La prensa devuelve a Osama bin Laden la vida después de su muerte

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Las reacciones tras la muerte del terrorista número uno del mundo, Osama bin Laden, fueron tantas que parece imposible e innecesario clasificarlas de acuerdo con los países, continentes o medios de comunicación.

Las reacciones tras la muerte del terrorista número uno del mundo, Osama bin Laden, fueron tantas que parece imposible e innecesario clasificarlas de acuerdo con los países, continentes o medios de comunicación.

Sin embargo, se pueden destacar dos tendencias claras (y a la vez bastante alarmantes). La primera tendencia abarca las reacciones de algunos medios de comunicación árabes, sobre todo de los países “recién liberados” de los regímenes autoritarios.

Estas reacciones oscilan entre un cauteloso “sin comentarios” (como, por ejemplo, la de ministro de Asuntos Exteriores de Egipto Nabil al-Arabi) y un casi manifiesto reconocimiento de los “méritos” de Bin Laden.

Los programas de la cadena de televisión Al Jazeera, emitidos en árabe, dejan la sensación de que ni se intenta disimular el luto por el terrorista liquidado: su muerte parece haber despertado en los editores del canal únicamente tristeza y frustración, señala en su entrevista al diario francés “Le Monde” el antropólogo iraquí, Hosham Davud.

“Al Jazeera casi no ha tocado el tema de los atentados terroristas, cometidos por “Al Qaeda” en diferentes países, incluido el mundo árabe musulmán, ni se proyectaron imágenes de las víctimas mortales de la red terrorista en Yemen, Pakistán, Indonesia, Asia Central y la franja de Gaza, por no mencionar a los países europeos ni a Estados Unidos.

 No obstante, sí que se han emitido comentarios sobre el carácter desinteresado de las actividades de Bin Laden, sobre su desdén hacia los placeres de la vida mundana y sobre su entrega a los ideales del trabajo, la lucha y la “guerra santa”.

La segunda tendencia alarmante es el hecho de que los medios de comunicación liberales de los países occidentales no condenen las mencionadas reacciones. Hasta hace poco, los intentos de justificar a Bin Laden eran percibidas como “casus belli”, es decir, como motivo para la guerra.

Recordemos que la guerra de Afganistán fue iniciada en 2001 precisamente a causa de la negativa de los talibanes a juzgar y extraditar a los terroristas de Al Qaeda. Los medios de comunicación árabes que no compadecieran a los no musulmanes o a las víctimas de los terroristas hace escasamente un año también eran objeto de críticas en Occidente.

Pero hoy en día el entusiasmo desbordante de la prensa europea y estadounidense respecto a los “nuevos países árabes libres”, al pluralismo de sus medios de comunicación y al renacimiento de la vida política no deja lugar a ninguna duda. Como si las elecciones, Internet y la televisión por satélite sirvieran para perdonar el pecado más grave, los asesinatos de la gente.

Desde el punto de vista de los medios de comunicación, Bin Laden es parte de la época pasada, explica desde las páginas de “Le Monde” Omar Sagui, profesor de ciencias políticas y autor del libro “Al Qaeda en textos”.

“Cuando Osama bin Laden apareció en el escenario internacional, los regímenes del mundo árabe eran cerrados y los atentados terroristas representaban una de las fuentes habituales de noticias. En la actualidad hay un ambiente mucho más competitivo y las revoluciones en los países árabes facilitan imágenes nuevas e impactantes. La política de los nuevos regímenes árabes se ha vuelto otra vez nacional, es decir, Túnez se interesa por sus problemas y Egipto por los propios. El llamamiento de Bin Laden a luchar contra Estados Unidos, hecho al mundo árabe musulmán en su totalidad, ha quedado obsoleto. Tanto en Egipto como en Túnez aparecerán políticos de tendencias antinorteamericanas, pero no llegarán a recurrir a la violencia”.

Por desgracia, todo parece indicar que Al Qaeda se ha adaptado a la perfección al “nivel local”, incluidas las recién surgidas democracias del Magreb. Y no es que no “recurra a la violencia”, es que la violencia está en su naturaleza misma: el diario estadounidense “The New York Times” informa de la intensificación de las actividades de AQAP (Al Qaeda en la Península Arábiga), que opera en Yemen, y de AQIM (Al Qaeda en el Magreb islámico) con fuerte presencia no sólo en las costas meridionales del Mediterráneo, sino también en el África negra.

La revista marroquí “Perspectives” informa de que las unidades de Al Qaeda que combaten en Libia junto a las fuerzas de la oposición están armadas con complejos antiaéreos rusos “Igla”.

 Parece que la “franquicia” de Al Qaeda se extiende también a algunas de las repúblicas rusas en el Cáucaso del Norte. ¿Ni siquiera estos datos empujarán a Occidente a solidarizarse con Rusia?

A los periodistas liberales estadounidenses, sin lugar a dudas, no los empujarán: para “The New York Times” estas noticias alarmantes se compensan con creces con la imagen del “paulatino movimiento del África del Norte hacia la democracia”.

Y la culpa de todos los males de la región se les suele achacar a los derrocados regímenes autoritarios. “Ayman al-Zawahiri, que parece haber asumido el liderazgo de Al Qaeda tras la muerte de Bin Laden, se radicalizó precisamente en las cárceles egipcias”, señala el mencionado diario norteamericano, prometiendo a sus lectores que tras los atentados del futuro inmediato los terroristas pasarán a formar parte de las fuerzas políticas legales.

En su momento, Fiodor Dostoievski se rió del afán de los liberales rusos de concederles perdón a los terroristas: era como si los extremistas no tuvieran la culpa de nada, siendo puramente fruto de su ambiente.

Se suponía que en condiciones de libertad se convertirían en honrados ciudadanos. Occidente parece estar tropezando con la misma piedra 150 años después.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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