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De visita en Nueva York y llamado al rescate un 11 de septiembre

© AP Photo / Michael ConroyBomberos entre los escombros del World Trade Center en Nueva York, el 12 de octubre de 2001
Bomberos entre los escombros del World Trade Center en Nueva York, el 12 de octubre de 2001 - Sputnik Mundo, 1920, 10.09.2021
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BOGOTÁ (Sputnik) — Hace 20 años, por circunstancias de la vida, el bombero colombiano Luis Eduardo Marulanda arribó a Nueva York para participar en un curso de metodologías de control de fuego, pero ni bien llevaba 12 horas en la ciudad pudo ser testigo de excepción del peor ataque terrorista en la historia: el atentado contra las Torres Gemelas.
Con 37 años en ese entonces, Luis Eduardo viajó en la noche del 10 de septiembre de 2001 desde Bogotá a Nueva York y allí se hospedó en departamento de una tía, donde a la mañana siguiente pudo ver por la televisión lo que en un comienzo pensó que era sólo el choque de una avioneta contra la torre norte del World Trade Center (WTC), en Manhattan.
Eran las 8:46 de la mañana cuando se produjo el impacto. El hecho comenzó a ser transmitido en directo y es entonces "cuando mi tía hace un escándalo tremendo en la cocina, yo me despierto enseguida, veo las noticias y me parece increíble lo que observo, aunque pensaba que era solo un accidente aéreo", recuerda Luis Eduardo en diálogo con Sputnik.
De inmediato se comunicó con la academia que le había costeado el viaje para el curso de fuegos. Su intención era notificar que había llegado la noche anterior, pero la voz al otro lado del teléfono lo sorprendió con una pregunta:
— ¿Trajiste tu equipo contigo?
— Solo traigo el equipo de estructuras colapsadas, no el de acercamiento a fuego - respondió.
— ¿Puedes llegar hasta acá? Necesitamos que te unas al grupo de rescate de New Jersey y de la Metro de Miami, ellos ya están en camino —escuchó.
© Foto : Cortesía Luis Eduardo MarulandaEl bombero colombiano Luis Eduardo Marulanda
El bombero colombiano Luis Eduardo Marulanda  - Sputnik Mundo
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Con experiencia internacional en operaciones de salvamento y socorro, Luis Eduardo tomó el metro hasta el puente que une a Manhattan con Queens, donde todo empezaba a ser un caos. Para entonces, el segundo avión, el vuelo 175 de United secuestrado por hombres de la red yihadista Al Qaeda —proscrita en Rusia—, había impactado la torre sur, a las 9:02 de la mañana hora local.
"El lado izquierdo del puente era usado para evacuar de modo peatonal a las personas que quisieran salir de Manhattan, mientras que el otro costado era usado para organismos de rescate y gubernamentales que se dirigían a apoyar la emergencia. Presenté mi placa de bombero y me dejaron pasar. Después de varios minutos de caminar le hice auto stop a un camión, que finalmente me condujo hasta el WTC".

Momento de miedo

En el lugar se reunió con el equipo de búsqueda y rescate en estructuras colapsadas, que en ese momento planeaba el ingreso a la torre norte. De inmediato fue asignado al primer grupo, compuesto por unos quince hombres, a quienes les correspondía subir por las escaleras con equipos que pesaban hasta 45 kilos y evaluar los daños.
"Queríamos determinar si se habían activado los sistemas rociadores de control de fuego. El plan era subir por las escaleras hasta el piso 30 o 40 y observar si se había dañado el sistema, pero apenas logramos llegar hasta el piso diez", recuerda.
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Para entonces las personas que estaban dentro de la torre se habían comunicado por celular con sus familiares, y estos les habían contado que se trataba de un ataque terrorista. Entonces todo fue peor. Presas del pánico, se abalanzaban unas sobre otras buscando salir.
"Se sentía terrible estar ahí adentro. El sonido de las pisadas era ensordecedor junto con los gritos de la gente. Todo se volvió una estampida y la gente se lanzaba una por encima de la otra, sin importar que pudieran lastimarse. Daba mucho miedo esa situación. Los compañeros que iban adelante fueron tumbados, otros se cayeron y a los que íbamos más atrás nos hicieron retroceder. En instantes determinamos que también estábamos en riesgo y comenzamos a regresar", recuerda.

