- Sputnik Mundo, 1920, 11.02.2021
España
Últimas noticias de España. Temas de actualidad informativa de todas las comunidades autónomas españolas.

La comunidad autónoma española donde la corrupción parecía ser un rasgo más de su idiosincrasia

© AFP 2023 / José JordánRita Barberá, antigua alcaldesa de Valencia, con Alberto Fabra, líder autonómico, y Mariano Rajoy, expresidente de Gobierno, en una imagen de 2015
Rita Barberá, antigua alcaldesa de Valencia, con Alberto Fabra, líder autonómico, y Mariano Rajoy, expresidente de Gobierno, en una imagen de 2015 - Sputnik Mundo, 1920, 09.11.2021
Síguenos en
En Alicante, Valencia y Castellón reinaron el tráfico de influencias, los cobros en negro, la prevaricación y el júbilo de la impunidad. El periodista Rodrigo Terrasa recorre ese tiovivo de latrocinios y juicios en 'La ciudad de la euforia', publicado por Libros del K.O.
No estamos en el Chicago de los años 20 ni en el Nápoles de fin de siglo XX, pero el funcionamiento es parecido: favores sellados con puro y copa, leyes a capricho del poder, cobros en b y una legión de manzanas podridas que descorchaban botellas de champán como si fueran de sidra. Nos encontramos en la Comunidad Valenciana, una tierra de playas, naranjos y cinco lustros de imperio azul en sus ayuntamientos que se erigió como el culmen de la corrupción en España.
Sus gobernantes, haciendo gala del espíritu fallero —traca, serpentina, fuegos artificiales— dominaron como una apisonadora la política regional bajo las siglas del Partido Popular. Y establecieron una red de empresarios, alcaldes, asesores o concejales que poco a poco se deshilachó en una maraña de nombres que abrían expedientes judiciales. Francisco Camps, Rita Barberá, Carlos Fabra, Sonia Castedo, Juan Cotino, Alfonso Rus y unos cuantos personajes de la esfera política local o autonómica cuyo desenlace se ha quedado ligado inmortalmente a tramas como Gürtel, Brugal, Emarsa, Nóos y muchas otras, aún en investigación.
Antes de los expedientes, las condenas o incluso del fallecimiento, la vida de los protagonistas era una farra continua. En la Comunidad Valenciana, siguiendo las valoraciones que daban ellos mismos, la fiesta no se acababa nunca. Hasta que alguien hizo lo más doloroso en estas circunstancias: apagar la música y encender la luz. El periodista Rodrigo Terrasa (Valencia, 1978) cuenta aquel baile descontrolado y su ocaso en La ciudad de la euforia, una crónica publicada por Libros del K.O. que provoca dulces carcajadas si no fuera porque el regusto final se convierte en miasmático.
Terrasa desgrana por capítulos esos años y el origen de lo que se fraguaba en los despachos. Le ayuda su trabajo en la redacción del diario El Mundo en su ciudad natal, que desempeñó en plena efervescencia del brindis a granel y cambió por la de Madrid en 2015, después de los primeros juicios. Aunque las casi 300 páginas además incluyen anécdotas, rumores que alimentaban las charlas del gremio, episodios virales y escenas esperpénticas con regusto cañí. El resultado, describe el autor, es una mezcla de Gomorra con Los bingueros, clásica película española de pillos y chistes de brocha gorda estrenada en 1979.
© Foto : Cortesía de Alberto Di LolliEl periodista Rodrigo Terrasa, autor de 'La ciudad de la euforia'
El periodista Rodrigo Terrasa, autor de 'La ciudad de la euforia' - Sputnik Mundo, 1920, 08.11.2021
El periodista Rodrigo Terrasa, autor de 'La ciudad de la euforia'
"En contra de lo que pensaba, no me costó mucho escribirlo porque tenía mucho hecho", confiesa Terrasa a Sputnik. La dificultad estribaba más en conseguir aclarar el panorama general, en dar un marco comprensible a una historia plagada de derivadas y con un componente local importante. "Cuando planteé la idea, vi que de un caso se saltaba a otro, que no estaban aislados, y que tenías que ir décadas atrás para llegar al inicio", comenta sobre el ejercicio de resumir todo lo que manejaba (sumarios, vídeos, noticias…) y elaborar ese mosaico de la corrupción que ha subtitulado como "una hipótesis de la mafia".
Una figuración de sistemas parecidos: los del clan que domina a través de las influencias, de los contratos al afín, del silencio. Porque quizás no eran la familia Corleone o miembros de la yakuza japonesa, pero coincidía el modus operandi: hay tratamiento irregular de basuras en manos de un bizarro empresario que comenzó como chatarrero, hay altos cargos celebrando una Nochevieja en triquini, hay señores de pelo engominado y gafas de sol que ganan sospechosamente varias loterías seguidas… Terrasa, más que ponerlos al nivel de grupos organizados con un enorme ingrediente de violencia, lo compara con el críalo, ave con aires de cuco que ejerce una extorsión velada a las demás especies: deposita sus huevos en otros nidos, y si los destruyen, mata a los hijos del destructor. Así, apunta el autor, "sabe que o cierra el pico o todos saldrán perdiendo".
Y ese era el mecanismo en la Generalitat Valenciana, aunque en estos párrafos dé más risa que miedo. "Intenté que no quedara muy frívolo. Al final, son personajes muy atractivos y no quería que no saliese lo que de verdad provocaba", rememora Terrasa, que cada tres o cuatro capítulos intercala el testimonio en primera persona de quien no siguió ese pacto de silencio: administrativas, funcionarios o antiguos afiliados que han pagado la subversión o la denuncia pública con presiones y un ostracismo institucional.
