Javier Colomo Ugarte

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La política actual sobre reducción de emisiones un camino equivocado. La captura y almacenamiento del CO2, única salida.
El CO2 es un gas de gran longevidad en la atmósfera. En el actual paradigma tecnológico, los combustibles fósiles representan el 80% de la energía primaria para su transformación en trabajo productivo. No existe en el horizonte ninguna posibilidad tecnológica de abandonar el uso de los combustibles fósiles, por lo tanto, los combustibles fósiles serán utilizados hasta el agotamiento de las reservas de todo el planeta. Las energías limpias y la nuclear representan el 20% de la energía primaria; en la medida que estas energías amplíen su participación en el consumo total de energía mundial, disminuye la emisión anual de CO2, pero ello solo puede retrasar, lo máximo, un par de décadas el hecho de la emisión de todas las reservas de combustibles fósiles a la atmósfera en forma de CO2, es decir que el final de las reservas, en lugar de situarse sobre el año 2080 se sitúen en el 2100, pero, considerando que el CO2 es un gas muy longevo, el efecto invernadero, que hace que la Tierra se enfríe menos al quedar atrapada la radiación infrarroja que emite la Tierra al espacio en las horas nocturnas por el CO2 seguirá actuando, elevando el promedio de las temperaturas mínimas particularmente en los ámbitos ecogeográficos más fríos, como los polos y glaciares de montaña, y el calentamiento global seguirá acentuándose. Por lo tanto, la política de reducción de emisiones sino se basa -en la captura y almacenamiento del CO2 bajo tierra- servirá de muy poco, y todas las cumbres para detener el efecto invernadero serán inútiles, pues sus consecuencias solamente se retrasarán un par de décadas.

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