Los dirigentes del G-8 que se reúnan el miércoles en Alemania deberán debatir varios problemas de suma importancia, como el calentamiento global, el futuro status de Kosovo o la lucha contra la miseria en el África. Sin embargo, los expertos dudan de que haya un avance radical en esta cumbre, y no por el espinoso carácter de los temas puestos sobre el tapete sino por el hecho de que los líderes mundiales han desaprendido a lograr acuerdos.
El ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, y la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, mantuvieron en vísperas de la cumbre un debate tradicionalmente tenso acerca de Kosovo y los planes estadounidenses del escudo antimisil en Europa, poniendo de manifiesto que hay pocos puntos de convergencia en sus respectivas posturas. Lo confirman también las recientes palabras de Vladímir Putin, de que los misiles rusos tendrían blancos adicionales en caso de que EEUU instalara en Europa los elementos de su sistema de defensa antimisil.
La discusión entre Moscú y Washington no es lo único que evoca a la mente una reedición de la carrera de armamentos. Hace poco, Gran Bretaña tomó la decisión de modernizar los sistemas nucleares Trident, y el Parlamento de Japón respaldó al primer ministro Shinzo Abe en su iniciativa de modificar la Constitución pacifista que prohíbe a Japón tener un Ejército propio.
Alemania propondrá en la cumbre de Heiligendamm un nuevo acuerdo global para reducir en el 30%, hacia el año 2020, las emisiones de dióxido de carbono. El presidente de EEUU, entretanto, defiende un concepto diferente en lo que concierne al tema de los gases de efecto invernadero.
Si miramos a las discusiones que se van desarrollando en la UE, o a la política aplicada por Washington en relación con Irak e Irán, también veremos que la defensa de intereses nacionales, que muchas veces son a corto plazo, prima sobre la búsqueda de fórmulas de compromiso.
Los convenios internacionales van perdiendo poco a poco su importancia. El Tratado de la No Proliferación se mantiene en vigor pero cuatro países se han incorporado, en rigor, al Club Nuclear desde que fue firmado dicho documento. EEUU ha renunciado ya al Tratado de Defensa Antimisil. De los 44 países que suscribieron el Tratado sobre la Prohibición de Ensayos Nucleares, 11 no lo han ratificado hasta la fecha.
El problema no se limita a la baja flexibilidad para generar acuerdos. Hay una fuerte crisis de ideas en los organismos internacionales y entre los líderes actuales. Se van operando cambios globales en la economía, en el medio ambiente, en el terreno demográfico y en el de la información. Cambian la mentalidad y la educación. Los nuevos retos se plantean ante la humanidad en su conjunto, no ante los estadounidenses, los hindúes o los rusos. Por tanto, se requieren también nuevas reglas del juego. Pero los dirigentes de las mayores potencias siguen luchando por los recursos energéticos, igual que en el pasado. Si persisten en esta obsesión e ignoran cuanto pasa alrededor, se van a quedar totalmente sin recursos el día menos pensado, y ni siquiera entenderán por qué.
