El presidente Vladímir Putin ha respaldado al partido oficialista Rusia Unida en su idea de concentrar la industria del juego en reservas especiales, fuera de los grandes núcleos urbanos. Se contempla asignar para este proyecto de Las Vegas a la rusa cuatro plazas: dos, en la zona europea del país, una en Siberia y una en el Extremo Oriente. Entretanto, los representantes del sector dicen que esta decisión equivale a la sentencia de muerte para su negocio.
La necesidad de poner restricciones en esa materia se barajaba en los pasillos parlamentarios desde hace tiempo sin que nadie se atreviera a estampar su firma bajo las respectivas enmiendas. Ahora que el jefe de Estado y el dirigente de la Cámara baja han avalado tal propuesta, los diputados van a acogerla con aplausos, afirma Vladímir Medinsky, subjefe del Comité parlamentario para la política económica.
La noticia ha causado una sensación de choque entre las empresas del sector. Claro que se tardarán varios meses en la aprobación del sendo proyecto de ley pero las ulteriores perspectivas para el negocio son lúgubres. ‘En general, esas enmiendas equivalen a una muerte violenta' -confiesa el director del grupo Rosgame. Algunos representantes de la industria del juego alientan la esperanza de que el Gobierno establezca un período de transición, de 3 ó 4 años, para poder reubicar el negocio; otros dan a entender que los casinos y las salas de juego ‘pasarán a funcionar en la sombra', tal y como ocurrió en otros países que optaron por una política prohibitiva en vez de regular esa asignatura.
Varias provincias rusas, a la espera de obtener esas reservas de juego, se han ofrecido ya para poner plazas disponibles, como el distrito Ramensky en las afueras de Moscú. En cuanto a los funcionarios del Gobierno capitalino, comentan la novedad en un tono más cauto. ‘Moscú no quisiera sacrificar ingresos anuales que se acercan a US$300 millones pero podemos aceptarlo en beneficio de la ciudad y sus habitantes.
‘En Moscú sobra dinero fácil y gente dispuesta a perderlo. Si el Estado puede sacarle algún provecho ¿por qué no?' - observa Vladímir Medinsky.
