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¿La cuarta dosis de vacuna acabaría con la pandemia de COVID en Italia?

© REUTERS / Guglielmo MangiapaneVacunación en Italia
Vacunación en Italia - Sputnik Mundo, 1920, 13.01.2022
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ROMA (Sputnik) — Casi el 90% de los italianos tienen la pauta completa y 25 millones se pusieron la dosis de refuerzo, pero surgen dudas sobre la necesidad de continuar la campaña de vacunación con la cuarta dosis.

¿Hacia la cuarta dosis?

Con sus 191 dosis por cada cien habitantes, Italia ocupa el quinto puesto en la UE por vacunas suministradas. Hasta el momento el 86,5% de la población mayor de 12 años ha recibido la pauta completa y 25 millones de personas se han puesto la dosis de refuerzo.
A pesar de la oleada de la variante ómicron, la alta cuota de vacunación permitió al país mediterráneo reducir de manera sensible el número de los hospitalizados y los enfermos graves, respecto a la situación de hace un año.
Al mismo tiempo, la aparición en Sudáfrica de la nueva variante y su rápida difusión indican que en cualquier momento en uno de los países con una baja cuota de vacunación puede surgir una nueva variante que volverá a poner a prueba el sistema sanitario italiano.
La experiencia del año pasado sugiere una respuesta fácil: hay que seguir con la inmunización total y, de ser necesario, empezar a suministrar la cuarta dosis de vacuna. A fin de cuentas, Israel ya lo hace. Sin embargo, no todos creen que es una buena idea.

Dudas logísticas y médicas

En primer lugar, la vacunación masiva es una compleja operación logística que requiere de una importante movilización de recursos y personal cualificado. El año pasado Italia demostró que dispone de una sanidad pública capaz de asegurar la suministración de vacunas a millones de personas, pero incluso este sistema excelente corre el riesgo de entrar en crisis si hay que lanzar campañas de vacunación cada vez que aparezca una nueva variante.
Tampoco está claro si la cuarta dosis tendrá la misma eficacia que las anteriores. Parece que Israel lanzó la nueva campaña de manera algo impulsiva: el objetivo era frenar la propagación de ómicron, pero, vista la falta del tiempo, no se realizaron investigaciones científicas preliminares.
Según explica el inmunólogo de la Accademia dei Lincei, Guido Forni, en una entrevista con el diario La Repubblica, "existe un término técnico que se llama exhaustion, o agotamiento del sistema inmunológico", que deja de reaccionar si recibe demasiados estímulos.
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En el caso del coronavirus eso no debería pasar, porque "la proteína spike, el antigeno utilizado en las vacunas, estimula el sistema inmunitario de manera blanda", pero, al mismo tiempo, los anticuerpos se reducen drásticamente unos cuantos meses después de la inyección.
También podría surgir otro problema. "Si, tras inmunizarme con tres dosis de la vacuna desarrollada contra la variante inicial, tuviera que recibir una cuarta dosis con la vacuna adaptada a ómicron, mi sistema inmunitario podría reaccionar como si todavía debiera combatir el antígeno anterior", dice Forni.
A su vez, una persona que no se había vacunado antes produciría anticuerpos adecuados para ómicron. En palabras del inmunólogo italiano, "es como si mi cuerpo hubiera aprendido a hacer un tipo de ejercicio. Cuando se le pide que haga nuevos, prefiere volver a los anteriores".

Vacunación: ¿no habría que cambiar el enfoque?

Por lo tanto, antes decretar la suministración masiva de la cuarta dosis, habrá que efectuar estudios científicos sobre su eficacia.
Mientras tanto, a juzgar por las declaraciones de algunos especialistas italianos, el problema podría resolverse por si solo. Según el director de la Clínica de Enfermedades Infecciosas del Hospital Policlínico de Génova, Matteo Bassetti, la pandemia en Italia acabará en primavera de 2022, porque para esas fechas la cuota de vacunación alcanzará el 95% y más de la mitad de la población ya habrá contraído el coronavirus.
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Una opinión optimista que muchos quisieran compartir, pero que parece subestimar el riesgo de nuevas variantes que pueden surgir en cualquier país en vías de desarrollo con una baja cuota de vacunación. En estas condiciones luchar con la propagación de nuevas cepas del COVID en los países ricos significa combatir no el problema, sino sus consecuencias.
Sería más lógico ayudar ahora países como, por ejemplo, Mali o Camerún, donde resulta completamente vacunado el 4,5 y el 3,1% de la población, para no tener que lanzar nuevas campañas cuando surja una hipotética variante maliense o camerunesa.
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