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Salud mental: patologías olvidadas en medio del COVID-19

© Foto : Pixabay / geraltUna mujer se tapa la cara (imagen referencial)
Una mujer se tapa la cara (imagen referencial) - Sputnik Mundo, 1920, 16.07.2021
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QUITO (Sputnik) — El 15 de julio, Gabriel Pinto cumplió un año y cuatro meses de confinamiento casi total en su casa; en todo este tiempo apenas ha salido en cuatro ocasiones, dos de ellas para sufragar en el proceso electoral, en febrero y marzo.
Pinto, un estudiante de audiovisuales, vive con su madre, de 58 años, y con su hermano de 22, que también han salido de su hogar en pocas ocasiones desde que se inició el confinamiento para controlar la expansión del COVID-19; y aunque las restricciones totales duraron solo tres meses, ellos prefieren no arriesgarse a un contagio del virus.
"Yo no necesito salir; estoy feliz en mi casa, estudio de manera virtual, leo, hago todo lo que necesito, no me voy a arriesgar y tampoco quiero que mi mamá o mi hermano lo hagan", comenta el joven a esta agencia.
Pinto, un muchacho introvertido, es una excepción dentro del grupo de jóvenes de su edad, que están desesperados por ver a sus amigos, salir con ellos, retomar su actividad normal y sus relaciones sociales.

Dificultades para interactuar

Por su carácter introvertido, ya antes de la pandemia Pinto tenía dificultades para hacer amistades y su madre teme que el encierro obligado le provoque mayores problemas para relacionarse, para interactuar con otras personas; en definitiva, apatía social y desinterés por entablar relaciones con su entorno y vivir las experiencias propias de su edad.
"La pandemia nos ha movido el piso a todos; los andamiajes sicológicos se han fracturado. La humanidad se creía intocable y ahora se ha puesto en evidencia su vulnerabilidad; antes parecía que las personas no tenían miedo a la muerte, nadie se preocupaba de nada, pero ahora nos sentimos muy vulnerables, llenos de temores y la situación se agrava para quienes eran ya tímidos o introvertidos", comenta a Sputnik, el psicólogo Carlos Hidalgo, profesor de la Universidad Salesiana en Quito y quien se desempeña como terapeuta en el Centro de Desarrollo Humano, Sumak Sisa.
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A ese miedo a la muerte se une el sentimiento cierto de privación de libertad, palpable en muchos países, Ecuador uno de ellos, sobre todo en las ciudades con alta prevalencia del COVID-19.
La nueva normalidad trajo aparejada una serie de restricciones: ya no hay libertad para salir a tomar un café con amigos, ya no hay libertad para ir a una librería, a un cine o a un teatro; las cosas más simples y las más complejas parecen cada vez más distantes del ciudadano común, en medio de la pandemia que parece no dar tregua, y los temores a que se recrudezca con la presencia de las variantes delta y delta plus.
"Las restricciones han generado una serie de temores, ansiedad y estrés; la vida se ha complicado para todos y muchas personas, no solo jóvenes como se pudiera pensar, han encontrado alivio en redes sociales y juegos en línea, lo que agrava sus problemas", dice Hidalgo.

Otras formas de acoso

Las actividades virtuales, ya sean en el trabajo o en el estudio, que por un lado han contribuido a generar cierta sensación de seguridad, también están coadyuvando a la apatía social.
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"Yo nunca he sido muy dada a reuniones sociales; tengo pocos amigos y a decir verdad siento que cada vez la gente me cae más mal; no me nace conversar con muchas personas, siempre les veo el lado malo; adoro estar en mi casa, con mis hijos y con mis pocas amistades, conversar por teléfono o video llamada. No sé cómo reaccionaré cuando todo vuelva a la normalidad", dice a esta agencia Norma Tapia, una contadora de 50 años.
Joaquín Cordero, psicólogo que tiene su consulta particular en Quito, dice que quienes ya tenían problemas en relacionarse ahora verán agravada su situación.
"Esos espacios que antes se sentían hostiles ahora se sentirán peor, pues al miedo que ya tenían ahora se une la incertidumbre por el futuro; quienes son más fuertes regresarán poco a poco a la vida normal con más ganas, pero lamentablemente quienes siempre han estado al costado van a sentirse en mayor desventaja pues serán objeto de nuevas formas de acoso, bullying y marginación", sostiene Cordero.
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Los expertos dicen que la sensación de no poder acoplarse, de soledad, de no encajar en determinados ambientes tras la pandemia, se sentirá más fuerte que antes de que el nuevo coronavirus se esparciera por todo el planeta.

No hay estudios

En Ecuador no existen estudios sobre los efectos sicológicos que ha provocado la pandemia del COVID-19 y las medidas restrictivas para combatirla, pero los psicólogos coinciden en que es una situación grave, a la que no se le está dando la importancia que merece.
"No va a ser fácil reincorporarse a la sociedad tal como la entendíamos antes", dice Hidalgo. "Para muchos el confinamiento fue una bendición, pues no se han visto obligados a hacer actividades que no les llama la atención, pero que tenían que hacerlas por la presión social", explica el profesional.
Lo que está claro hasta el momento es la necesidad de fortalecer la salud mental, por un lado descargando con un especialista todas las emociones negativas, lo que comúnmente se conoce como desahogo, y por otro tratando de diversificar las actividades y de retomar, en la medida de lo posible, las actividades cotidianas.
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