Durante su visita a Sudáfrica, el presidente Vladímir Putin consiguió defender los intereses de las grandes empresas rusas, como Renova y Rusal, pero ofendió a sus anfitriones, al no haber encontrado tiempo para una intervención ante los legisladores locales.
Ya en la rueda de prensa se hizo claro que el mandatario sudafricano, Thabo Mbeki, estaba molesto con su homólogo ruso, quien había rehusado intervenir ante el Parlamento, ‘a pesar de haberlo consentido' antes. Putin, a su vez, observó que la cooperación económica y comercial entre ambos países todavía se encuentra a un nivel muy bajo, y añadió que no le gusta convertir en ‘turismo político' las giras al extranjero.
El dirigente ruso prefirió detallar los proyectos de negocio que se habían acordado con la parte sudafricana. El grupo Renova promete hacer una inversión de más de mil millones de dólares para producir manganeso en Sudáfrica. El plan, calculado para cinco años, contempla el desarrollo del yacimiento, junto con las respectivas infraestructuras, y la construcción de una planta productiva. Ésta no se hará operativa antes de 2009, afirma una fuente familiarizada con el proyecto, y entretanto se firmará un acuerdo marco con los monopolios locales del sector energético y de transporte.
Otra compañía rusa, según Putin, tiene previsto realizar una inversión en el sector sudafricano de la energía eléctrica. Un alto representante de la delegación rusa precisó que se trata de Rusal, que se había ofrecido para construir una planta del aluminio en Sudáfrica.
Algunos expertos rusos constatan que la República Sudafricana sufre por la escasez de inversiones foráneas: las grandes multinacionales todavía prefieren mantenerse a la expectativa y ver los resultados que aporte la política del reforzamiento económico de la población negra. Rusia podría aprovechar esta pausa e invertir entre cinco y siete mil millones de dólares en el próximo decenio.
