Las relaciones entre Moscú y Occidente atraviesan por una crisis. La retirada de Rusia del Tratado FACE, los planes de EEUU de emplazar en Polonia y la República Checa sus antimisiles y radares, el escándalo diplomático con Gran Bretaña y, por último, unas fuertes controversias sobre el estatus de Kosovo. Analistas de Izvestia discuten cuál debería ser la respuesta adecuada de Rusia.
Anatoli Maxímov: "¿Cómo hemos de reaccionar a la injusticia que se está cometiendo respecto a Kosovo? ¿Permanecer cruzados de brazos, observando apaciblemente cómo está desmembrando a un país amigo de Rusia? ¿U oponer una resistencia tenaz? ¿O, tal vez, aprovechar la situación configurada y diseñar su propia estratagema?
Hoy, en Europa hay dos países "marginados". Serbia, de la que están desgajando Kosovo. Y Rusia, a la que pretenden rodear con bases de la OTAN.
Occidente simplemente empuja a nosotros y a los serbios a formar alianza. Supongamos que precisamente ahora, en el fragor de los debates sobre el estatus de Kosovo, Moscú propondría a las autoridades de Serbia instalar en su territorio radares y misiles. Esta sí que sería una respuesta adecuada a los elementos de la DAM norteamericana en Polonia y la República Checa. A propósito sea dicho, dos pueblos hermanos bien podrían pensar en formar una alianza.
Tal vez, sea prematuro plantear la formación de una unión de Estados, pero ¿por qué no formar una alianza militar?
Para los serbios, la pérdida de Kosovo es un durísimo golpe psicológico. Occidente aplica una consecuente política antiserbia. Y, como ya ocurrió en reiteradas ocasiones, los intereses de los serbios puede protegerlos sólo un fraterno país eslavo que profesa la religión cristiana ortodoxa. Un país cuyos habitantes desde antaño profesaban sentimientos de simpatía más sinceros hacia los serbios".
Maxim Yusin: "La idea de emplazar en Serbia nuestros radares y antimisiles es audaz y sugestiva. Pero, lamentablemente, absolutamente ilusoria, porque los serbios jamás aceptarán plasmarla. Para Belgrado tal paso significaría la ruptura con Occidente, lo que los serbios no desean. Aun a pesar de que se les arrebató Kosovo.
De todas formas, será mejor no confundir los deseos con la realidad. Y la realidad es como sigue: el objetivo estratégico de la cúpula gobernante de Serbia es la integración en las estructuras occidentales. No en la Comunidad de Estados Independientes ni en la Organización de Cooperación de Shanghai ni tampoco en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, sino en la Unión Europea. Y, con el correr del tiempo, tal vez, en la OTAN también.
Los serbios son pragmáticos y velan ante todo por sus intereses. Ahora que Rusia de hecho a solas defiende sus interese en el Consejo de Seguridad de la ONU, nos están agradecidos. Pero si ante ellos se plantea en toda su talla el dilema: Rusia u Occidente, optarían por Occidente. Porque para los ex países comunistas de la Europa del Este la opción a favor de Occidente es la membresía en el club de élite llamado la Unión Europea que supone régimen sin visados y cuantiosas subsidios otorgados por Bruselas.
Los rusos y los serbios profesan simpatías los unos hacia los otros. Pero, lamentablemente, los matrimonios no siempre se contraen por amor. A menudo, por interés".
