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Muros que separan realidades opuestas: ¿por qué crecen los barrios cerrados en Argentina?

© AP Photo / Natacha PisarenkoSuburbio (imagen referencial)
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El exponencial aumento en la cantidad de urbanizaciones privadas tras la pandemia responde a la búsqueda de mayor seguridad y contacto con la naturaleza. Sin embargo, el hecho preocupa a los especialistas: ¿son útiles para paliar la crisis habitacional? ¿Suponen una segregación social? Radiografía de un fenómeno en ascenso.
Casa, jardín, pileta. Canchas de fútbol y tenis. Miles de metros cuadrados de espacio verde. Y, sobre todo, seguridad armada las 24 horas del día vigilando que los ajenos permanezcan al otro lado del muro. El palpable confort que ofrecen los barrios privados choca de lleno con su contracara inmediata: la adversa realidad que viven los residentes en las zonas aledañas.
Mariana tiene 40 años y, junto con su pareja, decidieron mudarse a un country —como se conoce a estos desarrollos inmobiliarios— ubicado en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, para criar a su bebé recién nacido.
"Siempre tuvimos el sueño remoto de irnos a un barrio cerrado rodeado de naturaleza, pero la pandemia cambió todo y en pleno 2021 decidimos comprar el lote", relata a Sputnik desde su nuevo hogar.
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El caso de Mariana no es el único. La llegada del coronavirus, y del encierro forzoso, disparó en miles de familias el deseo imperioso de irse a las afueras de las grandes ciudades. "El boom de los barrios pospandemia es total, es como una gran ola que se armó", afirma a Sputnik Mariano Otálora, desarrollador inmobiliario y vicepresidente del grupo SAT Financial Planning.
El economista y empresario pone en números el exponencial aumento en la construcción: "Antes de la pandemia era común vender un barrio de unos 250 lotes en cinco años, y hoy se vende en apenas uno. Sin dudas el COVID fue un punto bisagra, porque permitió el trabajo remoto y la instalación a las afueras de las grandes ciudades".
"La gente empezó a buscar tener espacios abiertos al alcance sin necesidad de moverse tanto. Personas de clase media se dieron cuenta de que podían vivir mejor, en ambientes más amigables con la naturaleza. Esto se replica a nivel mundial", sostiene Otálora.

Punto de inflexión

El quiebre que supuso la llegada de la pandemia se inscribe en el extenso historial de las urbanizaciones privadas en Argentina. Así lo explica Fernando Bercovich, sociólogo y urbanista: "a lo que vemos hoy hay que ponerlo en contexto, porque la primera oleada de barrios cerrados ocurrió hace más de 100 años, en las primeras décadas del siglo pasado".
El segundo boom tuvo lugar durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983), durante la cual el régimen "propició la construcción de autopistas para conectar a los countries más fácilmente con la ciudad", afirma el urbanista.
Por último, el tercer episodio se dio a lo largo de la década de 1990, bajo la presidencia de Carlos Saúl Menem (1989-1999), que tuvo una impronta económica de corte neoliberal con sus respectivas consecuencias sociales. "El crecimiento de la desigualdad en la ciudad llevó a las clases medias a reconectarse con la naturaleza a partir del alejamiento", indica Bercovich.
A diferencia de los antecedentes, la coyuntura actual responde, entre otras cosas, a la inseguridad —referida a los hechos delictivos propiamente dichos, pero sobre todo a la percepción de la misma—. Mariana lo expresa sin eufemismos: "Si bien nunca me robaron, en Caballito [barrio del centro geográfico de la Ciudad de Buenos Aires] yo tenía miedo de salir de noche. No quiero que mi hijo sienta algo así".
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Aunque los indicadores de crímenes violentos muestran una caída sostenida tanto en la ciudad como en la provincia de Buenos Aires (este), la sensación es contundente. "El factor de la seguridad tiene un peso fuerte: la mayoría de la gente que viene a comprar nos cuenta que es porque no se siente del todo tranquila donde vive", apunta Otálora.

