Según datos proporcionados por la Fundación “Opinión Pública” y el Centro Nacional de Sondeo de Opinión (VTSIOM), en la década del 90 y en los años 2001-2002, más de la mitad de los ciudadanos mantuvieron actitud positiva hacia Estados Unidos. Del 13% al 20%, negativa. Ahora sólo el 5% de los encuestados califican de país amigo a Estados Unidos (en 2005, este indicador fue del 11%). Correspondientemente, creció del 23% al 37% la parte de quienes perciben a Washington como enemigo. Sólo el 22% considera de positiva la influencia ejercida por EE.UU. sobre Rusia. A una opinión contraria se atiene el 58% de los encuestados. Según arroja la encuesta realizada en mayo por VTSIOM, la OTAN de nuevo fue catalogada entre las organizaciones enemigas. El 40% afirman que la alianza representa una amenaza para Rusia.
El cambio de criterios, según opinan expertos del centro sociológico encabezado por Yuri Levada, se debe a la retórica aislacionista de los líderes rusos y la política exterior aplicada por Moscú. Además, hacen su aporte la espiomanía y el agravamiento de la tirantez con otros países de la CEI que excitan los medios de comunicación rusos.
La imagen del enemigo permite impulsar los ánimos patrióticos, consolidar la sociedad y hacerla más controlable. Psicólogos afirman que en medio de la crisis la gente está dispuesta a renunciar a su propia individualidad a cambio de la sensación de estar defendido, sensación generada por la fusión con grupo de personas. De ahí, numerosas subculturas que se identifican por razones étnicas, regionales o político-mitológicas. Es de señalar que los motivos negativos para la identificación de un grupo, tales como las imágenes de forastero, enemigo, a menudo son más fuertes y eficaces que los positivos.
Es evidente que después de los radicales cambios políticos, económicos y sociales operados en los años 90, Rusia se enfrenta con la crisis de identidad a nivel del Estado, crisis que en las discusiones públicas se traduce en infinitas búsquedas de la tan mentada idea nacional.