Rusia es una economía de mercado incipiente, por lo cual no ha calado en este país la comprensión de que los vaivenes de la coyuntura mundial son inevitables, y que ellos modifican las condiciones del desarrollo nacional, escribe el jueves Yegor Gaidar, arquitecto de las reformas liberales de la década del 90 y, hoy en día, director del Instituto de las economías de transición.
La élite política de Rusia, habituada en estos últimos años al dinámico crecimiento del gasto público, supone que el Estado tiene recursos ilimitados y está mal adaptada para resolver problemas de la gestión de crisis. De aquí, el riesgo de que reaccione de forma inadecuada a la ralentización del crecimiento económico. Con una evolución desfavorable de los acontecimientos en la economía mundial, los dirigentes de Rusia no pueden permitirse el lujo de cometer errores, pues habrá que pagar un precio demasiado caro por aquéllos.
EEUU y Rusia son dos economías relacionadas en un grado mayor de lo que podría pensarse cuando se miran los datos de exportaciones e importaciones recíprocas. La economía estadounidense sigue siendo la locomotora del crecimiento económico mundial y su buen funcionamiento influye en el estado de la economía rusa. De ello depende en gran medida la velocidad con que suben en Rusia los salarios de maestros y médicos, las sumas que se gastan en el desarrollo de infraestructuras, en defensa y en seguridad.
El objetivo prioritario, tanto para Rusia como para EEUU, es conseguir que la futura desaceleración del crecimiento económico global sea lo menos profunda y lo más breve posible. Lo que contribuye a la solución de esta tarea no es el blandir de armas ni el canje de ultimatos sino un diálogo constructivo, la comprensión de que haya intereses comunes relacionados con el desarrollo de la economía global.
El premier británico Winston Churchill, frente a los retos cruciales para Inglaterra, olvidó que había dedicado varias décadas a la lucha contra la expansión comunista y pactó una alianza con la Unión Soviética, para combatir a la Alemania de Hitler. Los dirigentes de Rusia deberían recordarlo ahora que la estabilidad económica y política del país afronta un desafío serio.
