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El estudiante al que el Estado colombiano le quitó un ojo y la violencia le quitó la vida

© Foto : Gentileza familia de Esteban MosqueraEl joven colombiano Esteban Mosquera, que perdió un ojo por la represión policial en 2018 y fue asesinado en 2021
El joven colombiano Esteban Mosquera, que perdió un ojo por la represión policial en 2018 y fue asesinado en 2021 - Sputnik Mundo, 1920, 31.08.2021
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Esteban Mosquera fue asesinado el pasado 23 de agosto en la ciudad de Popayán (Colombia). En 2018, una bomba lacrimógena de la Policía antidisturbios impactó en su cara y le hizo perder su ojo izquierdo. Conoce al líder estudiantil y social asesinado —otro más— en Colombia.
Esteban Mosquera se había convertido en un símbolo de resistencia para la lucha universitaria y social en el departamento del Cauca, suroccidente de Colombia. El 13 de diciembre de 2018, en medio de una manifestación en Popayán, capital de ese departamento, su cara fue impactada por una bomba lacrimógena que disparó la Policía antidisturbios. Ese golpe le hizo perder su ojo izquierdo, pero no su dignidad.
Luego de ese episodio, Esteban no decayó y siguió acompañado las causas estudiantiles, no solo en la Universidad del Cauca —en la que estudiaba música—, sino en otros territorios. A veces llegaba a la ciudad de Cali para integrar la resistencia de los estudiantes en la Universidad del Valle o estar junto con los indígenas de la minga.
Su trabajo era fundamental y diverso: repartía su tiempo, cuando había campamentos, en cocinar para todos; otras veces, o casi siempre, estaba dispuesto con su celular a transmitir las protestas y dejar evidencia de los abusos policiales.
Incluso, para muchos de sus amigos más cercanos, su presencia en esos escenarios se había convertido en un bálsamo en medio de tanta violencia porque, quizás por la experiencia terrible de haber perdido un ojo, su vida había hecho un giro hacia la espiritualidad.
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Por esa y muchas razones más, el asesinato de Esteban Mosquera, ocurrido el pasado 23 de agosto, ha estremecido a Popayán (suroeste) y al país. Fue baleado en la cabeza, a plena luz del día, cuando caminaba por el barrio La Pamba y su destello se apagó para siempre.
"Yo iba en una moto y una amiga me escribió que acababan de matar a alguien en el centro. Luego me dijo que era Estaban. Cuando llegué, había mucha gente corriendo, había muchos vecinos mirando y un compañero, que había llegado antes, tirado en el suelo llorando", recuerda Camila Hernández el momento en que se encontró de frente con la muerte de su amigo Esteban.
Para ella, el asesinato del joven es una luz que se apaga y que obliga a todos quienes lo acompañaron en sus senderos universitarios y de luchas sociales a brillar con más fuerza para cubrir esa falta. En ese sentido, siembra muchas dudas sobre los procedimientos de las autoridades en el momento de levantar el cadáver.
"Lo recogieron mucho tiempo después. No estaba la zona acordonada ni hicieron la operación candado [operativo común en el que los agentes de Policía bloquean posibles salidas y entradas cercanas luego de un crimen], al cuerpo no le pusieron ninguna sábana. Hicieron tal mal el procedimiento que tenía el tapabocas puesto y se lo quitaron. Cuando llegó el equipo de balística, me preguntaron si tenía fotos de cómo había quedado mi amigo porque ya se habían llevado el cuerpo", critica Hernández.
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Pequeño rebelde

Esteban creció en Popayán de la mano de una fuerte pasión por la música, en especial, por la percusión. Su amigo Sebastián Mosquera, quien lo conoció desde niño y compartió con él escenarios artísticos en el colegio, lo recuerda como una persona curiosa, amiguera y alegre, pero también con un carácter contracorriente y contestatario.
"Era muy bien educado y decente y en él se conjugó muy bien aquel dicho de que lo cortés no quita lo valiente. Desde muy joven era muy allegado a sus gustos musicales, como el reggae, el rock o el metal", cuenta Mosquera.
Si bien Esteban era un par de años mayor que Sebastián, el arte los mantuvo siempre en contacto. Esa relación se afianzó mucho más en la universidad, en donde juntaron esfuerzos para levantar diferentes causas, como la defensa del consumo creativo de cannabis y de su uso medicinal, la defensa de la hoja de coca y la conexión con la Madre Tierra. Fueron esas convicciones las que, según sus allegados, lo llevaron a enfrentarse con parte de su familia, cuyo talante era bastante conservador.
"Era nieto de la madre Claudia, que realmente se llamaba Alina Mosquera Chaux, quien fue rectora del prestigioso colegio San José de Tarbes. Ella era hermana de Víctor Mosquera Chaux, un personaje muy importante de la ciudad y quien fue presidente encargado de Colombia en 1981. A pesar de esa estirpe familiar, Esteban era muy irreverente, muy contrario al orden y al poder", comenta su amigo Sebastián.
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La madre Claudia, quien se había ordenado como religiosa a mediados de los 50 en Francia, culminó servicio a principios de los ochenta, luego de 24 años, y fue cuando adoptó a nueve niñas, entre ellas la madre de Esteban. Sin embargo, luego de la muerte de su madre y de su abuela, los problemas entre el joven y parte de su familia afloraron.
En un video publicado el 3 de noviembre de 2020, el joven denunciaba que sus propias tías le prohibían hacer uso de varios espacios en la casa que habitaba, como el baño, la lavadora o la cocina, y le impedían tocar el piano acústico con el que no solo ensayaba música, sino con el que se desprendía por momentos de la cotidianidad. "El piano que yo utilizo para estudiar, pero también que es un recreo (…) Está cerrado con llave", contó el mismo Esteban en su denuncia.

