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Medellín lidera la educación menstrual en Colombia

© Foto : Pixabay/PatriciaMoraleda Copa menstrual y tampón
Copa menstrual y tampón - Sputnik Mundo, 1920, 14.01.2022
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Una caja de compensación familiar, de la mano del colectivo Princesas Menstruando, lanzó el primer subsidio menstrual en el país, una iniciativa que busca, además de ayudar con elementos de higiene, derribar poco a poco los tabúes.
A Carolina Ramírez le dijeron que para qué iba a estudiar psicología, que mejor ingeniería o quizá derecho. De hecho, fue una tía la que arrojó la frase lacónica y quizá lapidaria cuando Carolina estaba lista para viajar a Medellín a estudiar en la Universidad Católica Luis Amigó. "No era un asunto de dinero, sino de vocación, de sentir e ir detrás de ese sentimiento".
Carolina nació en Segovia, un pueblo de la región del nordeste antioqueño —a 194 kilómetros de Medellín— en donde se vivió una de las masacres más sangrientas en la historia de Colombia. El 11 de noviembre de 1988, en una noche de aguacero, 46 personas fueron asesinadas por grupos paramilitares. A la mañana siguiente no cabían los féretros en la iglesia para las honras fúnebres.
Pero volvamos a Carolina Ramírez. Luego de graduarse como psicóloga en 2014, se inquietó con la manera adversa en la que se hablaba y se manejaba la menstruación y en cómo, desde siempre, el patriarcado había estigmatizado algo tan natural para las mujeres.
"Me dediqué de lleno a trabajar en este tema. Y cuando hicimos un rastreo para ver qué había sobre la menstruación, en cuanto a pedagogía, no encontramos nada. Se hablaba dentro del contexto de la educación sexual, pero no se ahondaba mucho", relata Ramírez a Sputnik.
Ramírez sabía de la existencia de dos libros en Europa: El tesoro de Lilith (Carla Trepap Casanova) y El libro rojo de las niñas (Cristina Romero), textos que hablaban de la menstruación, pero que en Colombia eran muy costosos. Por ende, entendiendo que en el país, como en el resto de latinoamérica, las bases eran casi nulas, se dio a la tarea de crear una bibliografía propia además de elementos didácticos para dar talleres en los colegios de Medellín.
"Así apareció el libro El vestido de Blanca Nieves se manchó de rojo de la mano del proyecto educativo Princesas Menstruantes (2015), un proceso que se fortaleció luego de varios años de hacer activismo menstrual y de reunirnos en diálogos profundos sobre los tabúes que existen en torno de la menstruación", explica Ramírez.
En sus inicios, este colectivo tuvo que resistir con fervor para cumplir su cometido, pues a las instituciones educativas no les interesaba el tema. Tanto así, que el primer tiraje de El vestido de Blanca Nieves se manchó de rojo fue financiado con un préstamo a título personal. "Recuerdo que tocamos las puertas de cinco editoriales y a ninguna le llamó la atención. Pero era algo que teníamos que hacer, empezar a crear literatura no solo para niñas, sino para mujeres menstruantes".
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Ya en 2016, y luego de insistir y resistir para sobrevivir, algunos colegios empezaron a solicitar acompañamiento para la educación menstrual, pero de manera gratuita. "Lo hicimos porque teníamos claro que había que derribar las narrativas opresoras, cosas como 'la menstruación te hace mujer' o 'si te llega la menstruación ya puedes quedar embarazada'. ¡Por Dios! Cómo se le dice a una niña de 10 años que ya puede ser mamá. Eso también es estigmatizar".
Princesas Menstruantes continuó con la pedagogía. Y no solo en Colombia, sino también en otros nueve países de América Latina. "Se trata de ir más allá de explicar los aspectos biológicos y fisiológicos y proponer y ejecutar prácticas y pedagogías emancipadoras para que las mujeres, desde niñas, se empoderen con sus cuerpos y entiendan que no hay nada de malo en menstruar, todo lo contrario, es algo natural".

Un subsidio para reducir la pobreza menstrual

Si bien en Colombia la estigmatización de la menstruación no está al nivel de países como India, en donde a las mujeres no se les permite ingresar a la cocina porque agrian la comida, o como Nepal, donde las niñas y mujeres son aisladas por miedo a que traigan al hogar desgracia, el índice de pobreza menstrual es alto.
Según la encuesta Pulso Social realizada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), 73.000 colombianas —a corte de mayo de 2021— usaban ropa vieja, servilletas y papel higiénico para atender su menstruación.
Esta misma encuesta reveló que el 8% de mujeres, adolescentes y niñas consultadas tuvieron que detener sus actividades habituales a causa de su periodo menstrual, y que el 14,8% de las encuestadas, en 23 ciudades colombianas, no contaron con recursos para adquirir productos para la menstruación.
"El gasto puede ser de 180.000 pesos [alrededor de 45 dólares] al año en estos implementos, el 18% del salario mínimo en el país". Las palabras son de Juana Botero, abogada de la Caja de Compensación Familiar de Antioquia —Comfama, empresa social que maneja los aportes de los trabajadores— y quien lideró la estructuración del primer subsidio menstrual de Colombia.

"Todo nació de las conversaciones que tuvimos un grupo de mujeres que trabaja en Comfama. Nos dimos cuenta que si bien existía un descuento para la compra de productos higiénicos era necesario ir más allá, algo que ayudara a solucionar el problema de una manera más efectiva" , explica Botero.

Comfama empezó a buscar aliados para edificar este subsidio de la mano con la educación menstrual y encontró al colectivo Princesas Menstruantes, con el que trabajó para un primer alivio para 2.700 niñas y adolescentes —entre 12 y 18 años— y que ahora beneficia a todas las mujeres afiliadas a la caja de compensación.
"Queremos que accedan a copas, toallas reutilizables y calzones absorbentes, tres productos amigables con el medio ambiente. Es importante este punto porque sabemos que en los elementos tradicionales, no en todos, se usan derivados del petróleo e introducir eso por nuestros conductos vaginales es dañino", agrega Botero.
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La idea de brindar estos artículos es que haya una correlación con la educación menstrual, pues en la ciudad —no solo en la ruralidad— existen creencias tales como que la copa menstrual puede quitarle la virginidad a una mujer.

"Hablando con la gente nos hemos enterado de que hay padres que no dejan que sus hijas usen tampones porque creen que se les van a meter muy adentro de sus cuerpos. La lucha también es contra el desconocimiento", resalta Botero.

Aunque en Colombia hay tres proyectos de ley con relación a la salud menstrual que están en trámite en el Congreso de la República —la entrega de productos de higiene para mujeres privadas de la libertad, dar licencias menstruales, y un proyecto educativo—, ninguno ha sido aprobado y todavía no hay una iniciativa para reducir la pobreza menstrual en el país.
"Ojalá esto sirva como ejemplo para que más entidades de orden nacional se sumen a la tarea de educar y desmitificar la menstruación y así eliminar los tantos eufemismos que existen alrededor. Y de paso ayudar para que más mujeres tengan acceso a artículos necesarios. En otras palabras, para que se hable más de lo que significa ser mujer", concluye.
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