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No cabe esperar una pronta mejora en las relaciones ruso-georgianas, opina experto. Kommersant

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En Georgia se reafirmó el viejo presidente, en Rusia la mayoría de la población está dispuesta a elegir al hombre avalado por Putin. Las relaciones entre ambos países, mientras tanto, atraviesan por una profunda crisis que de una forma u otra ha de ser arreglada.

 

De parte de Rusia asistió a la ceremonia de la toma de posesión del cargo el ministro de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov. Mijaíl Saakashvili que se las ingenió para mantenerse en el poder planteó la necesidad de descongelar las relaciones con Rusia, insinuando de este modo que la retórica antirrusa en Tbilisi podría mermar. La situación que se está configurando podría mover a Saakashvili a dar determinados pasos en este sentido.

De todas formas, no cabe esperar una pronta mejora en las relaciones ruso-georgianas. Es imposible aplicar la fórmula "borrón y cuenta nueva". Será muy difícil incluso abrir un capítulo nuevo en estas relaciones. Los problemas de Abjasia ni de Osetia del Sur no desaparecerán por sí solas. Con tanta más razón que tanto a Rusia como a Georgia les espera una nueva prueba, la de Kosovo. Nadie tiene la menor duda de que el reconocimiento de la independencia de Kosovo es cuestión de un tiempo no tan lejano.

De seguir la lógica de la diplomacia rusa, la independencia de Kosovo propicia el reconocimiento de la independencia de Abjasia. Se puede objetar esta tesis, pero es difícil que alguien pueda aducir argumentos de peso para explicar por qué lo prohibido para uno está permitido para otros.

El problema kosovar supone una verdadera trampa para Moscú: si reconoce la independencia de Abjasia, sentaría en el espacio postsoviético un precedente, y no sólo para Alto Karabaj. Pero si rehúsa reconocer la independencia, daría muestra de inconsistencia en política exterior. Los pueblos del Cáucaso del Norte, que no tienen en gran estima a los perdedores, lo interpretarían como un síntoma de debilidad. A propósito sea dicho, en esta zona de nuevo emergen políticos dispuestos a enviar a voluntarios para defender la independencia de Abjasia.

La misión del canciller ruso no puede calificarse de fácil, máxime que en Tbilisi de hecho no hay sectores de ánimos prorrusos.

Pero tampoco cabe olvidar que las relaciones ruso-georgianas las estructuran dos países. Ahora es muy importante la postura del Kremlin. ¿Aceptará Moscú suavizar siquiera un poco su política rigurosa o no hace diferencia alguna entre Saakashvili que dimitió y Saakashvili reelegido?

Alexei Malashenko, experto del moscovita Centro Carnegie.

 

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