La resistencia estudiantil de Esteban

La época universitaria de Esteban transitó entre sus amigos, la venta de alfajores —que mantenía para tener algunos ingresos— y su perrita Ayni, la mascota que lo acompañaba a los campamentos y que llevaba junto a él cuando lo mataron. Ese animal llevaba por nombre una expresión quechua que reflejaba lo que corría dentro del alma de Esteban: la reciprocidad.

"Siempre nos recordaba que había que agradecer por todo, incluso por lo malo. Cuando mataron a Esteban, esas frases retumbaban en mi cabeza. Yo lloraba, pero tenía el consuelo de haber aprendido de él, de no tener miedo. Él nunca tuvo miedo, a pesar de que muchas veces dijo que tenía la sensación de que lo seguían y que tenía muchos ojos encima", cuenta su amiga Camila Hernández a Sputnik.

Algo parecido relata Sebastián: "Durante 2018, después del paro, fue objeto de muchas amenazas, le dejaban animales muertos afuera de su casa, le hacían llamadas, afirmaba que lo perseguían, pero nunca fue una persona temerosa ni dio su brazo a torcer. Al contrario, iba a las comunidades, llegaba al Pacífico, al Macizo colombiano, al sur del Cauca".
De hecho, Esteban era tan visible en las manifestaciones que, cuentan sus más cercanos, la Policía lo llamaba por su nombre en las manifestaciones y varias veces fue capturado mientras grababa agresiones y posibles violaciones a los derechos humanos.
Además, el trabajo de Esteban en el movimiento social se centró en las bases. "Nos conocíamos por el trabajo político en la universidad. Después de que perdiera su ojo, se convirtió en un símbolo para la ciudad y para los estudiantes. Se entregaba a los ejercicios de base siempre, armaba las cocinas para los estudiantes universitarios. Era una persona que muchos respetaban", manifestó el concejal payanés Andrés Felipe Velasco.
La actividad política de Esteban también llegó a otros departamentos. "Venía a Cali, hacía reportajes para los medios alternativos. La última vez que lo vi fue el 8 de marzo, porque vino a la movilización de las mujeres. Era un chico muy especial que tenía claro muchos aspectos de su vida, sabía cómo entregar desde el amor", indicó a Sputnik Gabriela Posso, líder estudiantil de la Universidad del Valle.
El asesinato de Esteban, por supuesto, ha despertado el miedo entre el movimiento estudiantil, en donde no se tienen muchas dudas de que el crimen está relacionado con su activismo.

La última marcha de Esteban Mosquera

Pero ni siquiera su vil asesinato pudo apartar a Esteban de quienes lo acompañaron en vida. Su ataúd fue cargado por sus amigos —a quienes él denominaba como "la tribu"— y conducido por las calles de la ciudad hasta el cementerio, el camposanto Los Laureles.
"¿Por qué nos asesinan si somos la esperanza de América Latina?", gritaba, entre llanto, la multitud que lo llevó hasta su tumba.
"La última marcha de Estaban Mosquera, nuestro amigo, nuestro hermano, nuestro compañero, un comunicador, un estudiante, un artista, un gestor de paz", se le escucha decir a uno de los jóvenes que caminaba junto al cajón.
Sobre los presuntos asesinos, las autoridades informaron de la captura de Breiner Alexander Narváez Ruíz, Esteban Narváez Ramírez y un menor de edad. Los dos primeros son supuestos integrantes de un grupo criminal denominado Los Ovejos, quienes fueron imputados por la Fiscalía colombiana por los delitos de homicidio agravado, fabricación, tráfico y porte de armas y quienes, según los registros de la prensa en Colombia, aceptaron los cargos y fueron enviados a prisión.
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Este caso ha sido seguido de cerca por el mismo jefe de Estado, Iván Duque, quien ha informado de los avances de la investigación a través de su cuenta de Twitter.
La muerte del joven estudiante deja nuevamente algo muy claro, y es que los defensores de derechos humanos en Colombia tienen las horas contadas. De acuerdo con cifras del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), entre el primero de enero y el 24 de agosto de 2021, en Colombia han asesinado a 112 líderes sociales. Entre ellos está Esteban Mosquera.
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