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La pandemia de COVID-19 abre el debate sobre la vacunación obligatoria

© REUTERS / Andrew KellyProtesta contra vacunación obligatoria en EEUU
Protesta contra vacunación obligatoria en EEUU - Sputnik Mundo, 1920, 15.09.2021
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Que en EEUU, el país de las libertades individuales, Biden ordene la vacuna de COVID-19 a los empleados públicos, igual que hacen las grandes empresas, muestra hasta dónde llega el debate mundial sobre su obligatoriedad. En muchos países, quienes se niegan impiden alcanzar la ansiada inmunidad de rebaño, necesaria para frenar la pandemia.
La decisión del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de ordenar la vacunación de todos los trabajadores federales para "garantizar la salud y seguridad", muestra hasta qué punto el debate sobre la obligatoriedad de las vacunas se encuentra sobre la mesa. Incluido en el país que más alardea de respetar y fomentar las libertades individuales frente al Estado.
La pandemia de COVID-19 y la necesidad de aplicar medidas sanitarias colectivas para proteger la vida de los ciudadanos no deja de derribar mitos intocables de las sociedades que hasta ahora rendían culto a la libertad individual.
El estado de alarma que prohibió salir a la calle, el toque de queda que obligaba a permanecer durante gran parte del día en los domicilios, los cerramientos perimetrales de municipios, provincias o autonomías, la prohibición de viajar, la obligación de llevar mascarilla. Todas ellas fueron medidas aplicadas por los gobiernos a pesar de la impopularidad que suponían. Y ahora los Estados deben tomar la decisión de qué se hace con las personas que se niegan a vacunarse, cuando sabemos que solo una vacunación masiva de la sociedad puede frenar el avance del virus.
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La vacuna es incuestionable científicamente

Digan lo que digan algunos iluminados, la realidad científica es incuestionable: la vacunación es clave para disminuir las posibilidades de contagiarse de la enfermedad, el pronóstico de la enfermedad mejora con la vacuna y la mortalidad cae en picado. Sin embargo, los estudios están revelando que se necesita un porcentaje de vacunados superior a la inicial cifra del 70% que se planteó en su día para alcanzar la denominada inmunidad de rebaño.
Las nuevas mutaciones del virus, más contagiosas, y la confirmación de que la vacuna no evita del todo la transmisión, ha llevado a la comunidad científica a no concretar cuánta debería ser la población vacunada, pero sí piden que sea la mayor posible y, por supuesto, mayor del 70%.
Una vez avanzada la campaña de vacunación, al menos en los países desarrollados, el problema surge cuando la existencia de sectores no sensibilizados o claramente posicionados contra las vacunas son tan significativos que logran frenar el porcentaje total de vacunados, algo que sucede de forma muy dispar en unos países u otros.
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Los asiáticos se vacunan más

Mientras en los países asiáticos, más acostumbrados a enfrentar los problemas de forma colectiva, por razones culturales o sencillamente por necesidad de supervivencia, el rechazo a la vacunación es mínimo, en otros, principalmente occidentales, el alto porcentaje de personas que se niegan a vacunarse está suponiendo un grave problema de salud pública. También aquí las variaciones son importantes, mientras que en España es solo un 4% y en Reino Unido menos del 7%, en Francia existe una fuerte implantación de la cultura antivacunas, incluso entre el personal sanitario.
Ya un estudio de junio de 2019 realizado por el instituto de encuestas Gallup para la ONG Wellcome, mostraba que Francia es el país más escéptico frente a la vacunación como método de prevención de enfermedades con uno de cada tres franceses creyendo que las vacunas no eran seguras. Un estudio de la aseguradora AXA del pasado mayo mostraba que sólo un 60% de los franceses estaba dispuesto a vacunarse. Del 40% restante, el 22% aseguraba que probablemente no se vacunaría y el 18% que absolutamente no se vacunaría.

