El presidente saliente de EE.UU. deja una herencia de veras nada envidiable. Dos guerras con pocas perspectivas de ganarlas, crisis financiera, recesión económica y desilusión general.
Lo arriba expuesto no le impide afirmar que abandona la Casa Blanca con "la cabeza en alto" y la esperanza de ser inscrito en los anales de la historia como "luchador por la paz" y "libertador de millones de personas".
Por Serguei Yolkin