La prensa estadounidense, en vísperas de la reunión en la cumbre del
G-20 en Washington, la comparaba con la conferencia de Bretton Woods de 1944, en la que fue instituido el sistema financiero internacional, que existió hasta la década del 70 del siglo XX (en la persona del FMI y el Banco Mundial) y en parte existe hasta hoy día. La actual crisis mundial puso de relieve su carácter obsoleto y la necesidad de instituir uno nuevo.
El problema consiste en que el sistema de Bretton Woods fue creado por las potencias que ganaron la Segunda Guerra Mundial y eran capaces de imponer su voluntad al resto del mundo, por lo menos a su parte capitalista. Hoy día no existen ganadores. El adversario - la crisis - no está vencido y no se sabe qué arma portentosa empleará mañana.
Los líderes de las más grandes economías y las desarrollo, al prepararse a la reunión en cuestión elaboraban sus variantes de salvación del sistema financiero mundial, pero al mismo tiempo señalaban que no cabía esperar que en Washington se den recetas concretas, máxime que los "doctores" hablan en idiomas distintos. Puede tratarse de una mayor coordinación del proceder entre diversos países, mas ello no significa que al presidente del Banco Central de Rusia o al jefe del Banco Popular de China los inviten a una reunión del Consejo de Directivos del Sistema Federal de Reserva de EEUU, el cual determina el costo del dinero en todo el planeta. Se puede soñar con una mayor transparencia de la regulación financiera o con un sistema de aviso temprano sobre las futuras crisis, lo que prometen conseguir el FMI y el Foro para la Estabilidad Financiera, integrado por el Banco Central de Rusia y los reguladores de mercado de los países altamente industrializados. Pero lo mismo que los sismólogos no saben predecir los terremotos, tampoco los economistas pueden adivinar en qué mercado se inflará una "pompa" de turno, para reventar luego y destruirlo todo en su alrededor.
También seguirán existiendo las divergencias ideológicas. Según Pekín, por ejemplo, todos los males radican en las reglas demasiado liberales del juego. Mientras que el primer ministro de Gran Bretaña, Gordon Brown, trajo a Washington un plan en esencia liberal, que prevé luchar contra la crisis por medio de reducir las principales potencias de modo coordinado los impuestos y los tipos de interés, con el fin de evitar una recesión global. La Unión Europa, igual que Rusia, se muestra preocupada ante todo por el recrudecimiento de la regulación financiera, lo que impedirá realizar nuevos juegos en torno a los instrumentos financieros derivados (futures, etc.).
Sería útil entablar negociaciones también sobre una reforma financiera global. El Museo Nacional de la Construcción, donde se desarrolló la cumbre del G-20 en Washington, sería un lugar muy adecuado para ello.