Casuística variada

Sectores ultraortodoxos en Israel, libertarios antivacunas en Francia, individualistas en Estados Unidos o desconfiados del Estado en otros muchos países, la casuística es variada pero igualmente preocupante en la medida en que pueden impedir alcanzar la inmunidad de rebaño.
Es por ello que las estrategias, primero de incentivación y posteriormente de coerción por parte de las autoridades están sobre la mesa. Empezaron regalando porros de marihuana en Washington DC, hamburguesas y patatas fritas en Nueva York, una cerveza en Nueva Jersey, 100 dólares a los empleados estatales de Maryland, Ohio sorteó un millón de dólares y regaló palomitas en el cine, y Memphis sorteó automóviles. Incluso empresas que nunca hubieran pagado las horas de sus trabajadores para ir al médico les pagan para ir a vacunarse. En Israel regalaban pizzas y en Dubai descuentos en los comercios. Cada país, su idiosincrasia.
El caso es que estos incentivos no han sido suficientes, al menos en Estados Unidos. Según una encuesta de Gallup del mes de marzo, un 26% de los estadounidenses dijeron que no se vacunarían.

UVIScopadas por negacionistas

Recientemente, el periodista español Guillero Fesser, residente en Nueva York, alertaba de que, en algunos hospitales, los enfermos de COVID que no quisieron vacunarse copan el 50% de las camas de UVI y los sanitarios se ven obligados a descartar pacientes de otras patologías para acceder a respiradores debido a esos negacionistas.
En California, el 19 de mayo una profesora sin vacunar y con síntomas de COVID siguió dando clase, incluso quitándose la mascarilla de vez en cuando para leer en voz alta. En apenas una semana, la mitad de sus 24 alumnos habían dado positivo, pese a que las ventanas estaban abiertas, los niños sí llevaban mascarilla y había un purificador del aire en el aula.

La orden de Biden

Ahora Biden ha emitido una orden en la que ha destacado que la política de su Administración pasa por detener el avance de la enfermedad, mediante las medidas establecidas por las autoridades sanitarias y la mejor medida de todas es la vacunación.
"He determinado que, para promover la salud y seguridad de la fuerza laboral federal y la eficiencia del servicio civil, es necesario exigir la vacuna COVID-19 para todos los empleados federales", declaró el presidente estadounidense.
Y no solo eso. Afirmó que "el Departamento de Trabajo está desarrollando una regla de emergencia para exigir a todos los empleadores con 100 o más empleados, que en conjunto emplean a más de 80 millones de trabajadores, que se aseguren de que sus fuerzas laborales estén completamente vacunadas o muestren una prueba negativa al menos una vez a la semana".
Ya anteriormente, en el mes de agosto, grandes empresas estadounidenses como BlackRock, Anthem, Cisco, United Airlines, Facebook, Ford, Goldman Sachs, Walmart o Microsoft habían impuesto la obligación de vacunarse a sus trabajadores.
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Es curiosa esa característica del neoliberalismo estadounidense. El Estado democrático no tiene autoridad para exigir la vacunación, pero el patrón que te contrata sí. Hay que impedir que contagies a tus compañeros de trabajo y dañes la productividad, pero si no trabajas puedes seguir sin vacunarte y contagiar a tus vecinos, familia o a quien viaje contigo en el metro.

Situación en Europa

En Europa el debate entre incentivar la vacunación o directamente obligarla también se está produciendo ante la alarma del frenazo en la velocidad de vacunaciones.
En Italia, el primer ministro, Mario Draghi, aseguró el 2 de septiembre que estudiará obligar a su población a vacunarse cuando la situación lo permita, lo que convertiría a su país en la primera democracia en hacerlo. Hasta ahora en este país la vacuna ya es obligatoria para sanitarios y profesores.
En Francia todo el personal sanitario y el que trabaje en contacto con el público tiene que estar vacunado.
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El caso español

