Poca gente recordará ahora los comunicados oficiales sobre "las nuevas iniciativas de paz formuladas por la Unión Soviética". Su objetivo, en realidad, no era reducir la tensión internacional sino poner a la Administración de EEUU en una situación embarazosa. La URSS, por ejemplo, sugería liquidar cierta cantidad de ojivas nucleares, sabiendo de antemano que su propuesta era inaceptable para EEUU; Washington se negaba, gracias a lo cual Moscú recibía un argumento sólido para indicar de dónde emana la amenaza a la paz mundial.
Todo lo anterior viene a la mente a la luz de la reciente iniciativa de Vladímir Putin, quien propuso a EEUU usar para defensa antimisil el radar de Gabala, situado en el territorio de Azerbaiyán. Dicen que el presidente ruso había mencionado tal posibilidad previamente a la cumbre de Heiligendamm, a saber, en una conversación telefónica con George W. Bush a finales de abril pasado. En aquella ocasión, Washington prefirió no hacerle caso porque la propuesta desbarataba sus planes, y entonces Putin la reiteró públicamente, en voz alta, durante la reunión del G-8. Fue entonces que la sugerencia se transformó en "una iniciativa de paz". Un reportero occidental hasta comparó lo que hizo Putin con una acertada llave de judo.
Rechazando la propuesta rusa, EEUU pondría al desnudo sus intenciones. El radar de Gabala más interceptores instalados en alguna zona del sur - Putin sugirió a Turquía o Irak - son lo único que Washington necesita para protegerse contra misiles iraníes, si esto lo que quiere. Tendrá que resolver ahora una tarea difícil, la de argumentar el despliegue del escudo antimisil en Polonia y República Checa.
El Departamento de Estado está obviamente desconcertado. Dice que Varsovia y Praga se sienten esperanzadas y que es incómodo dar un paso atrás en las negociaciones que Washington ha empezado con ambas capitales. Su argumento no convence a nadie. Recordemos también que, dentro de poco, la Administración republicana de EEUU tendrá que explicar a sus oponentes del Partido Demócrata, así como a los aliados europeos, los motivos de su renuencia ante la variante de Gabala. Tarde o temprano, la Casa Blanca se verá obligada a reconocer que su verdadero deseo es controlar el lanzamiento de misiles en Rusia.
Es el momento de la verdad. Washington desconfía de Moscú, igual que los tiempos de la Guerra Fría, y ve en ella al adversario en un hipotético conflicto nuclear global. Rusia también interpreta a EEUU como enemigo potencial y está preparando "respuesta asimétrica pero adecuada" al reto estadounidense. De aquí, las nuevas "iniciativas de paz" por parte del Kremlin y los nuevos planes de "guerra de las estrellas" en la Casa Blanca. Lo único que nos queda es esperar que llegue también un nuevo período de "distensión".