La caída

Una vez afuera, Luis Eduardo y su grupo de bomberos participaron en el proceso de evacuación hasta llegar a los cinturones de seguridad dispuestos a tres y cuatro cuadras del lugar, donde ya se atendía a personas heridas, varias de las cuales llegaron por sus propios medios, mientras que otros contingentes de bomberos se quedaron en el frente.
Minutos después la torre sur se desplomó. Se vino al suelo como un castillo de naipes llevándose consigo miles de vidas, incluidas las de que aquellos bomberos que se quedaron en el frente. Solo 57 minutos después de ser impactada, la estructura se hizo polvo.
"Nunca pensé que la torre se fuera a caer, nunca. Ni yo ni nadie, creo. La torre norte se convirtió en una especie de escudo para nosotros, pero aun así el material particulado que salió expulsado iba a tal velocidad que se convirtió en proyectiles de concreto, grandes, pequeños. La nube de polvo casi nos ahoga, por lo que sólo atiné a meterme entre las llantas de uno de los camiones de bomberos para protegerme y mojarme la camisa con saliva para ponérmela en la nariz", rememora Luis Eduardo.
Cuando la nube de polvo se disipó, lo primero que sintió fue la brisa costera que antes era bloqueada por la torre sur, tras lo cual pudo ver "gente impactada, con pedazos de piedras en la cabeza, en la espalda, en los pies, personas tiradas en la calle pidiendo ayuda", a quienes socorrió hasta un centro médico a siete cuadras del lugar. "Había que llevarlas a rastras o en lo primero que pasara", dice.
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Pandemonio hecho infierno

En los minutos posteriores él y otros bomberos fueron reagrupados mientras se ordenó evacuar todo Manhattan. Luego el pandemonio se hizo infierno. A las 10:28 hora local cayó también la torre norte. Las Torres Gemelas desaparecieron de la panorámica de Nueva York tras 28 años de permanecer erigidas y el lugar pasó a denominarse Zona Cero.
"Era mucho caos en un lugar muy pequeño", comenta Luis Eduardo. Entonces la meta era controlar el fuego que estaba en el mismo colapso de las estructuras e intentar rescatar la mayor cantidad de personas que se creía estaban atrapadas, pero la realidad fue aturdidora.
"La frustración más grande que tuvimos es que no pudimos rescatar a nadie con vida", dice melancólico, con la voz quebrada.
Permaneció en la Zona Cero durante 95 días seguidos como socorrista, pero sólo pudo hallar prendas de vestir, zapatos, manojos de cabello y partes mutiladas de cuerpos, todo lo cual entregó a los forenses para que fuera cotejado después con el ADN de familiares para su identificación.
"A veces, cuando lo recuerdo, como en este aniversario, percibo cada segundo y cada minuto como si lo estuviera viviendo de nuevo", comenta.
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La frustración

Imbuido en las labores de rescate, su permiso de permanencia de 90 días por motivos de estudio expiró y entonces fue contactado por Inmigración de Estados Unidos. Debió presentarse ante un juez que lo señaló de trabajar sin licencia, por lo cual tendría que dejar el país en un plazo de seis días o sería arrestado y recluido en una cárcel a la espera de su deportación a Colombia, lo que podría tardar hasta 18 meses.
"Yo no tenía ningún certificado de trabajo porque en realidad no estaba empleado, sólo estaba brindando una labor humanitaria, pero el juez consideró que yo estaba usando mi labor para quedarme en el país, así que me dio seis días para salir y me impuso una prohibición de diez años para regresar. Acaté lo dictado y regresé a Colombia con una frustración muy grande por no poder hacer más", confiesa.
Desde entonces no ha vuelto a EEUU. Aún conserva las fotografías que se hizo en las Torres Gemelas unos años antes del atentado y otras que le sacaron mientras estuvo en la Zona Cero, las cuales muestra durante esta entrevista. Asegura que hablar de ello es una catarsis con la que logra limpiar la mente y no perturbarse con los recuerdos del 11-S.
Hoy, casado y con dos hijos, Luis Eduardo es voluntario en la Cruz Roja Colombiana seccional Cundinamarca y Bogotá (centro), donde atiende emergencias y ha sido comisionado para colaborar en catástrofes como el terremoto de Haití en 2010 y el de Ecuador en 2016, la devastación causada el año pasado por el huracán Iota en el Caribe colombiano y otras más.
"Dios me dio ese don de asimilar muy bien el tema de las emergencias, así que aquí sigo, siempre dispuesto a colaborar", concluye.
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