Respuestas simples a preguntas complicadas

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“Mamá, estoy totalmente confundido, - me dijo mi hijo de nueve años. - ¿Hitler fue un nazista o un fascista?”

“Mamá, estoy totalmente confundido, - me dijo mi hijo de nueve años. - ¿Hitler fue un nazista o un fascista?”

Respondí que no era el único. Que en nuestro país, donde la historia suele interpretarse de cualquier forma, la mayor parte de la sociedad utiliza términos sin tener una idea clara de su significado, que entre otras cosas, ya está perdido a causa de los prolongados juegos ideológicos.

Al hablar de la invasión de las tropas alemanas a la Unión Soviética el 22 de junio de 1941, cualquier habitante de Rusia emplea el cliché y dice:“los invasores alemanes fascistas” sin pensar dos veces. Porque son las palabras exactas que nos inculcaron desde la niñez, en la escuela, por la tele y por la radio.

Parece un detalle. El agresor es agresor independientemente de cómo lo denominen. Pero al mismo tiempo fue una prueba del genio de Stalin. Resultó un subterfugio muy eficaz: utilizando este apelativo, logró que la población soviética relegara al olvido la simpatía hacia Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán.

Después de que los medios de prensa soviética y en los discursos oficiales dejarán de subrayar el elemento socialista del régimen en Alemania se introdujo en su lugar un término nuevo “fascismo”, para los ciudadanos soviéticos pudieran identificar la Alemania agresora.

Resultó  muy útil y cómodo, porque Mussolini promotor de este régimen en Italia,  llegó a ser el principal aliado del caudillo  alemán.

Hay que añadir que en aquel entonces, tanto la URSS como Alemania estaban por delante de todo el mundo en lo que se refería a la propaganda. Los métodos de los dos países se complementaban mutuamente. Incluso los desfiles militares y otros eventos de carácter masivo de los dos gobiernos parecía que habían sido hechos por un mismo director de orquesta.

Me vi obligada a revelar a mi hijo algunas de las páginas más desagradables de nuestra historia. Intenté hacerlo sin emoción, de manera más imparcial  y simple posible, dando definiciones concretas a aquellos fenómenos.

Pero esto sólo provocó en mi hijo otra avalancha de preguntas, y era  lógico.

Y aunque ha pasado cierto tiempo desde que me interesé en investigar estos temas, todavía no he podido obtener  respuestas claras y concisas porque en está búsqueda he encontrado mucha demagogia y escolástica…

La terminología…

Para explicar el término FASCISMO tuve que hacer un recorrido por la historia, contando sobre las fasces de lictores, del haz de varas con hacha como símbolo de autoridad y justicia que significaban que “la unión hace la fuerza”.

La ideología denominada fascismo, una palabra inicialmente inofensiva, fue una idea de crear un movimiento popular de fuerza, con tal de recrear lo tradicional en la comunidad y estatalidad.

Surgió debido a los resultados de la Primera Guerra Mundial que destruyó la cultura y la moral de la sociedad europea. Los partidarios del fascismo aspiraban primero a volver a la existencia los gremios  característicos de Europa desde la Edad Media.

Explicando el  término NACIONALISMO me acordé de un chiste inglés: “Amo a mi hija más que a mi prima, y a la prima, más que a la vecina. Pero esto no significará que odie a mi vecina”.

El nacionalismo originalmente proclamó el valor de la nación como de una forma superior de unidad social, su prioridad en el proceso del desarrollo y el afianzamiento del estado.

Pero al tratarse de una nación, se tenía en cuenta toda la población del país, independientemente de la raza. Lo principal era pertenecer a la cultura de tal o cual territorio y trabajar para su bienestar.

Se consideraban nacionalistas todos los que se interesaban más en los asuntos de su propio pueblo (repito: no de un etnia, sino de todos los conciudadanos),  relegando los asuntos de los demás al segundo plano, pero sin ser reacios hacia ello.

Así  empecé mi explicación, dando definiciones a términos de manera más imparcial. Pero, sin querer, hice que mi hijo quedar más confundido aún. Me preguntó sorprendido: “Pero, entonces ¿qué hay de malo en todo esto?

Los fascistas querían ver su estado fuerte, los nacionalistas piensan en primer lugar de sus conciudadanos… ¿Por qué es tan malo?”

Tienes razón, hijo, estas ideas no tienen nada de “malo”. Todo depende de cómo se alcanzan los objetivos. Me da pena que te desilusiones de la  esencia humana, pero la verdad es que lo dicho raras veces coincide con lo hecho.

… y su interpretación

Aparte de los conceptos ya mencionados existen el EXTREMISMO y el RADICALISMO, de los que suelen abusar los medios de prensa empleándolos como si fueran sinónimos.

La palabra extremismo proviene de “extremo” y sirve para designar un comportamiento extremo, sin compromisos, reacio a cualquier tipo de diálogo. El extremismo suele caracterizarse por métodos antihumanos y, en general, por el lema “El quién no está con nosotros, está contra nosotros”.

