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Del k-pop a 'El juego del calamar': ¿por qué la cultura surcoreana cala hondo en América Latina?

© AP Photo / Lee Jin-manLos integrantes de BTS
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Telenovelas, tecnologías, cosméticos, ropa, música, comida, 'taekwondo', películas y series de Corea del Sur son cada vez más demandadas y consumidas en América Latina. Sputnik conversó con los representantes del Centro Cultural Coreano en Argentina y en México para explicarte porqué los productos culturales surcoreanos están en apogeo.
Corea del Sur se está acercando a América Latina. Hoy vemos al país en nuestra ropa FILA, en nuestros electrodomésticos LG y Samsung, en nuestros autos Hyundai y Kia. Escuchamos al grupo musical BTS en fiestas y emisoras, y en el canal que YouTube inauguró especialmente para el k-pop. Nos entretenemos y reflexionamos con películas como Parásitos (2019) y series como El juego del calamar (2021); practicamos taekwondo y nos maquillamos con sus cosméticos. Pero los latinoamericanos no siempre tuvieron tan cerca los productos ni la cultura surcoreana. El hallyu u "ola coreana" es reciente.
"Antes Corea del Sur ni siquiera estaba en el radar. Cuando uno hablaba de Asia, lo primero que venía a la mente era Japón y China. Sin embargo, ahora está cada vez más presente como un país de avanzada en tecnología y economía, y hay un gran interés sobre todo en la industria cultural", dijo a Sputnik Gabriel Pressello, encargado de Gestión cultural, prensa y relaciones institucionales del Centro Cultural Coreano de la Embajada de la República de Corea en Buenos Aires, Argentina.
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¿Qué es el 'hallyu' y cuál es su importancia en América Latina?

La ola coreana apareció a mediados de la década de los 90 —después de que Corea del Sur estableciese relaciones diplomáticas con China en 1992—, y de que las series de televisión y la música pop ganasen gran popularidad entre la comunidad china, explicó a Sputnik Youngdoo Park, director del Centro Cultural Coreano en México.
Uno de los mojones señalados por Park en la difusión de la industria del entretenimiento surcoreana fue la emisión de la telenovela What is Love? (1997) en el canal chino CCTV, que logró unos 150 millones de telespectadores. Ese mismo año, la música pop coreana llegó a Pekín, que también cobró "gran popularidad entre la juventud", recordó. Pero quizá el evento que "marcó un hito decisivo para el afianzamiento del movimiento hallyu" en China fue el concierto de H.O.T. en Pekín, el primer grupo de k-pop en tener un éxito arrasador.
"Los medios y la prensa de Corea comenzaron a usar el término hallyu para describir el concierto, aunque el término ya se había utilizado en un artículo publicado por el Diario de la Juventud de Pekín en noviembre de 1999, y a partir de entonces fue reconocido por los propios coreanos", contó. De Pekín, la ola coreana llegó a Japón en 2003, y de ahí al resto de los países vecinos; luego, fuera del mercado asiático.
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Hoy el k-pop es considerado un género musical por YouTube. "Es la primera vez que un género de música de un país cuenta con una sección especial en la categoría de Música", señaló Park. El fanatismo por el género también se ve reflejado en los clubes de fans que hay alrededor del mundo. Según datos aportados por Park, en diciembre de 2017 había un total de 73,12 millones de miembros en 92 países en Asia, Oceanía, América, Europa, África y Oriente Medio.
"Se habla de que BTS representa el 0,3% del PBI. Es muchísimo: estamos hablando de la economía número 10, 12 del planeta", señaló Pressello.

