Rusia, siempre bajo la magia de Bollywood

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Desde el estreno, durante la época soviética, de la película “El vagabundo” (1951), las emociones del cine indio han hecho verter a los rusos un mar de lágrimas del tamaño del Océano Índico.

Desde el estreno, durante la época soviética, de la película “El vagabundo” (1951), las emociones del cine indio han hecho verter a los rusos un mar de lágrimas del tamaño del Océano Índico.

Sus seguidores, en primer lugar, mujeres de todas las edades, se han sentido atraídas por sus ardientes pasiones, románticas historias, canciones y danzas… Todo con ese característico toque exótico y especiado.

Las películas de Bollywood (nombre que se ha dado a las películas indias, producidas por los estudios cinematográficos de la ciudad de Bombay) son una puerta al florido mundo de los cuentos orientales, de enigmática belleza y de profunda sabiduría. Las películas indias son entrañables y muy cercanas: hablan del amor y de las relaciones entre personas.

Todos esos temas les eran muy entrañables a los rusos, y los espectadores aplaudían a rabiar el tradicional desenlace feliz y el triunfo del bien sobre el mal.

Según algunas estimaciones, las películas indias eran vistas cada año por cerca de 60 millones de espectadores en la URSS. La gente tarareaba con gusto la cancioncilla del protagonista de “El vagabundo”, interpretado por Raj Kapoor, que en la traducción al ruso sonaba como, “Llevo un gran gorro ruso, pero mi alma es infinitamente india”.

La popularidad del actor era colosal. El líder de la URSS, Nikita Jruschov, durante su entrevista con Jawaharlal Nehru, no tardó en preguntarle si conocía a Raj Kapoor. Y el primer cosmonauta de la historia, Yuri Gagarin, al visitar la India, le dijo a Kapoor: “Buenos días, camarada vagabundo”.

El realidad, la industria cinematográfica soviética apostaba precisamente por aquel tipo de películas: con música y bailes, llenas de alegría y entusiasmo, a veces excesivos. En los años 30 y 40 del siglo XX, los grandes directores de cine en la URSS eran Grigori Alexándrov, que solía filmar a su mujer, estrella de glamour Liubov Orlova, e Iván Pyriev, inspirado en el talento de su musa, la actriz Marina Ladýnina. Otra actriz que encarnaba la imagen entusiasta de la mujer soviética era la bella Liudmila Tselikóvskaia.

La actriz india más querida era Nargis, para el público soviético ella era la viva imagen de la India. En la actualidad, se la suele comparar con la mundialmente conocida, Aishwarya Rai. La película “Madre India” (1957), con la participación de Nargis, fue nominada al Oscar. También era muy popular la actriz, Hema Malini, protagonista de la película “Zita y Gita” (1972).

Algunos actores se convirtieron en figuras totémicas, como  Mithun Chakraborty, protagonista del “Disco dancer” (1982) y Amitbah Bachchan, llamado con cariño en su país Big B. Todo Moscú hacía interminables colas y se agolpaba en las taquillas de los cines para ver sus películas. Y en las casas de los admiradores, las fotos de las estrellas soviéticas e indias compartían espacio en las paredes.

Por eso, no resultó extraño que, durante el estreno en los cines y en la televisión, de la reciente película de Danny Boyle, “Slumdog Millonaire” (2008), los muchos aficionados rusos al cine indio reconocieran inmediatamente a la persona a quien el joven Jamal pide un autógrafo: era la estrella de los años 70-80, Amitbah Bachchan.

Lo más curioso es que el amor de los rusos hacia el cine indio sigue ahí, aunque en la India esto se desconozca. El foro “Noticias de Bollywood” es uno de los más activos y populares de la página Web de la cadena de televisión por Internet “India TV”. Este primer canal en Rusia dedicado a la India, ofrece películas y documentales dedicados a grandes personalidades de la cultura india, así como a la política, economía, cultura, turismo, programas sobre la salud, yoga, belleza y estilo. La cadena comenzó a emitir el 1º de julio de 2006, convirtiéndose en una ventana al cine indio, donde se proyectan tanto las películas clásicas como las recientes producciones de Bollywood y de otros estudios cinematográficos. Por lo que parece, en ninguna otra parte del mundo, ni siquiera en Londres, con su gran comunidad india, existe algo semejante.