El radicalismo en el plano filosófico es una doctrina política que aboga por cambios radicales.

Los dos fenómenos se refieren a una visión del mundo que se nutre de lo más insignificante de la naturaleza humana: el egoísmo, la soberbia y la ineptitud intelectual. En manos de gente educada pero sin escrúpulos es una herramienta fuerte que convierte una sociedad de individuos en un rebaño.

La Italia de los años 30-40 representó al fascismo extremo.

Mussolini y sus allegados aspiraron a un estado potente y estaban dispuestos a conseguirlo a cualquier precio. Suprimieron la libertad de pensamiento, aplicando la política de terror contra los movimientos obreros, el liberalismo lo interpretaron como un crimen.

El estado estuvo presente en la política, la economía, la vida privada. Gracias a la intensa propaganda el fascismo embriagó a una gran parte de población, pero la élite de los sectores de cultura y de ciencia quedó en oposición, lo que sugirió un problema para el estado. 

La Alemania de los años 30-40 fue una imagen de nacionalismo extremo.

Hitler, el gran admirador de la canción alemana del siglo XIX “Deutschland uber alles”, que llamaba a los alemanes a unirse y a recuperar sus tradiciones, quedó muy entusiasmado por el fascismo.

Pero, siguiendo el consejo de sus partidarios más educados, como Goebbels y Rosenberg, prestó más atención a la cultura y ciencia y optó por unos métodos ideológicos más sutiles.

El fruto de aquella aproximación fue el nacionalismo, que alcanzó un grado absurdo, cuando (volviendo al chiste inglés) un hombre (un alemán, en este caso) ama a su hija de verdad (o sea a los alemanes), es poco sociable con su prima (europeos) y odia a su vecina (los representantes de otra raza).

El nacionalismo alemán logró conquistar rápido todas las capas de la sociedad alemana, entrando por las puertas de egoísmo y soberbia.

Basta con declarar a una persona “selecta” para que crea sin dudar en todo lo demás que le digas. No le importará nada que los cálculos matemáticos de las dimensiones de la nariz, el cráneo y las demás partes del cuerpo de arios y no arios no tienen ningún sentido y son anticientíficos, al igual que los estudios de la Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana Ahnenerbe.

Y si a esa persona que se siente mesías le indicas un enemigo concreto, te será lo más fiel posible. Nunca creerá que su bienhechor sea capaz de despedazar a un recién nacido o de mandar a cámaras de gas a millones de personas.

No le conté a mi hijo lo del recién nacido, pero él ya sabía lo de las cámaras de gas de la película “Lista de Schindler”…

La cuestión nacional

Resumiendo la complicada lección dije, con alivio, a mi hijo: “Así una aproximación radical puede estropear cualquier idea, aunque sea inicialmente inofensiva y elevada. Por eso ahora ya nadie se acuerda del origen de fascismo y nacionalismo (llamado a veces nazismo). No importa de dónde proviene, lo más importante es entender adónde puede llevar la falta de aptitud intelectual, el egoísmo y la falta de educación.

Precisamente en esto estriban los conceptos “fascista” y “nazi” de hoy.

Hitler seguramente es nazista. No importa cómo les llamen: agresores alemanes fascistas,  italianos nazistas o al revés, como les denominaron en el curso de los procesos de Núrember, en todo caso es un mal que debe ser combatido.

Y ante todo, hay que combatirlo dentro de sí mismo. No serás más inteligente, honesto y responsable por ser rubio. A propósito, tu querido hermano es moreno. ¿Significa esto que es menos digno como un ser humano?

La nacionalidad es la pertenecencia a tradiciones concretas, y unas tradiciones no pueden ser mejor o peor que otras. Y, claro está, no pueden servir de pretexto para sentirse selecto.

¿Tú de qué nacionalidad eres? Ruso. Exacto. Porque la cultura rusa es la que llevas por dentro. Pero sabes que al mismo tiempo tienes sangre de seis naciones como mínimo: la rusa, ucraniana, bielorrusa, judía, gitana y polaca. Sería absurdo contar el porcentaje de cada una, ¿verdad?

En aquel momento pensé que la conversación estaba concluida. Y que mi hijo iría a pasear con sus amigos Antonio, Natán, Fiódor y Jan.

Pero me preguntó: “Mamá, ¿te acuerdas de cuando el 9 de mayo, después del desfile militar, vimos a unos hombres yendo a la Plaza Roja con carteles donde estaba escrito que los judíos son malos o algo así? ¿Por qué entonces no les detuvieron?”

Y entonces, por primera vez en la vida, mi hijo en vez de oír respuesta exhaustiva a su pregunta oyó “porque no”. Porque yo misma no puedo entenderlo, y lo que supongo me espanta.

No puedo decírtelo. Ve a pasear  hijo. Tú puedes salir a la calle tranquilamente, tienes apariencia de un ario verdadero…  a diferencia de tu padre y hermano…


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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