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Quién es Jani Silva, la lideresa colombiana que está nominada al Nobel de la Paz

© Foto : Youtube/ANZORC Prensa Zonas de Reserva CampesinasJani Silva, lideresa de Putumayo, nominada al Nobel de Paz
Jani Silva, lideresa de Putumayo, nominada al Nobel de Paz - Sputnik Mundo, 1920, 12.04.2023
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Sputnik habló con esta defensora ambiental del sur del país que lleva más de 40 años trabajando por las comunidades de Putumayo. Junto a ella, hicimos un recorrido por su vida y por la trayectoria que la tiene hoy en la lista de nominados a uno de los galardones más importantes del mundo.
Jani Silva es bastante diáfana cuando hace una radiografía de lo que han sido las últimas décadas en Puerto Asís, municipio al suroccidente de Colombia —muy cerca de la frontera con Ecuador— y una de las tantas puertas que tiene el país a la Amazonia. Y de cómo la población de las cercanías pasó de cultivar maíz, plátano, arroz y yuca, a dedicar sus esfuerzos, exclusivamente, a producir cocaína.

"Recuerdo que teníamos un pilón, que es un recipiente de madera cóncavo, para triturar el arroz y así quitarle la cáscara. Incluso, cuando no se contaba con esto, uno hacía un hueco en la tierra, ponía el costal y con un garrote le daba tan duro como pudiera para separar la cascarilla. Pero en la década de los 80 apareció la mata de la coca y el pueblo se llenó de gente extraña, y nadie se preocupó por sembrar alimentos. Dejamos de ser campesinos", indicó Silva a Sputnik.

La economía mejoró, el dinero en efectivo aumentó, pero la comida escaseó, al punto de que fue necesario traerla de poblaciones aledañas. En ese entonces, Silva tenía 16 años, vivía en una finca cercana al caso urbano con su madre y era la secretaria de la junta de acción comunal sin ser mayor de edad (18 años). ¿La razón? Era la que mejor escribía. "Hice hasta tercero de bachillerato, mientras que la mayoría de las personas no pasaban de quinto de primaria".
Con el auge de la coca, Jani Silva empezó a ver personas extrañas, armadas y con grandes sumas de dinero en efectivo, personas que llegaban a Puerto Asís para comprar coca. Todavía no existía la concepción de que se trataba de un cultivo ilícito. "Usted veía en las calles gente con una mesa y una balanza vendiendo pasta, ganando mucho más que por sembrar maíz o yuca".
Silva siguió adelante con el trabajo social: puso de acuerdo a los vecinos para arreglar las vías aledañas y así poder sacar los productos agrícolas, hizo de intermediaria para solucionar conflictos de parcelas, incluso fue maestra de la escuela mientras que el Ministerio de Educación designaba a alguien. Su voz tomó tanta fuerza que la misma comunidad la propuso para ser la inspectora de Policía en una zona en la que la presencia de la institucionalidad era nula, donde las extintas FARC tenían el control.
"Acepté sin saber usar una máquina de escribir. Y eso que para hacer uno de los trabajos más importantes del inspector, que era elaborar los registros civiles de los recién nacidos, era inevitable usarla. Las FARC me conocían, también mi labor, y aceptaron que fuera yo porque no querían a nadie de afuera", recordó.
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Silva empezó a recorrer las otras veredas, a incentivar la creación de juntas de acción comunal para que los campesinos se organizaran, a enseñarles que unidos era más fácil avanzar. Sin embargo, para 1995, Silva y sus compañeros se dieron cuenta de que ya los jóvenes no querían estudiar, mucho menos trabajar la tierra. La economía de la coca había permeado la región.
"Pelados [jóvenes] de 14 años con grandes sumas de dinero y ganancias semanales superiores a lo que cualquier campesino obtenía en un año. Compraban un revólver, sin ser guerrilleros, un gallo de pelea y todas las noches apostaban", explicó.
Silva le planteó la problemática a un Gobierno nacional que respondió con la fumigación de los cultivos de coca sin hacer una pedagogía previa. Puro glifosato. "Y, claro, por eso se da el gran paro cocalero en 1996, personas viajando por el río Amazonas para pedir la suspensión de las fumigaciones y una sustitución gradual de esos cultivos".
Las marchas duraron meses, con enfrentamientos entre la comunidad y la Fuerza Pública, hasta que el 20 de agosto de 1996 el entonces presidente Ernesto Samper (1994-1998) firmó el Pacto de Orito, un acuerdo para eliminar la coca del Putumayo a través de erradicación manual voluntaria, fomentando una economía solidaria y agrícola.
"Surgió la posibilidad de tener una zona de reserva campesina, un espacio en el que nosotros tomáramos las decisiones directas y existiera una estabilización y consolidación de nuestra economía. Pero esa idea no les gustó a las FARC y ahí comenzaron los problemas", aseveró Silva.
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La lideresa y dos compañeros más fueron amenazados, revólver en la cabeza, para que no hablaran más de la zona de reserva campesina. Y la situación se hizo insostenible porque si en las veredas las FARC los tenían monitoreados, en el casco urbano, grupos paramilitares, que también llegaron por el auge de la coca, los acusaban de ser guerrilleros.
"Duramos un par de años sin poder hacer nada. Tal fue el nivel de presión que en 2002 me mandaron a decir que si no dejaba de ser la inspectora me declaraban objetivo militar", rememoró.
Por la complejidad del momento, Jani Silva tuvo que "camuflar" su labor social a través de la Iglesia, es decir, hacer actividades pequeñas y sin mucho eco para no llamar la atención. "Íbamos de lado a lado diciéndole a la gente que tenía que seguir cultivando alimentos, que ese era el camino para autosostenerse y dejar de depender de la coca".
Hace 12 años, Silva se convirtió en la presidenta de la Asociación de Desarrollo Integral Sostenible Perla Amazónica (Adispa), un grupo que ha llevado a cabo proyectos de reforestación y economía sostenible en la región gracias a la cooperación internacional. Luego de la firma del Acuerdo de Paz, entre el Estado colombiano y la extinta guerrilla de las FARC (2016), Adispa apoyó, de nuevo, el proceso de sustitución de cultivos ilícitos.
"Ha sido una lucha constante, con miedos y alegrías, más miedos, claro. Y no hemos desfallecido, no pensamos hacerlo a pesar de las amenazas y de lo difícil que es trabajar con lo poco que tenemos", agregó Silva.
Esa labor al sur de Colombia, en la que lleva más de 40 años, generó que este 2023 Silva fuera nominada al Premio Nobel de Paz.
"Cuando recibí la llamada no dimensioné el significado real, pero después entendí lo grande que es. Espero que con esto, más allá de ganar, se visibilice una vez más una región de Colombia afectada tanto por la coca y por la violencia, una región en la que desde siempre hemos querido vivir en paz", consideró la lideresa social.
Son más de 200 nominados de 300 países, una buena cantidad para un premio que ya ganó el expresidente Juan Manuel Santos (2010-2018) en 2016 por sus esfuerzos de ponerle fin al conflicto armado más longevo del continente y con la que fuera la guerrilla más antigua de América Latina, las extintas FARC.
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