- Sputnik Mundo, 1920, 11.02.2021
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Varada meses en el aeropuerto de Madrid: la increíble historia de una estudiante argentina

© Foto : Yogasdesign / PixabayImagen de una pasajera en un aeropuerto (referencial)
Imagen de una pasajera en un aeropuerto (referencial) - Sputnik Mundo, 1920, 19.11.2021
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Milagros Almeida, de 24 años, vive de forma intermitente en Barajas desde agosto. Volvía de Italia a Buenos Aires y por las restricciones, no pudo tomar un avión a Buenos Aires. Desde entonces acusa a la cancillería de no ayudarla. El ministerio de Asuntos Exteriores de su país, por su parte, alega que "no se deja ayudar".
La oficina de turismo que en otro momento atendía a miles de visitantes luce las persianas bajadas. Enfrente, un bar despacha bocadillos de jamón y cerveza a quienes, después de año y medio, se dirigen casi con normalidad a otra parte del mundo. La terminal 1 del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas vuelve a ser, con sus peculiaridades, un hormigueo de gente. Hay maletas en las cintas, taxistas de freno de mano y cigarrillo sobre el asfalto o caras de desorientación ante las pantallas de salida.
Con este regreso a los viejos hábitos —eludiendo las máquinas con gel hidroalcohólico, las señales de distancia mínima, los avisos por megafonía—, también ha vuelto otro rostro habitual en los pasillos: las personas que duermen aquí. Sin techo que buscan refugio en el edificio. Entre este tipo de merodeadores está desde hace meses Milagros Almeida. Aunque su caso es peculiar. Esta chica argentina de 24 años reside intermitentemente en el velódromo español por un problema de billetes, de restricciones por el COVID-19 y de ausencia de respaldo gubernamental, según sostiene.
"Me quedé varada en agosto y estoy abandonada", se queja desde un banco de la planta de llegadas. Su testimonio, al contrario del resto de personas que esperan por obligación una escala o pernoctan en situación de indigencia, lo refuerza una barricada de maletas y una exposición fluida en redes sociales. Almeida atiende a Sputnik con prisas y evitando dar excesivos detalles. Alega que está a punto de entrar en una reunión de la universidad y necesita andar pendiente: efectivamente, cuando acaba la charla, se coloca los auriculares y sigue con su celular un encuentro virtual.
Hasta alcanzar este momento, los vericuetos del relato oscilan entre una mudanza desde Italia, la anulación de un vuelo y la falta de ayuda por parte de su país. Todo comenzó, tal y como narra en las grabaciones, en el norte de Italia, donde la pilló la explosión de la pandemia. En este periodo, sin poder moverse (como el resto del mundo) vive "una pesadilla". Logra "sobrevivir" y trata de "reconstruir" su vida con el respaldo de su madre. En junio de 2021, consigue reorganizar sus planes: volará de Roma a Argentina y podrá continuar sus estudios de Antropología.
Sin embargo, sufre otro revés: una nueva restricción severa por parte de Argentina a la hora de viajar. Y se produce "una situación catastrófica". Cuando va a salir de Roma en dirección a Buenos Aires, cargada con nueve maletas que decide no enviar por carguero sino facturarlas como bultos adicionales, no puede. "Tengo un inconveniente con el despacho del equipaje", explica, "y considero cambiar el vuelo por otro cinco días después, con otra compañía". Gracias a su madre, consigue pasar un mes con alojamiento en Roma.
"Argentina puso un cupo de 600 personas diarias para entrar al país por aire y fue un caos. No solo para mí, sino para todos los viajeros", explica.
Luego se abre ese aforo firmado el 28 de junio a 1.000 personas. Y trata de comprar otro pasaje. Pero ya los precios han subido hasta los 6.000 euros, rememora. Pide ayuda en el consulado de Roma y le dicen que no hay ningún impedimento para viajar, que la organización dependía de las aerolíneas. Y decide adelantar yendo a Madrid. "Estuve destinando los ahorros familiares, con costes altísimos, para llegar aquí, a fines de agosto", apunta. Lo primero que hace es preguntar en el consulado. No recibe respuesta hasta tiempo después. Y entonces empieza su calvario en Barajas, con "desamparo", sin comida, sin asistencia.
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"No me dejaron volver, empeñé todos los ahorros y ahora no puedo agarrar un vuelo", resume entre un muro de maletas donde sobresalen objetos enfundados y algunas bolsas de comida industrial. Milagros Almeida ha pedido reiteradamente ayuda en el consulado y de forma individual para poder alimentarse. Y ha abierto una cuenta bancaria para que aporten dinero. Su historia incluso ha sido publicada en varios medios latinoamericanos, con cierta repercusión. Algunos pantallazos subidos a la red muestran los correos enviados al consulado. La embajada, por su parte, respondió públicamente que le habían facilitado un contacto y sugieren que no se deja ayudar.