Las claves de la expansión de los productos culturales surcoreanos

En América Latina, "sin duda" los productos culturales que más han calado son el pop coreano, las series y películas —en ese orden—, indicó Pressello.
"Lo que tiene el cine es que no es tan popular como el k-pop y las series, pero sí llegó al nicho de especialistas, a diferencia de las otras dos", explicó. "Fue el público que forzó muchas veces a que radios y canales de TV pasen k-pop. Sin embargo, con el cine sucede al revés: empezó a difundirse a través de las personas e instituciones especialistas en ese campo que vienen desde hace tiempo destacando la cinematografía coreana como una de las mejores del planeta", agregó.
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Park considera que "el mayor logro" de Corea del Sur es poder transmitir el conocimiento de la vida y cultura surcoreanas a través de series dramáticas que "usan simbolismos de forma provocativa para producir emociones". "Los coreanos mostramos paisajes que enmarcan la sociedad moderna con la antigua, nuestra tecnología y creatividad", asegura.
Tal fue el éxito de los melodramas —o k-dramas—, que en 2005 el Gobierno decidió comprar los derechos de algunas series y cederlas gratis a televisoras del mundo "con el fin de posicionar la marca de Corea previo a la celebración de la Copa de Mundo de Fútbol Corea-Japón 2002", recordó Park.
La difusión y crecimiento acelerado del hallyu llevaron a Corea del Sur a convertirse en "uno de los principales jugadores de las industrias creativas a nivel global": ya en 2017 ocupaba el octavo lugar en el ranking de PriceWaterhouseCoopers (PWC) de los mercados productores de contenidos culturales. Según Park, durante los últimos cinco años, el mercado de contenidos culturales y creativos coreano ha experimentado un crecimiento promedio anual del 5,7% en ventas, así como un 8,3% en exportaciones de contenidos culturales.
La película Parásitos —un film de drama y humor negro dirigida por Bong Joon-ho y ganadora de cuatro premios Óscar— es uno de los nuevos exponenetes del hallyu. Pero generó controversia: algunos críticos aseguraban que daba una imagen negativa de Corea del Sur, relacionada a la suciedad. Pero para Park, las situaciones retratadas en el film "no solo representan a la sociedad coreana, sino también retrata perfectamente a la del mundo entero. Están retratados perfectamente distintas problemáticas actuales como la discriminación de género, adultos mayores, discapacitados, inmigrantes, etc.", dijo Park.
"El mundo gira alrededor del dinero, el capitalismo. La Corea de ahora no tiene prejuicios y quiere mostrar alguna de las realidades que tiene la sociedad actual, como lo comenté anteriormente, puede ser de Corea, pero en todo el mundo tienen sus vicisitudes particulares", agregó.
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El impacto del hallyu también se ve reflejado en el turismo: según datos de 2019 de la Organización de Turismo de Corea —KTO por sus siglas en inglés—, el 7,4% de todos los turistas que ingresaron a Corea (1,1 millones) eran fans de los k-dramas y la cultura coreana en general. La KTO también reveló que "otro grueso de visitantes extranjeros (8,5 millones) lo componen no solo los interesados en k-pop o hallyu, sino aquellos que gustaron de experimentar la gastronomía, los templos budistas y ciudades históricas en general", aseguró Park.
Para Park, cuando la cultura de un país "incluye valores universales y sus políticas promueven valores e intereses que otros comparten, aumenta la probabilidad de obtener los resultados deseados". Pasarello expresó la misma idea así: "A diferencia de otros países con productos culturales muy locales y con un código muy local, Corea del Sur pudo tomar algunas grandes expresiones instaladas, ese código, y desarrolló productos culturales que pueden ser compartidos en cualquier lugar del planeta, pero a la vez con ciertos toques o vueltas de tuerca con su propia particularidad".
Un ejemplo es el del cine coreano: "Un cineasta coreano no tiene problema de pasar de un drama total a un fragmento de comedia en la misma escena, que son cosas a las que no estamos tan acostumbrados tal vez en el cine mainstream", explicó.
"La virtud en el quehacer cultural coreano es encontrar y valerse de ese código mundial para agregarle un extra, un gesto cultural local, que le da un aire nuevo, sin romper ese pacto para entendernos en cuanto a la materia", concluyó Pasarello.
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