Después del atentado, en Bielorrusia comienza el pánico

© RIA Novosti . Sergey Samojin / Acceder al contenido multimediaLos habitantes de Minsk depositaban flores en el lugar del atentado
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Todavía cuando los habitantes de Minsk depositaban flores en el lugar del atentado, ocurrido el pasado 11 de abril en una de las estaciones céntricas de la capital de Bielorrusia, y quedaban aún víctimas por sepultar, el presidente Alexandr Lukashenko ya tenía una idea clara de dónde había que buscar a los autores intelectuales de la explosión.

Todavía cuando los habitantes de Minsk depositaban flores en el lugar del atentado, ocurrido el pasado 11 de abril en una de las estaciones céntricas de la capital de Bielorrusia, y quedaban aún víctimas por sepultar, el presidente Alexandr Lukashenko ya tenía una idea clara de dónde había que buscar a los autores intelectuales de la explosión.

El mandatario ordenó interrogar a la “quinta columna”, calificando así a las fuerzas opositoras inconformes con su curso político quienes, a pesar de una presión sin precedentes ejecutada tras las elecciones presidenciales el pasado diciembre, se atrevieron a expresar su opinión pronunciándose “en contra”. Algunos de estos opositores acaban de salir de cárceles para esperar las diligencias procesales y sentencias.

La “quinta columna” es una expresión  muy fuerte en un país donde uno de cada tres ciudadanos  fue asesinado por los nazis. Y también inadecuada para denominar a la minoría de los descontentos a los cuales ahora intentan hacer responsables de la tragedia. El jefe del estado ordenó llevar a cabo “purgas en todas las direcciones”, pero la dirección principal, según su discurso, es la de oposición política. El presidente mandó encontrar a los opositores e “interrogarles como a criminales”.

Los agentes de servicios especiales lograron aclarar el atentado tan rápido que merecen condecoraciones y elogios. Pero ¿por qué, siendo tan hábiles, no lo pudieron evitar?..

Bielorrusia, donde suele emplearse el término de la época de Stalin “enemigo del pueblo”, recuerda hoy la URSS de los 1930, cuando a raíz del asesinato del bolchevique destacado Serguéi Kírov empezaron grandes represiones.

Según la comisión especial, instituida especialmente por Jruschov, Stalin no estaba involucrado en el asesinato de Kírov. Pero lo aprovechó para ajustar las cuentas con los opositores ordenando detenciones en las ciudades de Leningrado y Moscú. “Para exterminar definitivamente a los enemigos de la clase obrera”, las autoridades iniciaron cambios en el sistema legislativo, dando más poderes a los servicios represivos.

Ahora, el líder bielorruso ordena conminar a los que “estén creando una atmósfera negativa” y contribuyan al pánico y a diferentes rumores, de lo que sea. “Cualquier pánico en torno a productos alimenticios, divisa, debe ser contrarrestado inmediatamente”, - dijo el presidente.

Es posible que, tarde o temprano, el pánico en torno a la divisa sea incriminado al Banco Nacional, que está reflejando en sus diagramas la caída del rublo bielorruso frente al dólar durante los últimos cuatro meses, tras el triunfo de Lukashenko en los comicios. 

Aparecen noticias de que en Minsk empiezan a detener a los culpables de propagar rumores negativos: en Bielorrusia es un delito. Su Código Penal parece de los tiempos después de la Segunda Guerra Mundial. Pero, ¿acaso el pánico y los rumores en condiciones de la paz no es una muestra de la falta de confianza en las autoridades, de la falta de información verídica, de la inconformidad de la población con que la engañen en los medios de difusión oficiales?

La guerra a los rumores fue declarada en Bielorrusia en vísperas del 25 aniversario de la tragedia de Chernóbil.

Entonces las autoridades, para prevenir el pánico, ocultaron la información de que una nube radioactiva se estaba acercando al país. Éramos tan ingenuos que creíamos que nuestro líder, promotor de la apertura y transparencia, Mijaíl Gorbachov, advertiría al pueblo en el caso de posibilidad del peligro. Los que, por algunas razones, tenían acceso a la información aconsejaban, a hurtadillas,  a los demás,  que no salieran de casas, cerraran ventanas y tomaran yodo con agua. Lo mismo decían desde el extranjero, pero aquellas voces fueron llamadas “voces enemigas”. Más tarde averiguamos que en los primeros días después de la explosión existía un alto riesgo de afectar la glándula tiroides debido a la ola de radionúclidos de yodo. Existía incluso una instrucción que decía cómo minimizar aquel riesgo.

Pero nos desprendíamos del miedo bromeando. Algunos incluso querían ir al epicentro de la avería para ayudar como voluntarios.

A los ciudadanos de Bielorrusia les incentivaron a salir a manifestaciones y organizar fiestas multitudinarias al aire libre, con tal de “evitar el pánico”. Pero no hicieron nada para evitar cáncer que afectó una gran parte de la población bielorrusa.

Los más afectados resultaron los niños, cuya glándula no puede hacer frente a la radiación tan fuerte. Algunos dirán que lo principal era evitar el pánico y que desde este punto de vista las acciones de las autoridades eran correctas. Pero lo que vieron morir a sus hijos nunca perdonarán a los que “protegieron” de esta manera a su pueblo.

Nosotros, millones de nosotros, necesitábamos tan sólo una información veraz. Y la vamos a necesitar siempre. Entonces decidiremos nosotros mismos sobre nuestros ánimos y preocupaciones.

Yo también, como muchos bielorrusos, tengo un nodo de tiroides. Como recuerdo.

LA OPINION DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI 

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