Estaba claro de antemano que el Congreso USA acogería negativamente el informe "Sobre la situación de la nación", recién presentado por el presidente George Bush. Pero la reacción de la mayoría demócrata superó todos los pronósticos. Los demócratas rechazaron, diríase, de entrada el informe de Bush sin siquiera estudiarlo. El senador James Webb quien habló en nombre de ellos, pronunció un discurso demoledor, redactado, al parecer, mucho antes de la intervención del presidente.
Pero esto se produjo no porque los demócratas se opongan tajantemente a todas las tesis contenidas en el informe del inquilino de la Casa Blanca. En modo alguno. Muchos demócratas están conscientes que retirar hoy las tropas norteamericanas de Irak significaría una catástrofe. Tampoco es factible trasladarlas rápidamente al vecino Afganistán, como lo propone, por ejemplo, Hillary Clinton.
Los demócratas están conscientes asimismo de que el contingente norteamericano estacionado en Irak en su composición orgánica actual no podrá invertir el signo de la situación en este país. De ahí, por lo menos parece lógica la propuesta de George Bush de enviar allí fuerzas adicionales.
La mayoría demócrata del Congreso también comprende lo irrealizable que es la propuesta de Joseph Baiden, uno de sus líderes y presidente del comité senatorial para asuntos internacionales, quien sugirió dividir Irak en tres partes. Es que el mismísimo señor Baiden no hace mucho reconoció en público que la guerra de Irak duraría mucho más que la presencia de la actual Administración republicana en la Casa Blanca.
Y, por último, los demócratas tampoco pueden por menos de compartir las propuestas de Bush de reducir en el 20% el consumo de petróleo en EE.UU. durante los próximos diez años. Empezando por el presidente republicano Richard Nixon, todos los inquilinos de la Casa Blanca insistían en reducir la dependencia energética de EE.UU.
Al rechazar de plano todas las ideas contenidas en el informe presidencial, los demócratas simplemente se vengan de la Casa Blanca por la actitud que la Administración de Bush hijo mantuvo hacia ellos durante todo su mandato. Bush y su equipo lisa y llanamente desoían todas las recomendaciones de la oposición. No hace mucho, durante las audiencias en el comité para asuntos exteriores de la Cámara de los Representantes uno de los demócratas interrumpió bruscamente las arengas irritadas de un republicano diciéndole: "¡Acostúmbrense a estar en minoría!".
Hoy por hoy, los demócratas le pagan al presidente con la misma moneda, tratándole de igual forma que los trataba a ellos antes de que obtuvieran la mayoría en el Congreso. George Bush promovió con mucho retraso la iniciativa de constituir un consejo para la lucha contra el terrorismo con la participación de los líderes del Congreso. Ahora los demócratas recibirán de uñas cualquier decisión presidencial, viéndose obligado este último a hacer dolorosas concesiones o a recurrir a su derecho a veto. En vez de cooperar con la oposición, el presidente prefirió diseñar el rumbo político sin consultarla. Ahora está cosechando los frutos.
Autor: Guennadi Sysoev, columnista de Kommersant.
