Pavarotti, el tenor que democratizó la ópera

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La Habana, Pl, para RIA Novosti. Por Lisandro Otero*. La ópera es un género relativamente reciente. La primera, con todos los requisitos necesarios, fue el Orfeo de Monteverdi, que se estrenó en Mantua en 1607. Después pasó a ser un entretenimiento de las élites. Reyes, obispos, gentilhombres, hidalgos, alta burguesía fueron sus más adictos auditorios, no por un afán cultural sino como una de las maneras de exhibir pieles, condecoraciones y joyas.

Luego vinieron las cimas de Mozart y Wagner y la Revolución Francesa contribuyó a transformar el arte galante de los aristócratas. En el siglo XIX predominó el bel canto a la italiana y Rossini, Donizetti, Verdi y Puccini aportaron nuevas cumbres al arte operático.

 

La muerte de Luciano Pavarotti ha contribuido al desbordamiento de adjetivos: "genio, voz ardiente, gigante del do de pecho", "el segundo Caruso", etc. Pero la gran hazaña de Pavarotti no ha sido suficientemente comentada: fue el artista que popularizó la ópera y la extrajo de los cenáculos selectos para convertirla en un arte de mayorías.

 

¿Cómo logró esta masificación? Pavarotti poseía un gran sentido del marketing, del arte de adornar una mercancía para hacerla vendible y hallar los clientes para el producto. Contaba con un gran empresario, Herbert Bresling, al que estuvo ligado muchos años.

 

Aparte de su evidente calidad, supo asociarse a quienes tenían una popularidad adquirida, de esa manera absorbía por ósmosis la adoración pública que se profesaba a diversas figuras. Por ejemplo, fue un gran amigo de la princesa Diana con la que se solidarizó para la campaña para recoger fondos para los niños de Bosnia y prohibir las bombas antipersonales.

 

Protagonizó cruzadas en defensa de Cambodia, Kosovo, Liberia, Afganistán e Iraq. Esto le atrajo simpatías y afinidades.

 

Entonces se asoció a las superestrellas de la música popular. Grabó discos con duetos junto a Elton John, Stevie Wonder, Liza Minelli, Mariah Carey, Bon Jovi, James Brown y Bono, entre otros. Usó a grandes figuras de la música clásica como Herbert Von Karajan y Leonard Bernstein.

 

Su golpe maestro lo dio al juntarse con otros dos tenores, Plácido Domingo y José Carreras, para ofrecer un concierto en las Termas de Caracalla, de Roma, en 1990, en el marco del campeonato internacional de fútbol, al que era muy aficionado.

 

No solamente usaron el repertorio operístico sino que cantaron muchas canciones populares. El trío formó una alianza que ofreció recitales en diversas partes del mundo. De los discos de Los Tres Tenores se vendieron 23 millones de ejemplares.

 

Pavarotti comenzó un programa de televisión, En vivo desde el Met (en referencia al Metropolitan Opera House de Nueva York), que llegó a tener millones de telespectadores. Dio varios conciertos memorables.

 

Al de Hyde Park de Londres acudieron 150 mil personas; ante la Torre Eiffel, en París, 300 mil asistentes; en el Central Park de Nueva York, medio millón de admiradores. En el Kennedy Center, en 2001, obtuvo 165 cortinas por los aplausos que no cesaban.

 

Con ello pasó al Libro Guinness de plusmarcas mundiales. En el Metropolitan, en 1972, entonó nueve does de pecho en La hija del regimiento, de Gaetano Donizetti. Durante su vida vendió cien millones de discos, obtuvo varios Grammy y múltiples discos de oro y de platino por ventas descomunales. Sin embargo no cumplió con sus deberes del fisco y fue forzado a pagar 2.8 millones de euros por gravámenes atrasados.

 

Hijo de un padre panadero, tenor aficionado que poseía un repertorio de discos operáticos que oía con frecuencia, Pavarotti comenzó como maestro de primaria pero en 1954 inició sus estudios de vocalización. En 1961 debutó en un escenario, en Reggio Emilia, con La Bohemia, de Puccini. Sin embargo nunca pudo leer música fluidamente aunque dicen sus biógrafos que Caruso tampoco podía. Muy diferentes ambos de Plácido Domingo que ha sido orquestador y posee una vasta cultura técnica musical.

 

La muerte de una personalidad excepcional, como Pavarotti, siempre ocasiona un extendido duelo y grandes apologías y panegíricos. La calidad de su voz y su destreza técnica han sido ponderadas pero uno de sus grandes méritos ha sido atraer a las mayúsculas multitudes a las seducciones de la ópera.

*Escritor y periodista. Director de la Academia Cubana de la Lengua.

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