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¿Qué carta podría jugar el nuevo partido Forward ante el oxidado sistema bipartidista de EEUU?

© Foto : Twitter / @Fwd_PartyRepresentación gráfica de la polarización de la política de EEUU.
Representación gráfica de la polarización de la política de EEUU. - Sputnik Mundo, 1920, 02.08.2022
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Asegura no ser ni de izquierda ni de derecha y promete que operará con acción más que con la inmovilidad tradicional de los partidos Demócrata y Republicano, se trata de Forward, una nueva fuerza partidista en Estados Unidos.
Forward (Hacia adelante, en español) perfila tener su primera convención nacional en el verano del 2023 y dice que busca afiliar a ciudadanos interesados en reparar "el roto sistema político" de Estados Unidos.
Sputnik conversó con el doctor Jesús Velasco, especialista en el sistema político estadounidense y autor del libro La derecha radical en el Partido Republicano. De Reagan a Trump, para tratar de discernir las implicaciones y alcances del surgimiento de Forward en el panorama electoral del país norteamericano.

Los terceros partidos en EEUU nunca han ganado

La historia de terceros partidos en Estados Unidos no es un fenómeno político reciente, sino que por el contrario se remonta al siglo XIX.
"El partido con mayor voto en la historia de Estados Unidos fue el partido encabezado por Theodore Roosevelt en 1912, después de que él había sido presidente", ejemplifica el profesor egresado de la Universidad de Texas en Austin.
"Por poner otro ejemplo, el caso de George Wallace en 1968, el cual tenía una plataforma totalmente racista, él decía: segregación hoy, segregación mañana, segregación para siempre, ese era su lema de campaña", recuerda el especialista. Wallace alcanzó el 13,5% del voto popular entonces, un porcentaje significativo en la democracia estadounidense.
Si bien estas terceras alternativas podrían reflejar un cansancio ante las propuestas políticas de demócratas y republicanos, reconoce Velasco, lo cierto es que no expresan fuerza electoral para consolidar victorias.
"No van a ganar, pueden llegar a tener fuerza, pero no van a lograr eso, ¿por qué?, porque el sistema político norteamericano está diseñado para que solamente haya dos partidos, los terceros partidos en la historia norteamericana jamás han ganado y no van a ganar por la estructura organizacional del sistema", adelanta.
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Decidir elecciones arrebatando votos

"Lo que sí pueden hacer los (terceros) partidos es de manera indirecta decidir una elección porque les quita votos a los otros partidos, a los dos principales", reconoce el doctor Velasco y cita como ejemplo las elecciones presidenciales de 2000, que llevaron a George Bush hijo a la Casa Blanca.
Entonces Ralph Nader concentró unos cuantos votos que no le permitían tener competitividad, pero que, de haberse sumado al opositor demócrata de Bush, Al Gore, este último habría ganado la presidencia sin ningún problema, estima el universitario.
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Proponerse como 'outsider' vende y vende bien

Forward descansa gran parte de sus promesas políticas en una crítica al tradicionalismo bipartidista estadounidense, al rechazo a los políticos tradicionales y en una acusación general de que la política convencional está acostumbrada a no hacer, lo que se explica porque polarizar vende, dice Velasco.
"Hay una profunda polarización entre los dos principales partidos; por ejemplo, el Obama Care de Obama fue pasado sin ningún voto republicano. Y el segundo elemento es que las instituciones políticas norteamericanas tienen muchos años que están en crisis", apunta el universitario.
Esta crisis, distingue, si bien no implica el colapso del sistema político norteamericano sí genera mucho descontento entre la población en torno incluso a entes que antes estuvieron siempre respaldados por la confianza ciudadana, como la Suprema Corte, que recientemente abrió la puerta a que los estados de la Unión Americana regulen o prohíban el aborto, por ejemplo.
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En ese escenario, venderse como alternativas políticas fuera del sistema tradicional, no contaminadas por sus vicios, es una propuesta que vende y vende bien, señala el académico.
"Donald Trump es el mismo caso, él no era ni político, es la primera vez en la historia norteamericana que una persona que tenía cero experiencias políticas llega a la presidencia de Estados Unidos", subraya.

