Hiendelaencina, el país de la plata en medio de España que llegó a tener 100 minas de este metal
CC BY-SA 3.0 / Asqueladd /
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Descubiertos a mediados del siglo XIX, los yacimientos de plata desataron una verdadera fiebre en esta aldea de la Sierra Norte de Guadalajara, llegando a producir el 60% de la extracción en todo el país. Tras cerrar en los 80 luego de un largo declive, su actividad la recuerda un museo local, punto de partida de las rutas por las antiguas minas.
Hiendelaencina se halla en el extremo nororiental del Sistema Central, en su punto de encuentro con la cordillera Ibérica. Enclavada en el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara, en sus cercanías se encuentran el hayedo de Tejera Negra (el más meridional de la península Ibérica), cadenas montañosas como la sierra de Ayllón y diversas reservas fluviales y de caza, como la de los ríos Pelagallinas y Sonsaz. En suma, una pequeña aldea rodeada de un agradable entorno natural.
Pero su historia está ligada a las minas de plata que otrora albergó y que le dieron fama en el siglo XIX, cuando la riqueza generada se evocaba incluso en el nombre de los pozos: la Fuerza, la Malanoche, la Verdad de los Artistas, Los Tres Amigos, la Caridad… Así hasta más de 100.
Se llegó a producir el 60% de la plata que se extraía en España; entre 1854 y 1859, por valor de cinco millones de reales. El auge de esta industria conllevó un fuerte aumento poblacional y Hiendelaencina creció hasta los 5.000 habitantes. Y una inactividad de décadas rebajó su demografía a menos de dos centenares.
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A menos de 125 km por carretera de Madrid y afectada de despoblación como toda la región, Hiendelaencina busca ahora reivindicar el hecho de albergar las minas de plata más grandes de España y transformarlo en reclamo turístico hacia 2025. Para esto, su Ayuntamiento cuenta con un presupuesto de 2,3 millones de euros para acondicionar galerías y pozos de cara a las futuras visitas, previa aprobación de los correspondientes estudios de viabilidad e impacto medioambiental.
Auge y apogeo
Fue un geólogo aficionado, Pedro Esteban Górriz, quien en 1844 descubrió el primer yacimiento en la zona de Cantoblanco mientras realizaba unas mediciones del suelo. El filón aparecía a ras de suelo. Górriz también creó la primera sociedad para la explotación de las minas. Los filones presentaban características peculiares, al hallarse fracturados por las fallas del terreno, circunstancia que también marcó posteriormente la irregularidad de la producción.
Pero los yacimientos de plata y su explotación subsiguiente transformaron el área, pues junto a las minas se construyeron poblados, industrias de transformación y hasta centrales eléctricas. Entre 1845 y 1870 se cifra la primera etapa de florecimiento, marcada por un espectacular crecimiento de la población: se multiplicó por 20.
El período 1871-1888 estuvo marcado por una primera decadencia, pues los trabajos ya se realizaban a mayor profundidad y, en consecuencia, eso suponía una reducción del mineral extraído y un beneficio menor. Pero a partir de 1889 y hasta 1915 la extracción de plata recuperó el alza en las minas, donde tecnologías como las perforadoras de aire comprimido provocaron una disminución de las plantillas de mineros.
Decadencia y caída
A partir de 1916 sobrevino la decadencia final. Una falta de planificación (dificultades económicas de las sociedades explotadoras), la irregularidad del propio yacimiento (escasez de filones con buenos beneficios) y la coyuntura económica europea durante la Primera Guerra Mundial (retirada de capitales extranjeros), propiciaron un rápido declive que culminó en 1925 con el cese de la extracción y la extinción en 1926 de la Sociedad de Minas de Plata de Hiendelaencina.
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En la década de los 40 se acometieron nuevos trabajos de prospección, con resultado infructuoso. A principios de los años 80 terminó la última actividad, que se limitaba al aprovechamiento de las escombreras del mineral desechado.
"Volvemos a ser un pueblo solamente agrícola y ganadero, con un pequeño comercio de primera necesidad: farmacia, estanco, herrería, un par de tiendas, tabernas… la presión demográfica sobre la tierra es grande a pesar de la pérdida de habitantes durante el primer tercio de siglo, y la inmigración a las grandes ciudades (Madrid y Guadalajara principalmente) nos deja con las mismas 200 almas que vivían en este rincón apartado de la serranía del Alto Rey", es la descripción que el Ayuntamiento de Hiendelaencina hace de la época que siguió al fin de la actividad extractiva.
Memoria viva
En la actualidad, el Centro de Interpretación de la Minería de la Plata de Hiendelaencina ejerce de museo local y recupera la memoria de esta industria que transformó esta comarca del centro de España. Asimismo, es el punto de partida de varias rutas de senderismo (en esencia, visitas guiadas por las antiguas minas).
En el salón del museo se encuentra también el centro de visitantes del Parque Natural Sierra Norte de Guadalajara. En 2018, se inspeccionaron algunos pozos y galerías accesibles con miras a una futura apertura al público de una ruta minera auténtica, subterránea, que el consistorio local espera que se produzca en 2025.
Además del entorno natural, Hiendelaencina cuenta con un valioso patrimonio arquitectónico e histórico, como la iglesia románica de Santa Cecilia, del siglo XII. En realidad, la aldea forma parte del Camino del Cid, itinerario turístico-cultural que atraviesa España de noroeste a sudeste y sigue las huellas literarias e históricas de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador (célebre caballero medieval del siglo XI), basándose en la obra que glosa sus hazañas, el Cantar de mio Cid.
El empedrado de las calles y las casas con sus característicos tejados de piedra pizarra son otros de los rasgos distintivos, al igual que la gastronomía local, donde brillan platos como el cordero asado o la trucha de río.
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