Judíos de todo el mundo celebran su Año Nuevo en ciudad ucraniana de Uman

Los festejos por el Rosh Hashaná, el Año Nuevo hebreo, arrancaron el miércoles en la localidad ucraniana de Uman. Cerca de 25.000 judíos de todo el mundo se congregaron en esta pequeña ciudad en pleno corazón de Ucrania en la que descansan los restos del fundador del jasidismo de Breslov, Rebe Najman.

Según el calendario hebreo, el año entrante es el 5772 desde la creación del mundo. Los festejos finalizarán el día de Sabbat, es decir el próximo sábado, 1 de octubre.

El nombre de la festividad, Rosh Hashaná, se traduce del hebreo como “cabeza del año”. Se cree que fue el día en que Dios terminó de crear el mundo y creó al primer hombre, Adán, por lo que se conoce también como el “sexto día de la creación”.

Dice la leyenda que ese mismo día Adán rompió el mandamiento recibido del Creador, y fue expulsado del Paraíso terrenal. Desde entonces, es el día en que Dios juzga a sus criaturas y decide su destino durante el próximo año.

El Rosh Hashaná da comienzo a los diez Días Temibles (Yamim Noraim) que terminan con la festividad de Yom Kippur (Día del Perdón). Los creyentes tienen diez días para reflexionar sobre sus acciones, enmendar los errores cometidos y arrepentirse. Tras el Yom Kippur, el Decreto Divino se hace definitivo y se determina el destino del hombre durante el próximo año.

Por eso, lo más importante estos días es el arrepentimiento de cada persona. Durante el Rosh Hashaná los judíos visten sus mejores galas, acuden a rezar a la sinagoga y piden al Todopoderoso bienestar y alegría para sí y para sus allegados.

El ambiente del Rosh Hashaná dista mucho del ambiente festivo. Estos dos días se intenta dormir lo mínimo para dedicar todo el tiempo posible a la oración, la lectura de los ыalmos de David y el estudio de la Torá.

La noche del Año Nuevo, los judíos se desean un “buen y dulce Año Nuevo” y toman manzanas con miel.

Entre los elementos indispensables del banquete del Año Nuevo también figuran una cabeza de pescado; una granada en la que, según las creencias judías, hay el mismo número de semillas que de mandamientos en el judaísmo (613); platos de zanahorias, remolachas y otras hortalizas cuyos nombres hebreos se asocian a la buena suerte.

La tradición manda además intercambiar regalos y enviar felicitaciones a los que están lejos.