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Rusia procura consolidar el espacio postsoviético. Kommersant

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La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) deja de ser una estructura amorfa y se transforma en una poderosa alianza militar y política gracias a las resoluciones aprobadas en la cumbre de Dushambé, el pasado sábado. La OTSC tendrá sus propias fuerzas de paz y los países miembros podrán comprar armamento ruso a precios del mercado interno. Estas decisiones, igual que el nombramiento de Serguei Lébedev, ex jefe del Servicio ruso de Inteligencia, al cargo de secretario ejecutivo de la Comunidad de Estados Independientes, significan que Moscú se dedicará de lleno a la tarea de consolidar el espacio postsoviético con el objetivo de frenar la caída de la influencia rusa e impedir la reedición de las llamadas "revoluciones de color".

 

Rusia había sido promotora de todas las iniciativas clave aprobadas en Dushambé. La más importante consiste en la creación de un contingente de paz en el marco de la OTSC, propuesta que Moscú venía defendiendo desde hace tiempo. La alianza de siete países - Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguizistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán - queda autorizada a formar brigadas de paz que tendrán reconocimiento internacional y, en teoría, podrán actuar "en cualquier zona de conflicto a lo largo del mundo", según admitió el secretario general de la OTSC. Con todo, el canciller ruso Serguei Lavrov descartó en términos categóricos que la intención de Moscú sea usar estas fuerzas para el arreglo de conflictos latentes en Abjasia y Osetia del Sur

Es mucho más trascendental el hecho de que la OTSC, dentro de la zona de su responsabilidad, podrá implementar misiones de paz de forma autónoma, sin pedir la autorización de la ONU.

Los intentos de para potenciar la OTSC y convertir este organismo, antes amorfo, en una alianza militar y política, están a tono con la línea que el Kremlin aplica hoy en el espacio postsoviético. El objetivo fundamental de tales gestiones es reforzar la influencia rusa. Todo indica que Moscú ha abordado la solución de esta tarea de manera global: procura fortalecer su posición en todos los organismos regionales y transformarlos definitivamente en instrumentos de la política exterior de Rusia.

Ahora bien, es probable que el intento de vertebrar una estructura rígida en el espacio postsoviético surta un efecto diferente al que el Kremlin se espera. Varias repúblicas de la ex URSS han tolerado la existencia de la CEI en gran medida porque este organismo ha tenido baja eficiencia en los últimos años y no ha implicado peligro alguno para su independencia. Es posible que muchos Estados decidan ahora ponerse de espaldas a Moscú y buscar patrocinadores en Occidente o en China. Lo presagia la actuación de Georgia y Turkmenistán cuyos presidentes, Mijaíl Saakashvili y Gurbangulí Berdymujammédov, se negaron a firmar en Dushambé varios documentos finales.

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