La presidenta de la patronal de residencias de mayores en España, Cinta Pascual, ha instado a que la vacunación sea obligatoria para todo el personal que trabaja en las residencias y en el sistema sanitario.
En un pequeño pueblo español de la Comunidad Valenciana, Tous, las autoridades locales han establecido la vacunación contra el COVID como un requisito para optar a las plazas públicas de técnicos de educación infantil. El sindicato CC.OO. ha recurrido esa medida y ahora se deberán pronunciar los jueces.
En Galicia el gobierno autonómico intentó imponer la vacunación obligatoria en su ley de sanidad autonómica pero se lo impidió el Tribunal Constitucional.
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En otros lugares de España intentan opciones imaginativas para incentivar la vacunación. Por ejemplo Cataluña estudia ofrecer a los vacunados descuentos para ir al teatro, a conciertos u otras actividades culturales; y también en albergues juveniles.

Vacunas obligatorias

Pero la obligatoriedad de las vacunas tampoco es una cosa nueva. Según el Comité Asesor de Vacunas de la Sociedad Española de Pediatría, en 11 países de la Unión Europea es obligatoria al menos una para los niños de menos de 18 meses. Son Italia, Letonia, Bulgaria, Croacia, Eslovaquia, Francia, Hungría, Polonia, República Checa, Grecia y Bélgica. En España, en 2010, un magistrado autorizó a la vacunación forzosa de unos niños cuyos padres se negaban a que les pinchasen contra el sarampión tras un brote en Granada.
Precisamente estos días una jueza de Barcelona ha resuelto uno de los primeros casos que se han planteado sobre el derecho de los padres divorciados a vacunar a sus hijos. La magistrada ha dado la razón a la madre, partidaria de la inmunización de COVID, frente al padre que se negaba.

Sanidad privada y sanidad pública

El debate es muy importante e incluye elementos éticos, económicos y sanitarios. También estará condicionado por el modelo económico de la sanidad.
En un entorno de sanidad privada mediante aseguradoras, habrá que ver qué hacen estas ante los pacientes que disparen sus gastos médicos o mueran debido a su decisión de no querer vacunarse.
Entre la ciudadanía de países con sanidad pública algunos se preguntan por qué debe la comunidad asumir los millonarios gastos de quienes se buscaron su propia enfermedad, algo que abre un debate peligroso en un estado de bienestar porque también se podría plantear a la hora de asumir por los poderes públicos los gastos sanitarios de un fumador, la fractura de alguien que tropieza por estar borracho, o de un diabético que no se pinchaba la insulina o no cumplía con su dieta, es decir, asistencias sanitarias por una irresponsabilidad o decisión propia.
Sin embargo, la sanidad privada no se entretiene con esos dilemas, del mismo modo que le aumentan la póliza a un fumador oa un obeso se le pueden multiplicar a un antivacunas.

Antivacunas e individualismo

Lo que es indiscutible es que la opción antivacunas va asociada a una actitud individualista ajena a un sentimiento de compromiso colectivo con la comunidad. Y que esa actitud se ha incrementado y se ha consolidado en países occidentales neoliberales, donde el mantra de que el individuo sale adelante solo con su lucha personal se ha instaurado. Donde el discurso de que los problemas se enfrentan de forma colectiva, desde las reivindicaciones laborales a las vecinales, se ha desterrado por la competitividad feroz. Y también porque el Estado perdió o nunca logró la credibilidad y el prestigio entre la ciudadanía.
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El reto del Estado

En lugar de percibirse el Estado como la institucionalidad democrática y representativa que defiende los derechos sociales como sanidad o educación, se entiende, con la ayuda inestimable de décadas de propaganda neoliberal, como un monstruo que nos saquea con impuestos, en lugar de comprender que es solo a través de él como se puede enfrentar una pandemia.
Y que todos sus defectos deben combatirse para hacerlo más participativo y equitativo en lugar de derrocarlo para arrojarnos al mercado y al individualismo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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