Ni de izquierda ni de derecha: hacia adelante

Ni a la izquierda ni a la derecha, propone ya en su plataforma el partido Forward, o bien: "Es momento de detener la competencia de gritos", en un cartel que muestra a una persona en rojo y otra en azul oponiéndose con sendos altavoces, en referencia a las identidades gráficas del Partido Republicano y el Partido Demócrata, respectivamente.
Velasco explica que ya en las décadas de 1960 y 1980 los especialistas que estudiaban el asunto norteamericano desde México identificaban que las propuestas políticas estadounidenses se movían en márgenes ideológicos muy estrechos.
"Pero esos márgenes tan estrechos eran muy friccionados, y entonces se buscaba lo que se llamaba el voto mediano, aquel en el cual ni te movías tanto a la izquierda, ni te movías tanto a la derecha, porque si no perdías", recuerda el profesor.
"Entonces esta búsqueda por el centro siempre ha sido real, lo que la historia reciente, llamémosle fines del siglo XX, principios del siglo XXI, demuestra es que tú puedes ganar polarizando", contrasta.
Así como Barack Obama ganó el voto buscando consenso entre los actores políticos de Estados Unidos, subraya Velasco, Donald Trump construyó su victoria de la manera inversa: agudizando las contradicciones y enemistades entre los participantes sociales de la democracia de su país.
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El sistema estadounidense está tan polarizado que demócratas y republicanos se reparten el consumo de noticias de manera definida entre CNN y Fox News, respectivamente, o bien incluso los primeros compran su café en Starbucks mientras que los segundos prefieren Dunkin’ Donuts.
"Entonces, esa situación hace que se intente regresar a la vieja tradición norteamericana de buscar el centro porque es donde tú puedes más fácilmente conciliar, pero ahora esa tradición en algún sentido se convierte en un deseo de recuperar el pasado porque en la actualidad la polarización es lo que existe, no la búsqueda de un justo medio", pondera.

Pese al bipartidismo, actores sociales agitan la escena política de EEUU

El doctor Velasco considera que, pese a que demócratas y republicanos se turnan la ocupación de la Casa Blanca, eso no se traduce en que el llamado establishment partidista tenga el control de la vida política estadounidense. También es visible la preponderancia de posiciones conservadoras en el panorama, donde tachar a alguien de socialista o comunista casi le cancela cualquier posibilidad de que acceda al poder.
Estados Unidos es un país con fuerzas políticas muy dinámicas, subraya, capaces de influir en la toma de decisiones, en ocasiones a través del poder económico y sus canales de injerencia. En materia de política exterior, en tanto, las decisiones políticas de Washington se determinan por intereses, no por principios, acusa Velasco, donde los intereses no cambian mucho si quien ocupa la Casa Blanca es demócrata o republicano.
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Un ejemplo de ello es la condena de Joe Biden a los Gobiernos de Nicaragua, Venezuela y Cuba por su orientación ideológica y a los que acusa de violar los derechos humanos, recuera el académico.
Sin embargo, tras negarles la participación en la Cumbre de las Américas, el mismo Biden viaja a Arabia Saudí a buscar pactos petroleros sin importar las violaciones a los derechos humanos del país islámico.
"Entonces, ¿dónde está el respeto a los derechos humanos? Lo que sí está detrás de eso es un profundo interés económico", discierne.
Si se comprende que la política estadounidense se mueve por intereses más que por posiciones ideológicas, se desvanece una idea de que el Estado controle el devenir de los participantes de la toma de decisiones, sostiene el académico.

Criterios antidemocráticos

La democracia estadounidense, estima el académico, tiene un fuerte componente antipopular en su estructura misma, como la presencia de dinero privado o la relatividad del voto popular en el Colegio Electoral.
Tanto George W. Bush como Donald Trump se convirtieron en presidentes de Estados Unidos a pesar de concentrar menos votos que sus rivales, en términos aritméticos, recuerda el profesor.
"Esos son signos antidemocráticos, que tienen otras virtudes, por ejemplo, no hay conflicto poselectoral, no es como en América Latina", distingue.
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El mejor ejemplo de que, pese a sus problemas y descréditos, las instituciones políticas estadounidenses siguen funcionando con imparcialidad. Así, todas las demandas de fraude electoral interpuestas por Trump contra Biden fueron rechazadas, varias de ellas por jueces que él impuso, describe Velasco, muestra de la solvencia institucional del país norteamericano.
"Eso no quiere decir que no haya problemas serios de representación, de legitimidad, de poder político, es el país con mayor desigualdad social de los países capitalistas desarrollados, es un país con una polarización increíble, que es casi imposible llegar a acuerdos", ejemplifica.
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