sula. El departamento que enseña es un espacio escueto con dos camas y un armario. En el lado del colchón ocupado sobresalen unas zapatillas entre virutas de tabaco. Encima del mueble, dos maletas presiden la única arquitectura del lugar.
© Sputnik / Alberto García PalomoLiteras en una habitación compartida de un piso de Entrevías, en Madrid
Literas en una habitación compartida de un piso de Entrevías, en Madrid - Sputnik Mundo
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Literas en una habitación compartida de un piso de Entrevías, en Madrid
© Sputnik / Alberto García PalomoTerraza de un piso con habitación compartida en Entrevías (Madrid)
Terraza de un piso con habitación compartida en Entrevías (Madrid) - Sputnik Mundo
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Terraza de un piso con habitación compartida en Entrevías (Madrid)
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Literas en una habitación compartida de un piso de Entrevías, en Madrid
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Terraza de un piso con habitación compartida en Entrevías (Madrid)
En este caso, la habitación es de 170 euros, pero se pagan cinco más si se desea tener wifi. La fórmula es semejante a la de N.: en el registro solo están Jessenia y su pareja, que pagan 700 euros por todo el piso. Luego ellas subalquilan ese cuarto. "Llevamos un año así. Esto es tranquilo", resume la anfitriona, de 33 años, mientras continúa el tour por las demás estancias. En la puerta del baño, corona un mensaje ilustrado: "En esta casa nunca falta el amor… ni el chocolate".
No abundan los ejemplos, pero tampoco son secretos. A pesar de la pandemia, de un mínimo éxodo a entornos más rurales o de la falta de extranjeros, los precios del alquiler siguen situándose en la misma franja que hace unos meses. La burbuja que acechaba a la capital y otras metrópolis de España como Barcelona, Palma o Bilbao, aún no ha estallado: según Idealista, la web donde es sencillo ver estas ofertas, la variación entre mayo y abril de 2021 es de un 0,1% menos en Madrid. El metro cuadrado oscila en torno a 14,5 euros, es decir, que un apartamento de 60 metros cuadrados ronda los 870 euros.
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Justo en los pisos nombrados, la media es menor: 11,2 euros, tanto en Villa de Vallecas como en Usera, los dos distritos visitados. También hay en Pueblo Nuevo, al norte, o Villaverde y Orcasitas, al sur. Incluso quien proporciona techo por días o semanas. En algunos, advierten: "Leer bien (sic). Se alquila habitación para compartir con otra chica, la chica ya está dentro de la habitación, cada quien tendría su espacio para sus cosas y camas individuales […] Solo chicas", describe uno de ellos. En algunas, el reclamo es simplemente de habitación, pero el precio las delata: por menos de 200 euros, la búsqueda queda reducida al mínimo.
Y los interesados es lo que buscan: minimizar gastos. Cunde, por tanto, la precariedad: quienes optan a empleos informales, quienes envían ahorros a otro país... La imposibilidad de residir solos para estos ejemplos es un medidor del problema que aqueja al país. Y viene de lejos: se han dado ofertas de colchones en cocinas o terrazas.
© Sputnik / Alberto García PalomoCamas en una habitación compartida de un piso de Villa de Vallecas, en Madrid
Camas en una habitación compartida de un piso de Villa de Vallecas, en Madrid - Sputnik Mundo
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Camas en una habitación compartida de un piso de Villa de Vallecas, en Madrid
© Sputnik / Alberto García PalomoDescampado al lado del piso con habitanciones compartidas de Vallecas, en Madrid
Descampado al lado del piso con habitanciones compartidas de Vallecas, en Madrid - Sputnik Mundo
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Descampado al lado del piso con habitanciones compartidas de Vallecas, en Madrid
© Sputnik / Alberto García PalomoSalón compartido de un piso de Villa de Vallecas, en Madrid
Salón compartido de un piso de Villa de Vallecas, en Madrid - Sputnik Mundo
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Salón compartido de un piso de Villa de Vallecas, en Madrid
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Camas en una habitación compartida de un piso de Villa de Vallecas, en Madrid
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Descampado al lado del piso con habitanciones compartidas de Vallecas, en Madrid
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Salón compartido de un piso de Villa de Vallecas, en Madrid
Una problemática que ha llegado al congreso. Podemos y PSOE ultiman una ley que regule de alguna forma el alquiler. Las tensiones entre los grupos han alargado las negociaciones, pero las soluciones pasan, grosso modo, por desgravar a los arrendadores o por controlar el precio del metro cuadrado. La primera opción, por la que abogan los socialistas, no arreglaría aquellos casos, como el de Natalia u otras personas consultadas, en los que el alquiler no es legal. Con la otra propuesta, se frenaría la escalada paulatina de precios desde el centro a la periferia.
En cualquier caso, estos ejemplos tocan la irregularidad: aparte de las condiciones en las que estén las habitaciones (existen cláusulas de habitabilidad en la normativa, pero no suelen respetarse) o de que el propietario quiera alquilar camas individuales, lo incorrecto es subarrendar, según la normativa vigente. Si el casero fuera consciente, podría rescindir el contrato. Le pasaría a Jessenia, que antes de despedirse, informa: "Podría entrar a mediados de mes y se le haría precio".
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