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El kirchnerismo cumple 20 años: radiografía del espacio que marcó a fuego la política argentina

© AP Photo / Natacha PisarenkoLa vicepresidenta y exmandataria Cristina Fernández de Kirchner, y su esposo, expresidente de Argentina, Néstor Kirchner
La vicepresidenta y exmandataria Cristina Fernández de Kirchner, y su esposo, expresidente de Argentina, Néstor Kirchner - Sputnik Mundo, 1920, 25.05.2023
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El movimiento que protagoniza la vida política nacional desde el 2003 llega a un nuevo aniversario en un momento clave para su refundación. Entre la épica de un pasado glorificado y la incertidumbre respecto a su supervivencia electoral: balance del espacio que deja una huella imborrable tras gobernar el país durante 16 de los últimos 20 años.
El 25 de mayo del 2003 comenzó un período gubernamental que se extendería durante 12 años. La llegada a la presidencia de Néstor Kirchner acarrearía un cambio profundo en la vida política del país. Tras la derrota del 2015, el movimiento se reorganizaría para dar forma al Frente de Todos y volver al poder 2019. ¿Cómo se explica la prevalencia del espacio en un país signado por la inestabilidad?
"Lo que explica la centralidad del kirchnerismo es su capacidad para transformar la realidad y transformarse a sí mismo. Si uno toma lo que era el kirchnerismo en 2003 y toma lo que es ahora, hay muchas cosas muy diferentes. No hay un kirchnerismo, sino mil", explica a Sputnik José Natanson, politólogo y escritor.
Desde hitos como la Ley de Matrimonio Igualitario (2010), la Ley de Identidad de Género (2012) y la reducción drástica del desempleo hasta las denuncias por corrupción, la intervención al Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) para alterar el índice de inflación oficial y el creciente desorden macroeconómico: las múltiples caras del espacio exigen un repaso minucioso por su historia para comprender los desafíos que afronta.
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Reconstruir desde las cenizas

En el 2003 aún resonaban los ecos del estallido de diciembre del 2001, cuando se desató la crisis social y política más importante desde el retorno de la Democracia. Tras una década de vigencia de la convertibilidad —el régimen cambiario que establecía la paridad entre el peso y el dólar—, el modelo impuesto por el gobierno neoliberal de Carlos Menem (1989-1999) se tornaría insostenible.
Las consecuencias políticas estaban a la vista: en 11 días se sucedieron cinco presidentes, en un clima signado por la incertidumbre. "La crisis había sido gravísima: la convertibilidad terminó por explotar y romper las costuras de la sociedad", afirma ante Sputnik Gabriel Mariotto, exvicegobernador de la provincia de Buenos Aires y hombre muy cercano a Néstor Kirchner.
"Desde el 2001 no solo no había autoridad presidencial: tampoco había esperanza, ilusión u horizonte. La tragedia social se reflejaba en el súbito aumento de la pobreza y en la falta de trabajo", señala Mariotto.
Quien terminaría con el inflamable régimen cambiario sería Eduardo Duhalde (2002-2003), tras ser electo presidente por la Asamblea Legislativa el 1° de enero de 2002. "La estabilización que produjo Duhalde es el primer beneficio de Kirchner: había una economía que ya empezaba a funcionar. Fue un beneficiario de la gestión que terminó con la convertibilidad", considera Martín Rodríguez, escritor y analista.
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Tras su interregno, Duhalde convocaría a elecciones, en las que emergería como candidato un gobernador de la provincia patagónica de Santa Cruz (sur): Néstor Kirchner obtuvo apenas el 22% de los votos para entrar a la segunda vuelta, pero su contrincante —el expresidente Menem— renunciaría al balotaje ante la inminente derrota. Con el apoyo de apenas la quinta parte del electorado, Kirchner asumía la conducción de un país que recién salía del abismo.
"Kirchner llegó con la virtud paradójica de ser un desconocido: usó ese vacío para 'llenarse de sociedad', tomando todo lo que había dejado el 2001", apunta Rodríguez. La acertada lectura de la frágil realidad argentina que tuvo el mandatario es compartida entre los analistas: "Kirchner supo interpretar un clima de época: se necesitaba reconstruir la autoridad presidencial y crear un orden. Néstor fue un gran creador de órdenes", señala Natanson.
"La obsesión de Kirchner era acumular poder: era una máquina de acumular poder, sabiendo que partía de una situación extremadamente frágil", remarca el politólogo.
Pese al escaso volumen de apoyo en las elecciones, el mandatario desplegó su impronta desde la gestión económica: "Apuntó a fortalecerse de reservas de dólares para pagar la deuda con el FMI y así terminar con el cogobierno que suponía el acuerdo con el organismo", explica Natanson.
Ante un clima internacional favorable para Argentina —con un aumento en el valor de commodities como la soja, el principal producto de exportación del país— el Gobierno alcanzó el superávit fiscal y comercial, que "fueron fundamentales para empezar a recuperar el trabajo y la moneda", resumió el politólogo.
Ante una economía en crecimiento, que se reflejaba en la reducción de la pobreza y el desempleo, el oficialismo triunfaría en las elecciones presidenciales del 2007 con la candidatura de la senadora y esposa de Kirchner, la actual vicepresidenta Cristina Fernández.
El 45% de votos cosechado por Fernández daba cuenta del clima de época: "Los primero cuatro años de gobierno fueron bastante hegemónicos", considera Rodríguez.

