El presidente del Consejo ruso para el desarrollo de la sociedad civil y los derechos humanos, Mijaíl Fedótov, calificó de “error judicial” la sentencia de dos años de cárcel contra tres integrantes de la banda Pussy Riot que en febrero pasado celebraron una “oración punk” en la Catedral de Cristo el Salvador, en Moscú.
Diecisiete de los 38 miembros del Consejo cuestionaron el pasado 24 de agosto la legitimidad del veredicto. Luego se les sumaron otros seis integrantes y la declaración correspondiente, firmada ya por la mayoría de los miembros, se transformó en “postura oficial” de este organismo consultivo adjunto al presidente de Rusia.
“No es un intento de presionar sobre los tribunales. Simplemente esperamos que el error judicial sea enmendado”, señaló Fedótov en declaraciones al diario Kommersant.
Según la declaración, “la condena moral de un acto escandaloso que viola las normas de conducta en una institución religiosa no elimina la interrogante de si es legítima la sentencia emitida, ni si es equitativo y humano el castigo impuesto”.
Se supone que el presidente Vladímir Putin tendrá que pronunciarse ahora al respecto aunque, según Fedótov, no ha sido informado aún de la declaración del Consejo. Portavoces del Kremlin rehúsan comentar de momento la opinión de asesores presidenciales en materia de derechos humanos.
Nadezhda Tolokónnikova, María Aliojina y Ekaterina Samutsévich fueron condenadas el 17 de agosto a dos años de prisión tras haber cantado, en febrero pasado, una “oración punk” que incluía expresiones “Mierda bendita” y “Virgen, echa a Putin” en la iglesia más importante de Moscú. El Tribunal Jamóvnicheski de Moscú calificó la actuación de las Pussy Riot de “gamberrismo por motivos de odio religioso”.
El Código Penal en vigor define el gamberrismo como “burda violación del orden público y explícita falta de respeto a la sociedad, cometida con armas u objetos que se usan en calidad de armas”. El fiscal, entretanto, dijo en el juicio que las Pussy Riot “cometieron una profanación” al presentarse en la catedral “en ropa indebida”.
Los defensores de la Iglesia Ortodoxa se sienten indignados con la postura del Consejo.
“Nuestros activistas pro derechos humanos defienden a los antiortodoxos y a los antirrusos”, dijo a Kommersant el líder del movimiento Santa Rus, Iván Otrakovski, quien anunció la semana pasada la creación de milicias ortodoxas para “proteger los santuarios de los profanadores”.
Abogados de las Pussy Riot, entretanto, consideran que la declaración del Consejo podría influir en el tribunal de segunda instancia al que ya elevaron un recurso de casación.
“En el Tribunal de la Ciudad de Moscú debe de haber personas que distinguen una resolución legítima de aquella que no lo es”, señaló Nikolai Pólozov, el abogado de María Aliojina. Lo único que podría imputarse a las Pussy Riot, según él, es el artículo 5.26.2 del Código de faltas administrativas, por “ofender los sentimientos religiosos de los ciudadanos o profanar los objetos del culto”.
El ‘caso Pussy Riot’ radicalizó las opiniones dentro de Rusia, además de provocar repercusiones en el exterior.
Varios políticos rusos y occidentales calificaron la sentencia de “desmesurada”. Las Pussy Riot recibieron muestras de solidaridad por parte de grandes estrellas del mundo del espectáculo, entre ellas, Madonna, Paul McCartney, Sting, Peter Gabriel, Danny deVito y Stephen Fry.
Tampoco faltaron actos de vandalismo como cruces tumbadas o pintadas sobre los muros de iglesias en Rusia, supuestamente, en apoyo a las Pussy Riot. Las feministas ucranianas del grupo FEMEN llamaron a destruir con motosierras las cruces a lo ancho de Rusia.
Serguei Riajovski, jefe de la Asociación rusa de los cristianos de la fe evangélica, opina que “se abrió la caja de Pandora”.
Desde la capital tártara, Kazán, llegó la noticia de un homicidio de dos mujeres: una anciana de 76 años y su hija, de 38. Tras asestar al menos ocho puñaladas a cada víctima, el asesino pintó en una pared, aparentemente con la sangre, la frase en inglés “Free Pussy Riot” (“Libertad para las Pussy Riot”).
Mientras la investigación sigue su curso, los medios ya están haciendo conjeturas de si se trata de un psicótico o un provocador.
