Rusia usa una vara de doble medir y pone en riesgo su reputación internacional cuando se erige en defensa del actual régimen sudanés de Omar al Bashir, escribe Ekaterina Kuznetsova en un artículo publicado hoy en Nezavisimaya Gazeta.
La autora, quien dirige programas europeos en el Centro de estudios de la sociedad postindustrial, manifiesta su "desconcierto" y "decepción" ante las recientes declaraciones del senador Mijaíl Marguélov, jefe del comité de asuntos internacionales en la Cámara alta y emisario especial del presidente ruso para Sudán.
Marguélov afirmó que la orden de captura emitida por la Corte Penal Internacional en relación con el presidente sudanés sienta un precedente peligroso en el sistema de las relaciones internacionales y puede provocar una catástrofe humanitaria
A diferencia de China que persigue objetivos geopolíticos en el África y hace apología del régimen sudanés en diversas tribunas internacionales, Rusia no tiene intereses explícitos ni presencia económica en este país africano. Varias ONGs defensoras de derechos humanos la indicaron en varias ocasiones como una de las principales proveedoras de armas a Sudán pero los militares rusos refutan tales acusaciones y juran su total respeto al embargo que la ONU introdujo en 2004.
Protestando contra el arresto de Bashir, Rusia intenta probablemente prestar apoyo moral a China, el único miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU que rechaza motivos humanitarios en materia de política exterior. Al ayudar hoy a sus vecinos del este, los diplomáticos rusos confían tal vez en la posibilidad de hallar en el futuro su comprensión en otros temas.
La política exterior de Rusia se vuelve cada vez más enmarañada, señala la articulista. "Ayer justificábamos con razones humanitarias nuestra intervención en Georgia; hoy creemos que son totalmente secundarias (...) Rusia se va sumiendo en un mundo de estándares dobles cuyo uso reprocha a otros países".