"Puse mucho empeño en que no pareciera inofensivo, uno de mis miedos era quitarle importancia. Un político del PP me ha dicho que lo ha leído entre el asco y la fascinación", cuenta Terrasa después de que la primera edición se haya agotado. La ciudad de la euforia puede tacharse como la Biblia de la corrupción valenciana y, para alcanzar el génesis, habría que trasladarse a principios de los noventa. Entonces, con una España en despegue internacional, con Barcelona acogiendo unas olimpiadas y Sevilla la Expo, la comunidad se sentía menospreciada.
Valencia, tercera metrópoli en tamaño del país, no acogía grandes celebraciones y su identidad zozobraba entre el centralismo de Madrid y las periferias separatistas. Esa oportunidad para capitalizar el desdén fue la lanzadera del Partido Popular, que poco a poco logró entrar en ayuntamientos, diputaciones y autonomías. Sus tentáculos eran ubicuos. La factura, también: a esa queja por estar esquinada contratacaron con obras megalómanas. Edificios imponentes, platós para grabaciones internacionales, un circuito urbano de Fórmula 1 o una copa de vela en el Mediterráneo: los gobernantes presumían de poner en el mapa a los diferentes núcleos levantinos.
Lo que no salía a la luz era lo que costaba semejante honor: facturas hinchadas, sobrecostes, la práctica del pitufeo y una administración que ha sido considerada como "organización criminal". "El mantra de resucitar la ciudad era imbatible. Y lo mejor que hicieron fue esa comunicación: meterse con el PP era meterse con Valencia. Con cierto complejo histórico, de los focos sobre las grandes y la ayuda a las pequeñas, el voto para paliar ese agravio fue muy bien acogido. Y era una reclamación justa, pero se fue de madre", cavila Rodrigo Terrasa. Tan de madre que pasaron de estar a la sombra a ser cabeza de cartel. En la televisión o en los periódicos pasearon sus líderes en Ferrari, chocaban manos con magnates, inauguraban aeropuertos sin aviones o estadios de fútbol sin ladrillos…
Justicia (imagen referencial) - Sputnik Mundo, 1920, 29.03.2021
España
El cabecilla de la trama española Gürtel delata a antiguos cargos del Partido Popular
Más o menos lo que Terrasa sintetiza en la secuencia de que un alcalde adjudicaba partidas, otro le envolvía el regalo que procuraba ese contrato y el pueblo pagaba la cuenta. O lo que un testigo protegido resume así: "En la Comunidad Valenciana, la gente no solo aceptó la corrupción, sino que acabó por pensar que el que no se aprovechaba era tonto". Y en esa rueda, sostiene Terrasa, estaba casi todo el mundo, incluidos los periodistas, que acudían a cócteles con famosos, relataban las jornadas de un torneo como la Copa América o que completaban la agenda oficial con los chascarrillos del político de turno.
"Creo que fracasamos", anota en referencia al oficio, "porque no supimos cambiar el mensaje". No se consiguió, en términos generales, que los ciudadanos vieran cómo no era un reloj, o un bolso, o un traje: eran puestos de trabajo, eran escuelas construidas en barracones, era, en suma, dinero público. Una cantidad que la web Casos Aislados cifra en más de 1,2 billones de euros. "Es que hasta había pagos encubiertos a periodistas", señala, dirigiéndose también a la oposición: "Está claro que no hicieron su papel. La demostración fue que ganaron elecciones mayoritariamente durante 20 años".
Ayudó también, indica Terrasa, el carácter de la región. "Supongo que influye el componente fallero, disparatado, de que todo nos da igual", cavila, dando ejemplos: "Mientras en Madrid estaba El Albondiguilla o tipos grises como Pablo Crespo, nosotros teníamos a El Bigotes, que parecía un domador de leones y estaba casado con una Mama Chicho", ríe. De ahí esa frase que subraya el libro y se repetía a menudo en la que se comparaba la paella con la corrupción: "Se hace en todos los lados, pero donde mejor queda es en Valencia", solía bromearse.
¿Y cómo se pinchó el suflé? Fue un dominó a tramos. Aparte de las investigaciones ya en liza por parte de las fuerzas de seguridad y del acecho paralelo de otras tramas, la coyuntura aceleró el declive. Del boom inmobiliario y la bonanza de principios de siglo mutó, a partir de 2008 y la crisis mundial, a una resaca amarga. Aquellos que aplaudían los desmanes de arriba se dieron cuenta de que la juerga tenía consecuencias a todos los niveles.
Las "traductoras" rumanas fichadas a un precio espectacular en una compañía de tratamiento del agua, los millones destinados a la visita del Papa (y la ocultación, aparte, de un accidente de metro con 43 muertos) o las producciones desorbitadas en los medios de comunicación públicos derivaron en impago a proveedores, obras sin acabar y arrepentidos que se describían como "yonquis del dinero".
La fiesta fue perdiendo invitados. Se acabó el licor. Y la impunidad se transformó en banquillos llenos y patios de cárcel compartidos. Ese estado de "entusiasmo o alegría intensos" con que se define la euforia disminuyó. Las cámaras a pie de tribunal, el hartazgo y las revelaciones de ese pasado disoluto cambiaron el color de los Ayuntamientos. La "hostia" que Rita Barberá murmuraba en la noche electoral de 2015 fue el final, según Terrasa. A partir de ahí, se montó la Agencia Valenciana Antifraude, un organismo único en España, y se desterró ese concepto de que la corrupción era un rasgo más de la idiosincrasia valenciana.
Lo último
0
Para participar en la conversación,
inicie sesión o regístrese.
loader
Chats
Заголовок открываемого материала