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Arelis Uriana, la indígena wayúu que quiere ser presidenta de Colombia

© Foto : Cortesía MAISArelis Uriana, de 45 años, junto a Juan Manuel Galán, candidato a la presidencia por el Nuevo Liberalismo (izq.) y Luis Gilberto Murillo, candidato por Colombia Renaciente
Arelis Uriana, de 45 años, junto a Juan Manuel Galán, candidato a la presidencia por el Nuevo Liberalismo (izq.) y Luis Gilberto Murillo, candidato por Colombia Renaciente - Sputnik Mundo, 1920, 01.03.2022
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La candidata del Partido Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS) es la segunda mujer indígena en Latinoamérica que se lanza en este tipo de contienda. El próximo 13 de marzo, su rostro aparecerá en la consulta interna del Pacto Histórico.
La protagonista de este perfil hace referencia al origen y a las raíces, a la tierra de su tierra. Y para eso hay que ubicarse al norte de Colombia, en La Guajira, en Fonseca, una población de cantores, vallenatos y acordeones. Un lugar en el que a través de las coplas se daban a conocer las noticias, donde la música narró las travesías de los contrabandistas a lo largo del río Ranchería. Así, a primera lectura, un pueblo mágico y enigmático, pero ya en la realidad, un pueblo sumido en la pobreza desde siempre, de construcciones y proyectos abandonados.
Allí nació Arelis Uriana, precandidata a la presidencia de Colombia por el partido MAIS (Movimiento Alternativo Indígena y Social), la primera mujer indígena en lanzarse a una contienda como esta en el país y la segunda en Latinoamérica después de lo hecho por la guatemalteca Rigoberta Menchú en 2007.
Uriana se expresa con calma, mas no con pausa. Y en sus palabras se nota que la humildad también puede ser una fuerte arma de combate. Empieza refiriéndose a su niñez, a lo complicado que fue empezar a estudiar a los ocho años por la falta de oportunidades. "Nuestro resguardo no tenía infraestructura educacional. No conté con las oportunidades de otros, de aprender temprano a leer, de poder escoger una carrera, incluso de asistir a la universidad".
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De hecho, Uriana rememora que fue su papá, Carlos Uriana, el cacique gobernador de su comunidad Mayabangloma, quien le enseñó a leer y escribir. Primero las vocales y luego las consonantes. Luego ambas juntas, frases sencillas. "Tenía una letra horrible, pero mi padre era muy estricto. Me inculcó que debía prepararme para ser una mujer independiente, que no se dejara pisotear de nadie. Y que tenía que demostrarle al mundo que estaban equivocados sobre nosotros los wayúu y sobre las comunidades indígenas en general". También le infundió el respeto por las tradiciones. Y el amor como una manera de orgullo, de sentir satisfacción por sus ancestros y su cultura.
El primer trabajo que tuvo se lo otorgó ella misma cuando decidió ser la secretaria de su papá a los 12 años. Perdió el miedo a hablar en público, aprendió la rigurosidad que genera el orden y durante mucho tiempo caminó al lado de él en cuanto evento hubiera, con libreta en mano y un bolígrafo.
"Me pedía claridad en las relatorías de sus reuniones y me corregía mucho. Y esa es otra manera de educar. Por eso cada vez que me piden volver atrás vuelvo al presente para recordar que mi padre fue mi maestro, mi amigo, mi jefe", cuenta Uriana.
En esta historia el padre tuvo una gran influencia, pues fue el primer líder indígena que viajó a Europa para dar a conocer la diversidad de los pueblos en representación de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC)). Y lo hizo sin el temor de no saber más que el español y el wayuunaiki —lengua de los wayúu—, algo que frenó a otros líderes que prefirieron decir que no por miedo a no poder comunicarse.
"Recuerdo que cuando llegó a casa nos hizo reír porque contó que nunca supo cómo su maleta, que dio por desaparecida en Bogotá, apareció en su lugar de destino. Y con todo lo que llevaba dentro. Mucha templanza, muchas ganas de hacer lo que fuera necesario por su gente. Gracias a él organizaciones internacionales se enteraron de que teníamos una problemática social muy grande", relata.
Y si bien el padre dignificó el trabajo y la preparación académica, la madre lo hizo con la existencia, con el valor de ser mujer, de respetar su cuerpo, entenderlo y saber pasar de la niñez a la adolescencia y después a la adultez. "Además me repetía hasta el cansancio que lo más valioso de nuestra comunidad eran los mayores, los dueños del conocimiento milenario, y los niños. Entonces tuve dos influencias muy fuertes que me fueron formando en la lideresa que soy hoy en día".

