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Ley de identidad de género: una deuda de Nicaragua con la comunidad LGBTIQ+

CC BY 2.0 / Annamaria Vidović / Wear It With PrideLa bandera de la comunidad LGBT
La bandera de la comunidad LGBT - Sputnik Mundo, 1920, 19.02.2022
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MANAGUA (Sputnik) — El derecho a una ley de identidad de género es demandado en Nicaragua por colectivos de mujeres trans, que plantean la autodeterminación de su libre desarrollo y el reconocimiento político a una historia de vida quebrantada por la violencia familiar, social e institucional.
En los países que ya aprobaron una ley similar, la medida para la igualdad real de las identidades no binarias (ni hombres ni mujer) supone el respaldo institucional para aquellas mujeres y hombres que deseen cambiar su nombre y sexo ante el registro civil de las personas, aunque eso no siempre se traduce en el respeto y respaldo de la sociedad y la familia en particular.
La vida de las personas transgénero está cargada de sufrimiento y experiencias de rechazo, exclusión, maltrato psicológico, verbal y físico desde su núcleo familiar, que en la mayoría de los casos opta por echar a la calle a las niñas y niños que declaran su disidencia de género y sexo. La sociedad aún sanciona la diferencia.

Autodeterminación

"Desde que tengo uso de razón me identifiqué como una niña, siempre me definí dentro del género contrario. A la edad de los nueve años les dije a mis padres que me sentía de esta manera [mujer-femenina]. No le tomaron importancia, el problema fue cuando empecé a tener la expresión de género: ya no calzaba dentro de la norma social. La primera discriminación que uno sufre es la de su familia, luego viene la de la sociedad", declaró Mística Guerrero, en diálogo con la Agencia Sputnik.
La autodeterminación por defender su derecho a la identidad de género desde la feminidad, la llevó a someterse a cambios hormonales y quirúrgicos, así como tratamientos psicológicos para resistir a los procesos depresivos por el rechazo que vivió.
Con la madurez que le dio definir su identidad, considera que la etapa plena de gozar de sus derechos de ciudadana a los 45 años aún se ve afectada por los obstáculos legales e institucionales, que no le han permitido cambiar su identidad masculina y los nombres de nacimiento con los que fue registrada.
"Decidí hacer un cambio de nombre en un juzgado civil, asumiendo que la ley acá [Nicaragua] me permite el cambio de nombre ligado a mi proceso de vida y mis cambios biológicos, [pero] no se me dio una respuesta positiva, [aunque] tampoco se cerró el caso. Entonces decidí demandar al Estado. Al final, los nombres no tienen sexo, pero la sociedad le pone sexo al nombre", afirmó.
Relató que el rechazo fue explícito cuando decidió tramitar su cédula de identidad. Una funcionaria del Consejo Supremo Electoral le dijo que no podían extenderle la cédula y la emplazó a asumirse dentro de la heteronormatividad social.
"Tenés que cortarte las uñas, quitarte el maquillaje, recogerte el cabello", le recalcó la servidora pública.
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Reclamo legítimo

La politóloga Josseling Manzanares califica de legítima la demanda de una ley de identidad de género para la comunidad del orgullo lésbico, gays, bisexual, transexual, intersexo y queer (LGBTIQ+), pero advierte que esta no estará en la agenda pública mientras la sociedad nicaragüense reprima y penalice desde su sistema de valores y creencias la diversidad sexual.
"Implica trastocar las fibras culturales y sociales y una serie de sistema de valores y creencias muy arraigados en Nicaragua. Existe una discriminación cultural que es difícil de contrarrestar porque son prejuicios muy arraigados", expresa a la Agencia Sputnik la también integrante del colectivo Ideario Popular, que se plantea la construcción de una sociedad más humana.
Para ella, una ley de identidad de género no va a corregir la discriminación contra las mujeres transgénero de Nicaragua y de ningún sector poblacional vulnerado. Debe legislarse una iniciativa encaminada a deconstruir las barreras culturales que están enraizadas en la mentalidad y práctica de quienes transgreden los derechos de la otredad, sustentadas a su vez en la creencia de la superioridad de la que se nutre la violencia machista.
"Todavía hace falta cuajar esa realidad en donde se erradique todo tipo de discriminación", señala Manzanares.
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