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Droga, lucha vecinal y accidentes aéreos: el año en que una ciudad española cambió el rumbo del país

© Europa Press / Europa PressManifestación en Madrid tras el Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981
Manifestación en Madrid tras el Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 - Sputnik Mundo, 1920, 02.01.2022
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El periodista Arturo Lezcano expone en 'Madrid, 1983' (Libros del KO) los acontecimientos que marcaron una época y sirvieron de bisagra entre la dictadura y la democracia.
Hay fechas que se clavan en los libros de historia como chinchetas en el lugar visitado de un mapa. En España, 1982 está lleno de efemérides y se considera el año en el que entró en la modernidad. Las fotos de la época ya viran del blanco y negro al color, con un estallido cromático que sugiere apertura, frescura, júbilo.
El país mediterráneo celebraba el campeonato mundial de fútbol y las calles se llenaban con estampas de Naranjito, su simpática figura oficial. En la calle, lo que ya sedimentaba con el nombre de Movida Madrileña hacía contonearse a una juventud ávida de hedonismo. Y en el plano político, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ganaba las elecciones con una mayoría aplastante gracias a su carismático líder, Felipe González.
Brillaba la pana en el congreso, la muchedumbre en los garitos y el futuro en las pupilas. Todo sugería el inicio de una prosperidad anhelada durante cuatro décadas de dictadura. Y así puede contemplarse desde una perspectiva didáctica. Lo fue, pero no evitó ciertos contratiempos. Los ácaros bajo el felpudo, que quizás han permanecido ocultos en el discurso académico, se hicieron pelusa durante los meses siguientes. Y eclosionaron en una ciudad y bajo unos parámetros concretos.
La capital de España copaba los focos de esa nueva ola musical, de sus rompedores dirigentes y de esa construcción social que se cimentaba desde la periferia. Pero también era el enclave donde se cebaba la heroína con sus adictos, donde las revueltas populares ponían en aprietos a los nuevos gobernantes, donde varios accidentes aéreos provocaban centenares de muertos y donde se mezclaban ataques de grupos terroristas de ultraderecha, de izquierda o independentistas.
Un panorama que ha retratado Arturo Lezcano en Madrid, 1983, editado recientemente por Libros del KO. El periodista gallego, nacido en Ferrol en 1976, extiende sobre el tapete todas las fichas de aquel momento y las examina con la curiosidad del foráneo. Curtido como longevo corresponsal en Brasil o Argentina, utiliza la misma óptica en el caso de esta ciudad. Acude al pasado mediante documentación bibliográfica, trabajo presente en el terreno y entrevista a sus protagonistas. De esta forma, arquea el marco completo y lo estructura en bloques que van desde lo lumpen hasta las desgracias azarosas, pasando por el boceto sociológico.
Comenzó este proyecto, de hecho, por culpa de una de ellas. El 27 de noviembre de 1983, un Boeing 747 operado por la compañía colombiana Avianca se estrellaba en Mejorada del Campo, una localidad a unos kilómetros de Barajas, el aeropuerto madrileño. Murieron 91 personas. Entre ellas, personalidades de diferentes ramas artísticas como el escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia, la pianista española Rosa Sabater o el poeta peruano Manuel Scorza, que viajaban a un encuentro de cultura hispanoamericana en Bogotá. Nunca llegaron, y la tragedia se quedó como un fallo del comandante.
"Grabé un podcast sobre el accidente, y miramos la posibilidad de un libro. Pero quería hacer algo más. La historia detrás de la historia", cuenta Lezcano a Sputnik. Al final, fijándose en distintas variables y olfateando el contexto, dio con este relato panóptico. Se le sumaba otra colisión de aviones el 7 diciembre en las pistas del velódromo con 93 muertos, un choque en la estación de metro Menéndez Pelayo y el incendio de la discoteca Alcalá 20, el día 17 de ese mismo mes, con 81 fallecidos. "En 20 días hubo casi 400 muertos. Y, en cierto modo, se podrían haber evitado", comenta el autor después de tres años de investigación y redacción hasta la publicación del libro.
Esta serie de catástrofes sirven también de metáfora de un país que iba rápido, sin frenos. Y que daba los primeros pasos sobre una calzada de barro. En algunos casos, literalmente: los suburbios de las grandes ciudades, como Madrid o Barcelona, eran asentamientos precarios de trabajadores llegados de otras provincias. En ellos se crearon asociaciones barriales que pedían condiciones de vida digna y que, al llegar el PSOE al poder, mermaron su lucha o se incorporaron al hemiciclo. Hablamos de San Blas, Orcasitas o Vallecas.
Zonas de arrabal que pelearon por unas condiciones dignas y empujaron el carro del Estado de Bienestar. Lezcano parte de estos rincones para valorar su importancia y la disolución con los nuevos aires políticos. "1983 puede suponer el fin, entre comillas, de la lucha vecinal, por dos factores básicos. Primero, la izquierda sube al poder municipal desde el 79 y en este año lo refrenda en los ayuntamientos del cambio, incluido Madrid. En todo el cinturón del extrarradio manda y muchas personas entran en los cuadros del partido", explica.

