Georgia puede llegar a ser escenario de grandes cambios, escribe en su edición de hoy el periódico ruso Izvestia. Mijaíl Saakashvili se ha desacreditado no solamente ante los ojos de su pueblo sino también ante su protector estadounidense. Es un hecho irreversible. Europa y Washington están dispuestos a ponerle una cruz al héroe de la "revolución de rosas" y apostar por un nuevo candidato.
Hoy en día, Saakashvili es el principal enemigo de Rusia no solamente en la CEI sino, al parecer, en el mundo. Es difícil pensar que Moscú y Tbilisi puedan mantener relaciones de neutralidad si no son de buena amistad, mientras él se encuentre en el poder. No hay ningún político pro-ruso entre los que puedan llegar al poder en Georgia. Todos los líderes de la oposición, sin excepción alguna, se orientan a EEUU; casi todos albergan el deseo de que su país pase a formar parte de la OTAN. Ningún político georgiano se resignará con el hecho de la independencia de Abjasia y Osetia del Sur.
Tal vez, la permanencia de Saakashvili en el poder no sea la peor variante para Rusia: su política, aunque expresamente antirrusa, por lo menos es clara y... fallida. Al agredir a Osetia del Sur ha demostrado a Occidente que es un político inescrupuloso e irresponsable. Su régimen no puede ser considerado democrático en absoluto. Esto le da innumerables argumentos a la prensa rusa en cualquier discusión.
Es incómodo para el pueblo ruso vivir peleado con el georgiano. Sea como sea, el pueblo georgiano es parte del mundo ruso. Si Rusia tiene la intención de mantener enemistad con Georgia y su pueblo, le conviene tener a ese odioso e inadecuado presidente en el país caucásico. Pero ni Rusia, ni Georgia pueden permitírselo.
El futuro presidente de Georgia tenderá que orientarse hacia EEUU: al parecer, no hay alternativa en futuro cercano. El nuevo mandatario soñará con recuperar Abjasia y Osetia del Sur, de lo contrario, no será considerado un georgiano de verdad. Rusia no exigirá del sucesor de Saakashvili lo imposible, más con toda seguridad le recomendará no provocar un nuevo conflicto armado, porque los resultados serán desfavorables para Georgia. De preferencia, está más que claro, no provocar a Rusia a cada momento, no convertir la exportación de las "revoluciones de color" en una idea fija.
