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Ucrania no ha pasado la prueba de la democracia. Nezavísimaya Gazeta

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La crisis política se ha acallado en Ucrania hasta la celebración de las nuevas elecciones parlamentarias el último día de septiembre. Cada una de las partes - el presidente, el primer ministro y el parlamento -  interpreta como su propia victoria el acuerdo conseguido respecto a la fecha de su celebración.

 

Aunque todo el mundo comprende que en este juego no puede haber vencedores, porque entre los perdedores se ha visto  el grueso de la sociedad ucrania, la que hace dos años hizo su opción a favor de los valores europeos. Pero lo de llamar a sí mismos europeos y llegar a serlo realmente son dos cosas distintas.

El nivel europeo de relaciones supone, antes que nada, la capacidad de llegar a un acuerdo haciendo concesiones. Pero en Kiev todos los investidos de poderes por el pueblo - el presidente, el parlamento y el primer ministro - mostraron la falta de deseo de hacerlo. A los ucranios se les dio un ejemplo palmario de aquello a que puede llevar la interpretación primitiva de la democracia, de aquello que sucede cuando hay libertades democráticas, pero falta la responsabilidad personal por los destinos del país.

El pueblo hizo una opción nada democrática: por una "mano fuerte" y hasta empezó a poner sus miradas en Rusia. Las autoridades de Ucrania no pasaron la prueba de la democracia y el parlamentarismo. Víctor Yúschenko, además de hacer fracasar las esperanzas de los ucranios respecto a una rápida colocación del país en la órbita europea, puso en tela de juicio la posibilidad misma de la transformación de las repúblicas presidenciales en las parlamentarias en todo el espacio postsoviético.

Las élites de todos los países de la CEI, al alcanzarse la independencia de sus Estados, siguieron teniendo la mentalidad soviética, lo que actuó como un freno para el desarrollo de las reformas en ellos.

La primera en demostrarlo fue Moldavia, la que en 2000 renunció al poder presidencial y se proclamó república parlamentaria. Pero al presidente Vladímir Voronin, elegido por el parlamento, le pueden envidiar hasta sus homólogos elegidos por todo el pueblo. Voronin es líder del partido gobernante y tiene en sus manos la mayoría parlamentaria, a la que puede dar órdenes sin la necesidad de tener para ello las respectivas facultadas recogidas en la Constitución.

En Ucrania la situación es distinta. Pero Víctor Yúschenko también quiso acaparar la plenitud del poder. El parlamentarismo mutante en Ucrania, igual que en Moldavia, ha demostrado: los cambios en la sociedad son imposibles mientras que no cambie la mentalidad de las élites políticas.

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