"Por otro lado, parece que al gobernar la izquierda ya no hay que luchar más o ya no hay que elevar tanto la voz. Y además hay un tercer factor. Los barrios están en remodelación, otros están creciendo y, aunque hay muchísimo por hacer, por lo menos ya hay un acoplamiento real de esas capas de la sociedad al resto", argumenta el autor.

Madrid, dice el periodista, tenía una grisura que requería pintura. La serpentina llegó con la incorporación de esos barrios al entramado urbano, con locales donde empezaban a tocar bandas hoy clásicas y con la figura del quinqui, elevada a las masas gracias al cine. Todos estos factores no evitan altas tasas de desempleo y se plasman en los hasta 60 atracos que se llegaban a cometer al día, las defunciones por sobredosis o la incapacidad del sistema para encargarse de los delitos, teniendo como estandarte la sobrepoblada cárcel de Carabanchel.
Y con la droga haciendo estragos, la fagocitación de La Movida por parte de las autoridades y el arranque del imperio socialista, se lleva a cabo una reforma legislativa (denominada Ledesma por el ministro de Justicia que la impulsó, Fernando Ledesma) que facilita la libertad de detenidos. "Un 90% estaba de manera preventiva hasta cuatro años, y eso provoca que salgan y algunos vuelvan a delinquir", rememora Lezcano. La prensa conservadora usa para criticar al Ejecutivo y trata la situación como "un desmadre", aunque también hay otro fenómeno opuesto: el de quien desparece en los sótanos de comisaría.
A cierta inseguridad en el exterior se suma la inseguridad de dentro de inmuebles policiales. Siguen las rémoras del Régimen, con unas fuerzas de seguridad corruptas y con facilidad para las palizas y torturas. También se añade la presencia de un grupo armado como ETA y de varias bandas terroristas como los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) o pequeñas células de ultraderecha, que habían perpetrado años antes la matanza de los abogados de Atocha y que acababan de ver cómo se fundía un Golpe de Estado a la democracia el 23 de febrero de 1981.
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"Se juntaba el fin de la dictadura con la monarquía parlamentaria", sintetiza el periodista, "y todavía quedaban muchos franquistas, se establecía la violencia independentista o surgían formaciones parapoliciales como los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación)". Un cóctel que, sin embargo, goza aún de cierto halo romántico. La década de los ochenta es material inagotable para la nostalgia.

"No la hubo en los setenta, que es más recordada por la lucha contra Franco, por las manifestaciones corriendo de los grises… Y aquí se desborda. La generación de entonces ya no quiere pelear, sino beber, drogarse y divertirse. A pesar de que, como dice Ana Curra, la Movida eran los 100 que estaban en los mismos sitios, se retroalimenta a sí misma y se favorece con una cascada de dinero público", analiza Lezcano.

Pervive el recuerdo de las crestas, de las tachuelas, del espíritu anárquico en programas de televisión. Aunque la trastienda acumula cadáveres y el champán se estomaga. Las diferentes esferas de la sociedad convergieron en un Madrid convulso y poco narrado que tiene como rostro a Enrique Tierno Galván, su indefinible alcalde. El regidor, conocido como Viejo Profesor por su edad y sus inicios de maestro, tenía el don de la ubicuidad. Acudía a cada suceso y desplegaba sus encantos tanto desde el atril consistorial como desde los tumultos más alternativos.
Fue él quien dijo aquello de "¡Rockeros, el que no esté colocao, que se coloque! ¡Y al loro!", descorchando un periodo de rebelión colectiva. También fue quien, después de esos meses de asaltos, protestas vecinales, atentados o siniestros como los de Mejorada, Barajas, Menéndez Pelayo o Alcalá, afirmó, delante de los periodistas que se agolpaban en la discoteca comida por el fuego: "Lo único que puedo decir es que estoy deseando que se acabe ya este año".
1983, que había empezado en octubre de 1982 con un brochazo rojo en los escaños del parlamento, se despidió cuatro días después, el 21 de diciembre. Aquella jornada, la selección nacional de fútbol le encajó 12 goles a Malta y puso el punto final a un calendario que Arturo Lezcano ha expuesto con perspectiva y oxígeno. "Es que ves lo que pasaba y era una burrada", resume, aunque sepa que apenas aparece en el índice de los libros de texto.
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