Punto de quiebre

El clima político se reconfiguraría en marzo del 2008, cuando —en medio de los coletazos de la crisis financiera internacional— el Gobierno de Cristina Fernández anunció un aumento en el porcentaje de retenciones impositivas a las exportaciones agropecuarias, en el marco del aumento del precio global de la soja.
La medida disparó el inmediato rechazo de los productores rurales y de sectores de la sociedad identificados con la oposición: la tensión escaló hasta el punto de que el propio vicepresidente, Julio Cobos, votó en contra de la ley impulsada por el oficialismo, tras el empate en la Cámara de Senadores, situación que marcaría un quiebre en el devenir político del gobierno.
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"El 2008 es el momento bisagra, a partir del enfrentamiento con el campo: ahí se da un cambio en la naturaleza política del kirchnerismo. Se da la ruptura ahí entre el poder económico y gobierno", destaca en diálogo con Sputnik, Ulises Bosia, filósofo y autor de El segundo kirchnerismo.

"Ahí surge la identidad del kirchnerismo y, a la vez, la del antikirchnerismo, que evolucionaría hasta terminar con el triunfo de la alianza Cambiemos con Mauricio Macri en las elecciones presidenciales del 2015", apunta Bosia.

Abroquelada detrás de las protestas de los ruralistas, la oposición comenzaría a organizarse en función de las demandas de los sectores más reacios al gobierno. "La alternativa al kirchnerismo primero fue social y luego política, porque nace del campo y luego deviene en el partido Cambiemos", analiza Rodríguez.

La construcción del "núcleo duro"

El desenlace de la disputa con el campo y la derrota en las elecciones legislativas del 2009 forzaron al oficialismo a reinventarse apelando a iniciativas como la estatización de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) y la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, una legislación antimonopólica que redujo el límite de medios en poder de un solo dueño, el cual afectaba centralmente al Grupo Clarín, conglomerado mediático que empezaba a delinear una impronta opositora.
A raíz del conflicto con los agroexportadores y con Clarín, se redefinió el adversario que daría identidad al kirchnerismo en la nueva etapa: "El enemigo definido fue el poder económico concentrado. El kirchnerismo siempre se sintió cómodo confrontando con esto, buscando representar a los trabajadores formales y también a los informales postergados", señala Bosia.
"Cristina Kirchner puso en agenda desafíos que eran muy pero muy difíciles de asumir. Tanto la ley de medios o la estatización de los fondos de las AFJP son desafíos al poder muy elevados que fueron construidos por ambos, junto a Néstor", remarca el exvicegobernador Mariotto.
Sin embargo, la definición de la impronta asumida por el kirchnerismo conllevaría un cerramiento sobre sí mismo. "Después del 2008 el movimiento se ató a su reinvención y quedó atrapado en el tiempo. Ahí se alejó de los aliados y de la clase media-baja y perdió tres elecciones consecutivas: las legislativas del 2013, las presidenciales del 2015 y de nuevo las legislativas en 2017", enumera Natanson.
El primer mandato de Cristina Fernández también estaría atravesado por la decisión de intervenir el INDEC —el organismo encargado de publicar los indicadores de inflación y de pobreza— a través de la cual hubo una disparidad entre los datos oficiales sobre la economía del país y lo que señalaban consultoras privadas.
Tras el fallecimiento de Néstor Kirchner en 2010, Fernández sería reelegida en el 2011 cosechando el 54% de los votos, en un contexto que empezaba a dar indicios de dificultades. Su segundo mandato estaría marcado por el comienzo de una década de virtual estancamiento, que llega al día de hoy.
Ante un adverso escenario macroeconómico que oscilaba entre el atraso tarifario, las presiones sobre el dólar oficial y el crecimiento de la inflación, sumado a la imposibilidad legal de postularse a una nueva reelección, el oficialismo perdió los comicios presidenciales ante la alianza opositora de Cambiemos, encabezada por Mauricio Macri.
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Caerse y levantarse

