El mundo occidental se enteró del país de las pagodas doradas a través de Marco Polo en el siglo XIII y ahora está redescubriendo a Myanmar, prácticamente inaccesible durante décadas del gobierno militar.
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El puente de teca más largo del mundo, U Bein, se extiende a 1,2 km y atraviesa el lago cerca de la antigua capital birmana, Amarapura.
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Estibadores, vendedores ambulantes, simples aldeanos, todo el mundo en Myanmar porta sus cargas en la cabeza.
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El complejo religioso Shwedagon con una estupa dorada de unos 100 metros de alto en Yangón.
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Monjes budistas esperando el turno para entrar al comedor del monasterio en Amarapura.
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Una estatua enorme de Buda recostado en una pagoda de Yangón.
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Una vendedora ambulante lleva en la cara el thanaka, una crema hecha de la corteza del árbol homónimo que se usa para protegerse de los rayos del sol y como cosmético.
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Además de Buda, los birmanos veneran a los nats, antiguos espíritus que con el tiempo se fusionaron al culto budista en el país.
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La pagoda de la Roca de Oro, o Kyaiktiyo, es tradicional lugar de peregrinaje en Myanmar. Cuenta la leyenda que la piedra se sostiene sobre la roca gracias a un pelo de Buda que reposa en el interior de la pagoda.
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El tanaka se lo aplican principalmente mujeres y niños. Los varones prefieren el tatuaje.
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Esta estructura en Mingun habría sido la mayor estupa del mundo pero fue construida solo en un tercio.
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La estatua de la pagoda Mahamuni, en la ciudad de Mandalay, se considera “gemelo viviente” de Buda, así que los monjes le lavan el rostro con jabón por las mañanas.
