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El bando de la higa en el bolsillo. Vedomosti

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En los tiempos del tándem Putin-Medvédev, los extras liberales se han dividido en dos bandos: unos prefieren hacer la higa dentro del bolsillo mientras que otros optan por un abierto corte de manga, escribe en Vedomosti Andrei Kolésnikov, subdirector de la revista rusa The New Times. Sus valores, credos, estilos de conducta, niveles de vida, antecedentes intelectuales y listas bibliográficas son casi idénticos. Lo que difiere es la postura: unos son conformistas y otros, no. Unos defienden un liberalismo de nomenklatura y otros, el liberalismo cívico.

Quienes simpatizan con el liberalismo de nomenklatura acogieron con alivio la designación de Dmitri Medvédev como sucesor de Putin. Para ellos, es un nombramiento que elimina el miedo y las dudas. Medvédev parece encarnar la indemnización moral por el discurso movilizador que Putin pronunció en el estadio Luzhniki, en vísperas de las elecciones parlamentarias. Con un presidente así, uno no tiene por qué temer a las reprivatizaciones de terciopelo, ni a las restricciones en materia de la migración, ni a los procesos contra espías. No hay necesidad de preocuparse ahora por el futuro de los hijos.

Claro que algunas empresas acaban siendo confiscadas. Y a las personas inconvenientes para el régimen no les dejan salir al extranjero bajo el pretexto de que tienen facturas pendientes con servicios municipales. A los periodistas contestatarios los deportan; a los espías-fantasma los condenan a penas de prisión desorbitadas, que hacen recordar la época estalinista; y a los inmigrantes los matan a patadas en plena calle. Es verdad pero todo será diferente ahora porque el futuro presidente es un jurista brillante, nació en una familia de profesores y hasta no tiene entre antecedentes profesionales el servicio en los cuerpos de seguridad, lo cual de por sí ya es exótico.

De aquí, la estrategia: votar por Medvédev y confiar en un futuro mejor porque él sabrá defender su costumbre de ir al gimnasio dos veces a la semana, comer en los restaurantes de moda, comprarse ropa en el extranjero y mandar a los niños a algún colegio privado. Los viejos liberales no sirven para nada. Siguen anclados, física y mentalmente, en la década del 90 con su ingenuo monetarismo, adhesión a los derechos humanos, mañas y vocabulario de demócratas esquizoides. En cuanto a los tipos de Seguridad y demás excesos locales, harán la higa dentro del bolsillo y van a reírse de su tosquedad y su manía de reprimir cuanto se mueve.

Los partidarios del liberalismo cívico, por el contrario, piensan que nada cambia en el país. Que la Operación Sucesor no es más que un espectáculo y que el liberalismo de Medvédev, suponiendo que no es fingido, en ningún caso le permite desmarcarse del entorno y, menos todavía, de su patrono: el futuro primer ministro de Rusia con poderes informales de líder nacional.

En el liberalismo de nomenklatura, la democracia política es artificial, de probeta, lo mismo que sus líderes. Para un liberal cívico, Medvédev es un títere, con el cual se irán acentuando todos los problemas del inmovilismo putiniano: la falta de voluntad para reformas, la redistribución de la propiedad y la monopolización de la economía y del poder político.

A juzgar por los resultados de las elecciones, se va imponiendo en Rusia la primera de las variantes descritas. Una postura más prudente parece ser la de la higa en el bolsillo. Lo cual es una garantía sólida del estancamiento por muchos años.

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