Tras el mandato de Macri (2015-2019), signado por un deterioro en indicadores socioeconómicos como la inflación —que escaló al 53,8%— y la pobreza —pasó del 20% al 35%—, Cristina Fernández decidió reorganizar la estrategia electoral de su espacio y convocó Alberto Fernández —su ex jefe de gabinete, quien se mostraba públicamente como un crítico del kirchnerismo— para encabezar la boleta presidencial del Frente de Todos, la heterogénea alianza peronista que triunfó en las elecciones del 2019.
Sin embargo, la estrategia —que se probó exitosa en el frente electoral— devino en un gobierno signado por disputas internas y una gestión que nunca terminó de cobrar forma. Pese a adversidades externas —como la pandemia de coronavirus, las consecuencias del conflicto en Ucrania y la sequía histórica—, el oficialismo afronta un adverso escenario con una inflación que supera el 108% interanual —la más alta en 31 años— y una pobreza que azota al 60% de los menores de 18 años.
Un dato ilustra el cuadro: si en 2015 Cristina Fernández dejó el poder con los salarios más altos en dólares de Latinoamérica, tras el declive acontecido entre el mandato de Macri y el de Alberto Fernández hoy los sueldos argentinos son los segundos más bajos de la región.
A la luz de los resultados, Gabriel Mariotto considera que el Gobierno de "Alberto Fernández no tuvo la vocación de transformar, sino que prácticamente siguió caminos similares a los del gobierno de Mauricio Macri. El peronismo tiene que ser otra cosa y no esto”.
Las falencias incumben también al espacio liderado por la vicepresidenta, dado que las continuas críticas disparadas hacia el presidente exhibieron la falta de un acuerdo previo a la asunción. El episodio más emblemático puede haber sido el rechazo de la bancada kirchnerista del Congreso al acuerdo alcanzado por el presidente con el Fondo Monetario Internacional para refinanciar la deuda contraída durante el gobierno de Macri.
"En 2019 la prioridad era construir una alianza electoral para ganarle al macrismo y en ese sentido el Frente de Todos fue muy exitoso. Pero después evidentemente no hubo consenso en cuanto al programa", considera Natanson.
"Creo que se llevó adelante una experiencia de gobierno sin haberse puesto previamente de acuerdo en qué había que hacer. Que el presidente no pueda presentarse a la reelección es la prueba más flagrante de que el experimento no funcionó", afirma el politólogo.

¿Crisis terminal?

La derrota electoral del 2015 —sumada a las de las elecciones legislativas del 2009, 2013 y 2017—, junto con los resultados parciales del gobierno del Frente de Todos constituyen adversos indicadores para un espacio crucial de la política argentina.
Sin embargo, la interrogante sobre el futuro del kirchnerismo vino de la mano de la propia líder: la decisión de no ser candidata a ningún cargo en las elecciones, tras recibir la condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por la causa de corrupción conocida como Vialidad.
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¿Cómo afecta la renuncia electoral de Cristina Fernández al interior del oficialismo argentino?
El cúmulo de desafíos que afronta el movimiento fundado por Néstor Kirchner en 2003 pareciera ser de difícil resolución: "El kirchnerismo enfrenta problemas que no enfrentó en ningún momento de su vida política", apunta Natanson.
El renunciamiento de la líder del espacio, por otro lado, abre el desafío de la sucesión y, con él, la pregunta por las dificultades para encontrar un candidato kirchnerista lo suficientemente consolidado como para no depender de la voluntad de Cristina.
Según Mariotto, "la imposibilidad de que surjan nuevas figuras responde a la forma de conducción que tiene Cristina. Hay una centralidad muy grande y un verticalismo fuerte que no han permitido que emergieran cuadros alternativos".
Con base en este diagnóstico, Natanson plantea un escenario pesimista para la continuidad del espacio político: "Creo que el kirchnerismo está en una etapa crepuscular, pero los movimientos sociales fuertes no se destruyen de un día para el otro. No se lo puede dar por muerto nunca".
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