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El Kremlin se resiste a asumir que Bielorrusia ya navega por cuenta propia. Gazeta.Ru

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El Kremlin se empeña en explotar la fuerte dependencia económica de Minsk con respecto a Moscú en vez de asumir que Bielorrusia ya navega por cuenta propia, señala hoy Gazeta.Ru.

El periódico constata el creciente nerviosismo de dirigentes rusos ante los rumores de que la Comisaria Europea de Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, prometió a Bielorrusia créditos equiparables a los que ofrece Moscú, a condición de que el presidente bielorruso Alexander Lukashenko consienta la privatización de las mejores empresas locales - ante todo, refinerías petroleras - y su posterior venta a inversores de la UE.

Los bielorrusos sienten a día de hoy muy poca nostalgia de los tiempos de la Unión Soviética, el eje propagandístico que movió sus relaciones con Moscú durante los últimos 15 años. La sociedad y la cúpula gobernante se acostumbraron a la soberanía y rechazan la expansión de empresas rusas hacia su país. El instinto de preservación empujó a Lukashenko a liderar este proceso porque no hay alternativa para su régimen. Tampoco a Rusia le queda a futuro otro remedio sino aceptar que Bielorrusia es un Estado independiente como, por ejemplo, Finlandia o Lituania.

No obstante, Rusia se empeña en frenar la historia. El pasado año, subvencionó a la economía de Bielorrusia por valor de 10 mil millones de dólares, si se contabilizan las inyecciones directas, el desequilibrio comercial, las ganancias por la reexportación del petróleo ruso y las tarifas en materia del tránsito. Conste que el PIB de Bielorrusia, al cambio oficial, se situó en apenas 58 mil millones de dólares en 2008.

Es evidente que Lukashenko seguirá aferrándose a los subsidios rusos pero la lógica del desarrollo nacional le obligará a reanimar la economía, introducir elementos del capitalismo, privatizar el sector público y, desde luego, solicitar créditos en Europa.

Lo que necesita Moscú es deshacerse cuanto antes del tributo que paga a Minsk y podría hacerlo, si no aprovechara cualquier pretexto para someter al país vecino. El desarrollo del Estado bielorruso es históricamente inevitable pero el Kremlin lo interpreta como fuga al bando enemigo, concluye el diario.

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