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Pandemia: golpe a la clase media de América Latina y el Caribe

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Mapa de América Latina - Sputnik Mundo, 1920, 28.07.2021
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La pandemia provocada por el COVID-19 empujó a millones de personas fuera de la clase media de América Latina y el Caribe, aumentando la cantidad de pobres en la mayoría de los países.
Varios de los logros sociales que tardaron décadas en materializarse, en especial en la primera del nuevo siglo con gobiernos populares, se perdieron en pocos meses de coronavirus.
Los programas de transferencia beneficiaron a millones de personas y evitaron un aumento aún mayor de los niveles de pobreza y de deterioro de las clases medias. Pero la fragilidad fiscal de la mayoría de esas economías plantea los siguientes interrogantes:
¿Cuánto tiempo pueden durar las medidas de apoyo impulsadas por los gobiernos?
¿Cuáles serán las consecuencias estructurales de esta crisis?
¿Qué opciones de políticas pueden funcionar mejor?

La red de emergencia evitó una caída más fuerte

La actual crisis mundial tendrá como resultado una rápida disminución del tamaño de la clase media en la mayoría de los países. Para 2019, se calculaba que en América Latina el 38% de la población era de clase media, aproximadamente 230 millones de personas.
La clase media de América Latina y el Caribe se define como aquellos hogares cuyos ingresos están entre 13 y 70 dólares por día (Paridad de Poder Adquisitivo —PPA— de 2011).
Sin embargo, en un reciente documento del Banco Mundial, se informa que este grupo socioeconómico disminuyó en 2020, con una pérdida neta de 4,7 millones de personas.
Sin medidas de mitigación, las proyecciones de instituciones multilaterales estiman que la pandemia mundial podría haber provocado un estrago mayor, al calcular que más de 20 millones de personas hubieran perdido el estatus de clase media.

La pandemia borró de un plumazo las mejoras de décadas

Como se sabe, la pandemia ha provocado caídas drásticas en la actividad económica en toda la región, derrumbe agudizado porque muchos países ingresaron a la crisis con un bajo potencial de crecimiento económico y altos niveles de desigualdad, con años de estancamiento en la segunda mitad de la segunda década de este siglo, que coincide en gran parte con los gobiernos de orientación neoliberal.
La crisis del COVID-19 revertirá en un corto período de tiempo muchos de los logros sociales que tardaron décadas en materializarse en América Latina y el Caribe.
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En las últimas dos décadas, antes del coronavirus, la región vio una reducción en el número de personas que viven en la pobreza en casi la mitad y un aumento en el tamaño de su clase media.
La desigualdad de ingresos también disminuyó, ya que el crecimiento de los ingresos favoreció principalmente a los pobres en los últimos años.
A pesar de las diferencias entre países, la mayoría experimentó mejoras positivas en el bienestar desde principios de la década de 2000.
Carlos Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, escribió en "Crecer con equidad, la prioridad en la agenda pospandemia de América Latina", que en el último año, debido a la crisis del COVID-19, la mayoría de los países incrementaron el gasto público para amortiguar el impacto de la pandemia, pero el alcance de estos esfuerzos no logró evitar que una importante proporción de familias haya caído en la pobreza.
"La pandemia golpeó con más fuerza a los más vulnerables, lo cual se refleja en el aumento de la desigualdad", sentenció.
Para agregar que la situación sigue siendo frágil, puesto que "el índice de pobreza a nivel regional es de 21,8%, pero podría agravarse en 2021 si no se sostienen las políticas de protección social en los niveles actuales —un enorme desafío presupuestario en plena crisis—y si no se acelera rápidamente el crecimiento económico".

Más pobres y menos clase media

La desaceleración del crecimiento de 2014-2019, junto con la drástica caída en la actividad causada por la crisis del COVID-19, afectó negativamente los niveles de vida y el bienestar en toda la región.
Las proyecciones socioeconómicas revelan que la cantidad de pobres aumentó en la mayoría de los países de la región. Si no se hubieran implementado medidas de mitigación, la región podría haber visto 28 millones de nuevos pobres en 2020.
En 2019, el 38% de la población (alrededor de 230 millones de personas) fueron considerados de clase media, mientras que el 37% se consideró de clase vulnerable (aquellos que viven con 5,50 a 13 dólares por día; alrededor de 220 millones de personas) y el 22%, pobres.
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Los miembros de clase vulnerable tienen escaso vínculo con los servicios de protección social que brindan los Estados.Y existe una coincidencia cuantitativa con aquellos que tienen empleos informales.
Lucila Berniell, ejecutiva principal de la vicepresidencia de conocimiento de Banco de Desarrollo de América Latina-CAF, explica que "a diferencia de los más pobres, que están generalmente cubiertos por programas como los de transferencias condicionadas de ingresos, la clase media informal en muchos países no recibe los típicos servicios de la protección social básica".
A pesar de las medidas de mitigación en toda la región, la clase media se redujo a 37,3% de la población en 2020, mientras que la clase vulnerable ha aumentado a 38,5%.

Impacto desigual de la crisis

Berniell reclama que "América Latina y el Caribe necesita integrar de mejor manera todos los mecanismos de protección que los Estados pueden dar a sus ciudadanos", es decir, no solo la cobertura social ante los riesgos de la salud, la vejez o el desempleo, sino también la provisión de buenos servicios de educación, salud, seguridad y justicia para toda su población, y no solo para aquella porción más aventajada.
Para sentenciar: "Sin un esquema de amplia cobertura y calidad en todas estas dimensiones será difícil ver consolidarse a las clases medias en la región”.
Las desigualdades persistentes se suman al desafío de superar la crisis actual y probablemente resultará en impactos disímiles de la pandemia.
Los países latinoamericanos enfrentan altos niveles de informalidad y autoempleo, particularmente entre los pobres, lo que resulta en trabajos de menor calidad y más vulnerables.
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El documento del BID "La esquiva clase media latinoamericana" precisa que, en estos meses de COVID-19, en el 50% de los hogares de ingresos medios al menos un miembro del hogar ha perdido el empleo.
La crisis ha puesto a los gobiernos y los sistemas de salud bajo una inmensa tensión, lo que pone de relieve el acceso limitado de la región y la calidad de la atención médica.
Además, las medidas de aislamiento social implementadas para contener la propagación del virus expusieron en forma dramática las desigualdades en el acceso a servicios básicos, como electricidad, agua y saneamiento, e incluso Internet.
Los hogares que ya eran pobres y que ahora han perdido más acumulación de capital físico o humano, serán los que tendrán más dificultades para recuperarse de esta crisis, y es probable que la desigualdad en múltiples dimensiones empeore.

La pandemia fulminó la ilusión

Un rasgo característico y diferencial de quienes integran las clases medias es "la sensación de vulnerabilidad", destacan los profesores Cecilia Güemes, de la Universidad Autónoma de Madrid, y Ludolfo Paramio, profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.
En el texto El porvenir de una ilusión: clases medias en América Latina, publicado en la revista Nueva Sociedad, los autores explican que sus integrantes, en un determinado momento, han expandido su capacidad de compra y mejorado su bienestar, pero la capacidad de ahorro es baja y el acceso a servicios básicos es limitado.
"Esta sensación de que el bienestar pende de un hilo y en cualquier momento todo puede esfumarse resulta de la interrelación de factores estructurales y coyunturales", indica.
Entre estos últimos factores, uno fue imprevisto: la pandemia del coronavirus, que intervino en forma fulminante sobre esa percepción frágil de sentirse clase media y en el temor a perder esa categoría socioeconómica en millones de personas en América Latina y el Caribe.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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