UNA VISITA DIFÍCIL

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Borís Kaimakov, RIA Novosti. Voy a atreverme a afirmar que comienzos de este mes de octubre ha resultado ser bastante difícil para Vladimir Putin. El brutal asesinato de Anna Politkovskaia, periodista seria y oponente no menos serio del presidente, ha provocado una tormenta de emociones negativas en el mundo entero.

Borís Kaimakov, RIA Novosti. Voy a atreverme a afirmar que comienzos de este mes de octubre ha resultado ser bastante difícil para Vladimir Putin. El brutal asesinato de Anna Politkovskaia, periodista seria y oponente no menos serio del presidente, ha provocado una tormenta de emociones negativas en el mundo entero.

Añádase a ello la próxima visita de Putin a Alemania, país de su preferencia, él no está seguramente para frases protocolares de cajón sobre la amistad y mutuo entendimiento entre los dos pueblos. Lo primero que el presidente debía hacer, aparte de la conversación sostenida con Bush, era expresarse sobre esta tragedia. Es difícil saber por qué no lo hizo antes de partir para Dresden. El presidente está hecho de carne y hueso, lo que explica en cierta medida su compostura. Habría sido un hipócrita si hubiera reaccionado inmediatamente al asesinato. Es que Anna criticaba no sólo su política sino censuraba a él como persona.

Tanto más importan las palabras que pronunció en Dresden, y eso no guarda relación con la pregunta directa que le formuló Angela Merkel. Las palabras que Putin pronunció demuestran que ha sido sincero, quedando gravemente conmovido por el hecho. Hay expresiones y cosas que en tal situación podrían haberse omitido pero la parte final de la frase "este crimen abominable por su brutalidad" denota algo muy personal y hasta arrepentimiento.

Dresden acogió a Putin de maneras diferentes. Hubo pancartas, que son ya tradicionales, denunciando "la opresión de la democracia por Putin" pero también hubo las que expresaban saludo. Si el futuro académico ruso Mijaíl Lomonosov tenía Geidelberg, el futuro presidente de Rusia tenía Dresden. Si en Geidelberg se conserva la memoria sobre el gran científico ruso, en Dresden no ponen placas conmemorativas en los bancos en que Vladimir Putin gustaba de estar sentado pero se acuerdan de él en la cervecería que había visitado. Es que aquí hay una barbaridad de quienes habían tratado con el futuro presidente de Rusia. En general, los habitantes de esta ciudad se enorgullecen de este hecho.

Oficialmente, la visita a Dresden y la reunión con Angela Merkel allí se efectúan en el marco del "Diálogo Petersburgués" cuyos promotores eran Vladimir Putin y Gerhard Schroeder. La práctica mundial no conoce muchos encuentros de este tipo. Pero este foro es especial, y se sostiene con mucho interés por los primeros mandatarios de los dos Estados, porque en el mismo se tratan de manera sincera y abierta los más importantes problemas relativos a las relaciones bilaterales y a la política mundial.

Desde hace ya casi dos años la palabra "gas" viene constituyendo el elemento clave en los debates ruso-alemanas. Moscú ha hecho a Berlín una oferta que nadie se negaría a aceptar. Su sentido radica en que Alemania no sólo participe en el tendido de un gasoducto por el fondo del Mar Báltico directamente a Alemania sino también en que ésta sea estación central distribuidora de gas en Europa Occidental. Putin le ofreció a Angela Merkel las perspectivas que dejaron sin respiración a todos los presentes. Dijo que Alemania podrá obtener hasta 90 mil millones de metros cúbicos de gas al año. Los analistas piensan que si esto se hace realidad, no sólo Europa Occidental dependerá de Rusia sino también Rusia dependerá de Europa Occidental. Es que el prestigio de suministrador fiable que se venía ganando durante décadas puede echarse por tierra en un instante, como lo demostraron los cortes de gas de enero pasado en Ucrania.

Estas perspectivas halagüeñas endulzaron la píldora cuando Vladimir Putin pasó a abordar el tema de la explotación del yacimiento Shtokman. Desde luego que los alemanes tenían sospechas de que sus planes de participar en su explotación eran bastante problemáticas. Es que hace ya tiempo que Moscú no disimula que se ha puesto de pie económicamente y que no le conviene, por ejemplo, proyectos conjuntos como "Sajalín-2". Tampoco le convienen a Moscú propuestas de Occidente respecto a Shtokman. Cuando los hombres de negocios alemanes empezaron a dar gritos, diciendo que cómo puede ser, señor Presidente, es que esperábamos tanto, Putin hasta se quedó perplejo. Pero luego volvió al micrófono y dijo lo siguiente:" La Gasprom analizó las propuestas. A nuestra empresa no le interesaban inversiones sino intercambio de activos. Pero nadie pudo ofrecer la cantidad de activos que correspondiera a su participación en la explotación de este yacimiento".

Esto es lo que bien viene al caso. Vladimir Putin queda fiel a su línea encaminada a fortalecer la influencia de Rusia en los recursos estratégicos del Estado. Es difícil objetar algo al columnista del diario "Washington post" cuando dice que "Rusia se asegura la posición de potencia energética global". Este hecho, sin duda, le causa temor a Occidente, mas, al criticar al Kremlin en diversos aspectos, nadie ha declarado aún que su política es demente.

Las empresas alemanas se disponen a reaccionar al "reto de Rusia". Los fabricantes de equipos ya forman cola para entrar en las oficinas de la "Gasprom". De modo que el proceso se puso en marcha.         

    

  

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