Una precursora y defensora de los derechos de las mujeres

A medida que Arelis se fue involucrando más y más en las dinámicas de los liderazgos de las comunidades indígenas, se dio cuenta de algo tan inevitable como evidente y por lo que nadie había luchado antes: las mujeres no tenían voz y voto en la toma de decisiones, ni en los escenarios políticos, mucho menos podían aspirar a cargos de poder. "Solo nos tenían para tejer, cocinar y mirar. Y entonces se me ocurrió una idea".
Uriana le propuso a otras mujeres la difícil tarea de empoderar a las indígenas y hacerlas partícipes de la vida política de sus resguardos. Y empezaron a viajar a los diferentes eventos de la ONIC en la costa norte colombiana y siendo recursivas recolectaron el dinero para los transportes. De hecho, en 2003, cada una se comprometió a realizar una actividad para tener dinero suficiente para viajar a un encuentro de la organización en Bajo Grande, Córdoba, al norte del país, muy cerca de Montería. "Se me ocurrió vender comida y hacer una fiesta".
En esa oportunidad, el grupo de mujeres, lideradas por Arelis, llegó hasta la convención y presentó a los hombres un documento, escrito de puño y letra, en el que se proponía la creación de la primera escuela de formación política para mujeres indígenas en Colombia. "La idea era tener un espacio para que las mujeres se dedicaran a gobernar, a convertirse en actoras políticas de la comunidad".
La proposición estaba tan bien estructurada que los hombres de la ONIC solo hicieron una objeción: no estaban de acuerdo en que fuera solo para mujeres. Luego de debatir se concluyó que el 70% de los cupos fuera para mujeres y el resto para jóvenes líderes y adultos mayores.
"Me permitió conocer mejor las problemáticas de las mujeres indígenas y buscar una salida para solucionarlas en una Colombia en la que olvidamos su diversidad. Además, nos dio una voz más fuerte para denunciar la hambruna de los niños en La Guajira, las tierras desérticas que nos dejan y en las que no se puede sembrar nada, y la falta de educación. Es muy duro ver a los pequeños sentados en una piedra bajo un árbol estudiando en vez de hacerlo en una escuela. Somos una pequeña África".
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El temor y la zozobra por cuidar la vida

Si bien lograr un liderazgo representativo ayudó a visualizar deficiencias en su comunidad, la palabra punzante puso a Arelis Uriana en la mira de varios actores que empezaron a sentirse incómodos con sus denuncias.
En un comienzo el mismo Ejército la tildó de guerrillera, como a todo aquel que se pusiera del lado de la comunidad. Incluso, luego de sus viajes por el país la señalaban de conspiradora y de andar de lado a lado trabajando con la insurgencia. Ese abandono del Estado obligó a los mismos wayúu a velar por su seguridad. En 2007, con la ONIC más fuerte que nunca, llegaron las amenazas de los paramilitares, las llamadas, los panfletos. En una ocasión, en plena reunión en horas de la noche, un helicóptero arrojó volantes en los que se pedía que acabaran con estos espacios si querían conservar su vida.
"Mi padre me decía: es mejor que te maten hablando que te maten en el silencio. No desistas", explica. Después de varios intentos, por fin la Unidad de Protección Nacional designó un esquema de seguridad, bastante precario, para que la acompañara a todas partes. "Un hombre, un chaleco antibalas y un teléfono celular. Ni siquiera un vehículo. Nos teníamos que movilizar en transporte público corriendo un alto riesgo".
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De la mano con su crecimiento político —fue candidata a la Cámara de Representantes en 2018—, Uriana recibió un poco más de amparo, en este caso, con un carro convencional y otro hombre. Desde entonces empezó a implementar protocolos y a tener más cuidado. "Se privatizó nuestra libertad, algo que no debería sufrir ningún colombiano".
Ahora, con más esperanza que antes, Uriana quiere ser la primera presidenta del país de la mano de una coalición (Pacto Histórico) en la que el mayor favorito para quedarse con la candidatura única es Gustavo Petro —la consulta presidencial será el próximo 13 de marzo—.

"La Guajira y Colombia son palabras femeninas. Ha llegado la hora de tener una presidenta, el siglo XXI es de las mujeres, pues la mujer no gobierna para ella sola, sino para la familia. Y en eso debemos convertirnos todos los que compartimos este territorio: en una gran familia", concluye.

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