"El tema de la seguridad se conjuga con la libertad, porque saber que los hijos van a poder jugar en la calle es algo importante para muchas personas. A veces, los padres de adolescentes la pasan mal y eso lleva a que los barrios sean una alternativa muy interesante", sostiene el desarrollador inmobiliario.

Según Bercovich, la tendencia obedece a una creciente insatisfacción respecto a la vida en las áreas tradicionales: "Hay una percepción de que la ciudad dejó de ofrecer ciertas garantías que fueron apropiadas por los barrios cerrados. Más que una ventaja de los barrios es un déficit de la ciudad".

El costo social del aislamiento

No todo es color de rosas. Si bien bajo un punto de vista subjetivo los barrios cerrados aparecen como una suerte de panacea, en términos objetivos estos desarrollos inmobiliarios acarrean efectos adversos.
"Termina siendo un problema de planificación urbana. Los barrios cerrados son poco densos, generan barreras para el tránsito y muchos de ellos avanzan sobre el suelo productivo. Además, atentan contra la integración sociourbana", sostiene Bercovich.
"Si se lo mira desde el punto de vista individual pareciera ser una solución, pero desde el punto de vista social es un problema grande", advierte el investigador.
La dificultad no atañe exclusivamente a los funcionarios encargados de la planificación. Uno de los efectos indirectos más evidentes del crecimiento de los barrios cerrados se da en el poco contacto de los residentes con quienes viven en los alrededores.
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"Como no hay integración sociourbana, ciertas personas no se cruzan con otras. Los barrios cerrados en este punto son como la anticiudad, porque no favorecen el intercambio entre distintos sectores sociales", afirma Bercovich.

"Que el pobre no se cruce con el rico: habrá un capital social totalmente segregado que dificulta el ascenso social de quien no tiene los recursos. Además, en algún momento el chico criado en un barrio cerrado tendrá que salir de él. Cuanto más tarde lo haga, más difícil será", señala el urbanista.

Desde su experiencia a cargo de la firma inmobiliaria, Otálora da fe del diagnóstico del investigador. "Sin dudas los countries refuerzan los núcleos de afinidad. Hoy el tejido social está tan deteriorado que más que nunca se necesita una contención socioeconómica porque los contrastes son muy fuertes", sostiene el empresario.
Es que los desarrollos inmobiliarios se conciben como una burbuja de la cual no es necesario salir para abastecer ninguna necesidad. "El barrio está diseñado para que no haya que salir de él nunca. Cuando la gente viene al barrio ya tiene todos los servicios instalados", resume Otalora.
Sea el huevo o la gallina, lo cierto es que la inversión privada en los countries termina alentando el crecimiento de negocios independientes que subsisten gracias al consumo de los residentes.
"Hace 20 años quizás había una carnicería cerca y hoy hay 20. Las zonas se urbanizaron mucho y ya no son puro campo. Al haber tanta inversión, se genera un círculo virtuoso que impacta en otras esferas", remarca el empresario.
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El problema persistente

Si los barrios privados no paran de crecer, esto obedece a la fuerte demanda. Sin embargo, que se trate de un desarrollo inmobiliario no significa, en absoluto, una respuesta al problema de la vivienda.
Bercovich pinta crudamente el panorama. "Estamos en medio de una crisis habitacional. Hay un déficit de cerca de cinco millones de viviendas, y la tasa de inquilinización es cada vez menor. Además, el alquiler cada vez ocupa una porción mayor del salario promedio: hoy consume casi la mitad de los ingresos de las familias".
Según el urbanista, el aumento en la cantidad de barrios cerrados obedece, en parte, a este flagelo: "La falta de políticas habitacionales activas que den respuesta a las demandas de la clase media lleva a que cada uno busque resolver su situación económica por su cuenta, y eso termina reflejándose en el crecimiento de este tipo de urbanizaciones".
"Si el Estado se retira, termina dejando en manos del mercado la solución habitacional de las familias y cada uno termina resolviéndolo por su cuenta. Unos construyen una casilla en la villa y el que puede termina refugiándose en un barrio privado".
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