Almeida, sin embargo, aclara que ha ido hasta el consulado de Madrid a pedir ayuda, que ha escrito y que la única solución fue darle 20 euros y la posibilidad de que los servicios sociales españoles le proporcionaran un albergue para personas sintecho. "Se desvincularon, porque quien me tiene que atender es Argentina, no España", defiende. Según las declaraciones de un vigilante de seguridad del aeropuerto, su estancia no es molesta y no la tienen ni siquiera en mente: "Como esto ha estado cerrado hasta hace poco, casi no ha venido nadie. Y los que están se van moviendo de terminales", confiesa a Sputnik.
En el mostrador de Aerolíneas Argentinas conocen el asunto. Pero con ellos no tiene ningún trato comercial, así que se inhiben de dar opinión. Sí que afirman a Sputnik que el consulado ha estado por allí y que les habían dejado caer que ella había tenido reticencias al auxilio. Desde el Samur Social de Madrid, organismo que atiende a personas vulnerables, explican que la actividad de sus equipos de calle, localizando a personas sin hogar, se ha reactivado hace poco en el aeropuerto. Y señalan que, en cualquier caso, no tienen "ninguna identificación que responda al perfil" de Milagros Almeida. Lo tendrán en cuenta, aseguran, para próximas visitas: según el caso, desde este servicio municipal se dan alternativas habitacionales o se derivan a otras instancias.
Y en el consulado prefieren no hacer declaraciones, remitiendo a los comunicados del ministerio de Relaciones Exteriores de la Cancillería. En el diario Clarín, no obstante, una fuente diplomática dudaba de la historia. "Es muy raro, no sé con qué fin estas dos mujeres lo hacen, pero no es cierto que no se les dio bolilla, al contrario. Esto viene de antaño y tanto la Embajada de Italia, primero, como la de España después, les han brindado asistencia en reiteradas oportunidades. Cuando manifestaron estar varadas, no mostraron pasaje de retorno reprogramado o cancelado. En Italia se les dio asistencia económica y se les hizo pasaporte de emergencia con carácter de excepcionalidad".
© Sputnik / Alberto García PalomoMilagros Almeida, la argentina varada en el aeropuerto de Barajas (Madrid)
Milagros Almeida, la argentina varada en el aeropuerto de Barajas (Madrid) - Sputnik Mundo, 1920, 19.11.2021
Milagros Almeida, la argentina varada en el aeropuerto de Barajas (Madrid)
"El consulado en Madrid las contactó y les requirió datos de familiares y/o allegados en Argentina, pero las ciudadanas no brindaron la información solicitada ni proporcionaron la ubicación exacta en el aeropuerto de Barajas donde se encontraban", reincide este diplomático. "Un funcionario consular se trasladó al lugar para localizarlas, aunque sin éxito a pesar de la asistencia de personal del aeropuerto y de seguridad, quienes informaron no tener conocimiento de que en las instalaciones hubiese personas en esas condiciones", agrega.
Su historia llega al presente como un bucle: las 24 horas transcurren entre fluorescentes permanentemente encendidos, alocuciones continuas por los altavoces, pitidos de coches y trajín de gente. Milagros Almeida, en una esquina apartada, asevera que le está afectando física y psicológicamente. "Es angustioso", confiesa. De vez en cuando, a lo largo de todo este periodo, ha conseguido que le presten un lugar donde dormir o le acerquen comida. Pero no detalla mucho más. También comenta que está con su madre (de la que no quiere hablar). Entre las dos se alternan para asearse en los baños, conseguir comida o vigilar las valijas.
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Milagros Almeida, además, dice que tiene epilepsia, que hace unos años recayó y que su estado no ayuda. "Aun así, no me ayudan, me han dejado desamparada", repite. Los continuos mensajes en Twitter se han ido espaciando y hay incluso opiniones divididas entre la solidaridad o la crítica: piensan que es culpa suya por haber cambiado el vuelo o por no poder costearse otro. Ella alega que ahora está buscando abogados que puedan arreglar la pérdida de boletos y recaudar dinero para volver. Desde octubre, Argentina anuló las restricciones numéricas de pasajeros. "El problema ahora es que los vuelos siguen por los 2.000 euros", indica.
"Estoy pidiendo ayuda y buscando trabajos temporarios por techo y comida. Los pido por redes, pero en mi situación es muy difícil todo. Yo sólo quiero volver y reanudar mi vida en Argentina. Nada más", sentencia, volviendo a esa mudanza detenida, a la poca atención de su país natal y a cierto desdén al que empieza a ser sometida. Sin querer fotos y exponiendo que no ha tenido ningún capítulo desagradable, Milagros Almeida se despide y vuelve a las clases de antropología. Con el móvil enchufado a una batería externa, y los cascos en las orejas, se evade de lo que ocurre a su alrededor: gente de un lado a otro o apurando cafés antes de salir de allí. Su mismo objetivo.
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