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El precio del gas será un tema clave para la economía rusa. Nezavisimaya Gazeta

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Las palabras del primer ministro Vladímir Putin, de que "la época del gas barato" ha tocado fondo, son un síntoma de la preocupación que siente el Gobierno ruso, escribe hoy el diario Nezavisimaya Gazeta. Mientras las tarifas del gas guarden relación indirecta con el precio del petróleo, se mantendrán a la baja siguiendo al barril del crudo, lo cual, obviamente, puede traducirse en una catástrofe para la economía de Rusia y la actual élite política del país.

Es poco probable que la OPEP, incluso si la apoyan los productores independientes, consiga en los próximos meses un repunte de los precios petroleros hasta el nivel más o menos aceptable de 70 dólares el barril. El gas natural, en este contexto, se promueve al primer plano como fuente de ingresos presupuestarios. Los precios del gas no bajan de forma tan vertiginosa como los de hidrocarburos líquidos pero los contratos son a largo plazo, y hay peligro de que los bajos márgenes se mantengan incluso después de terminada la actual crisis financiera que, según numerosos analistas, se prolongará hasta finales de 2010.

De aquí, la necesidad de emprender una maniobra de turno, relacionada con la creación de una alianza que se dio en llamar "la OPEP del gas". Eso sí, Rusia afrontará un dilema difícil y tendrá que escoger entre la construcción de gasoductos y el desarrollo del negocio del gas natural licuado (GNL).

Técnicamente, será posible controlar los precios del gas sólo cuando este producto sea transportado por mar. En la actualidad, la mayor parte de los suministros se realiza por gasoductos y se sustenta en contratos a largo plazo.

El monopolio gasista ruso, Gazprom, tendrá que renunciar a la táctica que aplica con respecto a los países occidentales y la cual consiste en usar a la contraparte del contrato para penetrar en sus redes de distribución. El transporte a través de gasoductos y la venta del GNL son dos proyectos que compiten entre sí y las reservas disponibles difícilmente permitirán fomentar ambos negocios. La apuesta por el GNL, a su vez, va a requerir ingentes inversiones. Rusia aún tiene escasa representación en este segmento, y aunque Gazprom procura sacarlo adelante, sus gestiones tropiezan con el problema de siempre, la financiación.

 

 

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