- Sputnik Mundo, 1920, 11.02.2021
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El piso de Madrid donde se da cobijo a los inmigrantes con mayoría de edad, pero sin papeles

© Sputnik / Alberto García PalomoVarios de los inquilinos en el salón del piso de Madrid donde se acoge a inmigrantes mayores de edad
Varios de los inquilinos en el salón del piso de Madrid donde se acoge a inmigrantes mayores de edad - Sputnik Mundo, 1920, 15.12.2021
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La asociación El Olivar ofrece habitaciones a ocho personas en el barrio de Hortaleza, a pocos metros del centro de primera acogida de menores no acompañados (menas). De esta forma realizan cursos o intentan conseguir una tarjeta de residencia para trabajar e independizarse.
Reda lleva tres años en España y un periplo tan enrevesado a sus espaldas que le cuesta explicarlo. Termina haciéndolo en un español a trompicones. De Fez, su ciudad natal en Marruecos, voló a Rusia. Pensaba acabar allí sus estudios de comercio, pero el coste de la vida y la imposibilidad de trabajar provocaron que se marchara. Se mudó a Turquía. Le iba mejor, aunque ya le picó el gusanillo de Europa. Y entonces tiró a Grecia, los Balcanes y todo un reguero de países hasta la frontera con Francia.
Cuando cruzó a Figueres, en Cataluña, tomó un tren a Madrid. Y aquí, recurriendo a los servicios sociales, desembocó en un piso del barrio de Hortaleza donde un lunes de diciembre ve un partido de fútbol con un té verde. El inmueble pertenece a la asociación El Olivar, fundada en 1989 para acoger a personas sin techo. Desde hace más de dos décadas proporciona un hogar, comida y apoyo a gente como Reda, que con 26 años sigue sin tener una documentación en regla para trabajar o moverse libremente.
Aquí, continúa, hace un curso de español y alguna vez le llaman "para limpieza". "Estoy tranquilo", sintetiza el marroquí después de unos meses en este rincón de la capital. Convive con otros siete compatriotas. Todos chicos. Las estancias son de largo plazo, así que la confianza se respira cuando entra el resto. Ismael, de edad y ciudad similares, cuenta cómo llegó a Melilla y le ingresaron en el CETI (el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes). "Llevo dos cursos de peluquería y acabo de preguntar por otro de mecánica", dice quien, en realidad, prefiere dedicarse a esto último.
"Lo que le dé más dinero", ríe Imad, oriundo de Mequinez y de 19 años. "No", le responde su compañero, "es que en una peluquería si no viene nadie te aburres; en el taller siempre estás con algo". Al joven no le convence la justificación, y la zanja con su verdadero deseo: retirarse a un sitio "donde no haya nadie". Le apetece huir del trajín. Comprensible si se piensa en la cantidad de centros por los que ha pasado en España y en sus "atípicas" convicciones, como el vegetarianismo. Imad, comenta con ironía, atravesó el estrecho "en avión o patera privada" y se matriculó en 3ª de la ESO (Educación Secundaria Obligatoria), pero jamás se tituló.
© Sputnik / Alberto García PalomoJosé Luis Alcobendas, voluntario del piso de Madrid donde se alojan extranjeros mayores de edad
José Luis Alcobendas, voluntario del piso de Madrid donde se alojan extranjeros mayores de edad - Sputnik Mundo, 1920, 14.12.2021
José Luis Alcobendas, voluntario del piso de Madrid donde se alojan extranjeros mayores de edad
Todos comparten un pasado parecido de desarraigo e indefensión ante un nuevo escenario. Algunos, aparte, suman un pliegue legal que los aboca a la impotencia. Si han llegado con menos de 18 años, la Comunidad de Madrid se encarga de ellos. Como de cualquier menor de edad, independientemente de la nacionalidad. Los tutela en los diferentes pisos que tiene concertados, previo paso por el Centro de Primera Acogida de Hortaleza. En el mes de marzo, tal y como publicaron varios medios a raíz de los datos de la Consejería de Políticas Sociales, Familias, Igualdad y Natalidad, la región contaba con un total de 3.709 menores con medidas de protección. 2.637 (el 71,1%) eran españoles y 1.072 (el 28,9%), extranjeros. De estos últimos, 260 son menas, es decir, no están acompañados. Pero después, en cuanto traspasan esa franja, se quedan en el limbo: sin el paraguas autonómico ni papeles que permitan el ejercicio laboral, permanecen de forma irregular en el país.
Era así al menos hasta el mes de octubre, en que el Consejo de Ministros modificó unos puntos del Reglamento de Extranjería. Gracias a estos cambios, la situación de menores como lo fueron Ismael o Imad, goza de más garantías: existe la posibilidad de trabajar a partir de los 16 años y se les da mayor cobertura hasta los 23. Afecta, según el decreto, a unas 15.000 personas en todo el Estado. Una nueva legislación que puede favorecerles, a pesar de que ellos, de momento, siguen a su bola. "A ver si me dan la tarjeta de residencia", cavila con desgana Hamid, que a sus 19 años ejerce de vez en cuando de jardinero y acaba de volver de dar una vuelta con otros amigos.