En algunas ciudades de Rusia se celebran festivales de cine indio que ofrecen al público las últimas creaciones en los géneros de melodrama, suspense y acción, muy apreciadas por los críticos.

La única excepción a la pasión por la cultura india son las revistas de moda. Este tipo de producto está muy lejos de conceptos elitistas y sigue siendo de divulgación masiva entre el público ruso.

Según los expertos en cine, tras asimilar los modos de hacer del cine estadounidense, el cine indio ha sabido preservar su espíritu y carácter nacionales. Este modelo de globalización del arte (proceso ya inevitable) es el menos lesivo para el espectador. La industria cinematográfica rusa que suele ofrecer réplicas exactas de los modelos occidentales, tendría que aprender de Bollywood.

Los críticos rusos hablan sobre todo del “rostro femenino” del cine indio contemporáneo: Mira Nair, una norteamericana de origen indio que hace unas películas modernísimas desde el punto de vista técnico y temático. Es una directora con una visión regional y universal al mismo tiempo; sus obras tienen una vigencia absoluta, sea cual sea el espectador. “La boda del monzón” (2001) cosechó un gran número de premios en numerosos festivales cinematográficos internacionales, incluido el “León de Oro” de Venecia. Lo más valioso de esta película es que, tras las tribulaciones de una familia, se esconden los problemas de  identidad nacional y de asimilación de las tradiciones culturales de su pueblo por parte de los jóvenes indios. Este importantísimo problema se hace notar desde el inicio mismo de la película, cuando la protagonista llega al estudio donde su amante está presentando un programa sobre la cultura estadounidense que está invadiendo las pantallas indias.

Otro trabajo de Mira Nair, no menos conocido en Rusia que “La boda del monzón” es “La feria de las vanidades” (2004). En esta versión de la novela de William Thackeray, el papel de Becky Sharp, una bella, ambiciosa y aventurera joven, lo interpreta la actriz estadounidense Reese Witherspoon, a pesar de que la historia sucede en Gran Bretaña. La directora rinde homenaje a su país de una manera discreta, siguiendo en este caso al autor que, de una manera sutil, introdujo a la India en el argumento de su novela. El leitmotiv indio se hace sentir a lo largo de toda la narración: como parte del argumento (Josef Sadley, enamorado de Becky ha hecho su fortuna en la India y es allí donde acabará llevando a su querida) y como detalles del ambiente: trajes, objetos cotidianos y… gritos de unos magníficos pavos reales. Quizá no sea una obra maestra, pero es, sin lugar a dudas, una estupenda película.

Otra directora india de indudable talento es Gurinder Chadha, nacida en Kenia y nacionalizada británica, que combina a la perfección las posibilidades de Hollywood y el estilo nacional, las tradiciones cinematográficas de Estados Unidos, Bollywood e Inglaterra. En Rusia son conocidos sus trabajos “Quiero ser como Beckham”, “Bodas y prejuicios” y “Paris, te quiero”, discutidos largamente por los admiradores del cine indio en numerosos foros temáticos.

Otro rasgo característico del cine indio (y del ruso) son las dinastías profesionales: existen familias enteras de actores y directores, varias generaciones de las cuales tienen que ver con la industria cinematográfica. En Rusia se conoce bien al actor, director y productor Randhiv Kapoor, hijo mayor de Raj Kapoor. Su otro hijo, Rajiv, también visitó nuestro país presentando la película “Ganges, tus aguas se han vuelto turbias” que es el último trabajo de su padre. Rajiv asistió el año pasado al festival de cine indio. Los aficionados conocen también a los miembros de la dinastía de actores y directores Khan.

En Rusia también existen las dinastías cinematográficas: la de los Mijalkov-Konchalovski, que intentan decidir el futuro de la industria cinematográfica nacional; y los Guerman, padre e hijo, convencidos partidarios del cine alternativo y de autor, considerados antagonistas de los Mijalkov. La línea creativa del maestro del cine psicológico, Pável Chujrái, es continuada por su hijo Pavel. Y el director Fiodor Bondarchuk se empeña en hacer “gran cine”, es decir, películas espectaculares, al igual que, en los años 60-70 del siglo pasado, las hacía su padre, Serguei Bondarchuk, laureado con un Óscar por la película “Guerra y Paz”, inspirada en la novela homónima de Tolstói.

 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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