Se aproxima la hora límite que tienen puesta para entrar de noche, las once, y ya se han colocado en torno al televisor. En la estampa doméstica falta Débora, asistente de 35 años, que acaba de irse. Se ha quedado Jonathan, de 38. Ella es del barrio y conoció El Olivar hace casi una década. Él es un hondureño que pidió asilo en Madrid y compagina su empleo con pasar unas horas aquí. Hoy, por ejemplo, pasará la noche. Ambos sostienen que es una especie de segunda familia tras la reunión semanal donde se juntan los voluntarios. Salvo uno de los miembros, en plantilla, nadie cobra.
Juan Luis Alcobendas es, con 55 años, uno de los veteranos. Está desde el principio, cuando ni siquiera ocupaban este espacio. "Hemos estado en otros pisos. Lo mejor de este es que, al ser público, no nos cuesta alquiler", indica desde una de las habitaciones, reservada a los monitores. Rememora aquellos primeros momentos en los que la mayoría de residentes eran españoles. La heroína había hecho estragos y pensaron desde esta asociación, con un ideario católico, que había que respaldar a los niños en el trecho más complicado, de los 18 a los 23. "La Ley del Menor defiende al Menor, pero luego ya hay un vacío", reflexiona.
© Sputnik / Alberto García PalomoTablón con números de interés y reparto de tareas en el pido de Madrid de la asociación El Olivar
Tablón con números de interés y reparto de tareas en el pido de Madrid de la asociación El Olivar - Sputnik Mundo, 1920, 14.12.2021
Tablón con números de interés y reparto de tareas en el pido de Madrid de la asociación El Olivar
Bregado en la vida social del barrio, de donde es y donde sigue viviendo, narra la trayectoria de El Olivar y los cerca de 300 chicos que han pasado por allí. Este inmueble, su sede desde hace unos 15 años, era lo que se conocía como La Humanitaria, un hospicio construido durante la II República para quienes llegaban a Madrid como temporeros. Más adelante lo reformó Patrimonio Nacional y sirvió de escuela pública y de centro para toxicómanos. La ordenación final incluye habitaciones dobles para los ocho residentes, una cocina, dos baños comunes y un pasillo con estanterías donde se apila la comida cedida por el banco de alimentos.
"Nos financiamos con las cuotas opcionales de los socios", esgrime Alcobendas, "y con donaciones particulares". Además, matiza, cuatro de los chavales tienen una subvención de la Comunidad de Madrid. En cualquier caso, no hay hueco para el derroche. Es más: adolecen de recursos. Cada día, calculan, les llegan tres o cuatro solicitudes. Ellos debaten si pueden hacerse cargo de alguno, que tienen que esperar a los huecos. "En cuanto hay plaza, se rellena. Solo tenemos cuatro condiciones: que sean mayores de edad , que no tengan una enfermedad mental muy grave, que no tengan ninguna adicción y que vengan con una actitud de cambio y favorable", apunta.
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Otro de los criterios se inclina hacia la convivencia. Por ejemplo, que solo haya chichos no es una norma, pero es una elección que toman en función de cómo se puede desvirtuar el comportamiento. "Teóricamente es mixto, pero solo ha pasado una chica en los 21 años", concede el voluntario. Tampoco hay unas reglas rígidas en cuanto a la entrada o salida. "Es orientativo", acuña. Sin embargo, se marcan unas horas y unas tareas para facilitar el día a día.
"Nosotros les damos la oportunidad, no les solucionamos la vida. Y lo que tienen que tener claro es que aquí están porque sí, pero que se les puede acabar. Lo importante es que obtengan independencia y plena autonomía", remata Alcobendas.
Uno de los temores, de hecho, es que la situación se haga crónica. Por eso les impulsan a hacer cursos, les ayudan con la burocracia y les ponen un abanico de edad (de los 18 a los 23 años) para que piensen en el piso como algo temporal, aunque luego cada caso se estudie y se pueda permanecer más tiempo. También se les puede expulsar, según las faltas. "Consideramos la opción si ocurre algo grave, como una pelea. Pero siempre en frío, para no dejarles en la intemperie", asegura quien ha visto "cuchillos, cristales…" y quien antepone el diálogo a la despedida rápida.
Esa consideración es uno de los escudos que tienen hacia la criminalización de los inmigrantes. En los últimos tiempos, azuzados por discursos ultras, los conocidos como menas (menores no acompañados) han sufrido ataques públicos. Durante la campaña a las elecciones autonómicas, el partido político Vox colgó un cartel criticando demagógicamente su coste. Además, es común ver opiniones en Twitter alarmando de la inseguridad que causan estos menores, cuando en realidad Madrid mantiene unas cifras de criminalidad por debajo de la media nacional, según los datos del Instituto Nacional de Estadística.
"Ha habido conflictos en el barrio, pero muy puntuales", arguye Alcobendas. En El Olivar tratan de demostrar que las voces de alarma sobre quienes están tutelados son falsas. "Aquí hay historias impresionantes. Todos quieren prosperar", defiende el veterano. En el salón se propaga el silencio. Murmuran que hay cierto recelo y que el centro de menores da mala imagen al barrio sin justificación. "El otro día a mí me dijo un señor que era de los que fabricaba bombas", dice Imad. "Hay de todo. Algunos miran mal, otros dicen 'hola", alega Ismael, sin darle demasiada importancia al asunto. Prefiere prestar atención a la pantalla y renovar el agua para hacer más té.
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