El pontificado de Benedicto XVI elegido el 19 de abril de 2005 termina este jueves a las 20.00 GMT y empieza el período de sede vacante en el Vaticano, que durará hasta la elección del nuevo papa.
Durante ese período, el cardenal camarlengo asumirá todas las funciones administrativas en la santa sede. El Colegio Cardenalicio no podrá dedicarse a los asuntos que son de incumbencia exclusiva del papa ni promover iniciativas legislativas.
El embajador del Vaticano en Rusia, arzobispo Iván Yukóvich, entrevistado por RIA Novosti dijo que Benedicto XVI hizo un aporte valioso al desarrollo de relaciones entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. Explicó que su renuncia no anula la tradición de cumplimiento vitalicio de ese cargo existente en todas las Iglesias cristianas.
Benedicto XVI, de 85 años, anunció su decisión de retirarse el 11 de febrero. Dijo que lo hacía debido a su avanzada edad, “para el bien de la Iglesia”, “consciente de la seriedad” de esta decisión sin precedentes en la historia contemporánea.
Muchas personalidades religiosas y también políticos, al comentarlo, señalaron que fue un acto de gran valor, realizado, probablemente, porque Benedicto XVI habrá comprendo que no le alcanzan fuerzas para luchar contra las fuerzas del mal.
El papa dijo, en particular, en la misa navideña: "Estamos completamente llenos de nosotros mismos y no queda espacio alguno para Dios. Por eso, tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres y los extranjeros".
Otros indican que a pesar del "giro" realizado en la lucha contra la pedofilia durante el papado de Benedicto XVI, los abusos cometidos por sacerdotes son todavía uno de los grandes temas pendientes de la Iglesia Católica. Señalan que en los últimos años hubo titubeos en dar publicidad a tales casos.
En los días previos al cónclave para elegir al nuevo papa la opinión pública pide justicia. Exige que los cardenales sospechosos de encubrimiento de casos de pedofilia no participen en su elección.
Tuvo mucha resonancia el escándalo “Vatileaks”, de robo y filtración de documentos reservados del papa, en los que se denunciaba la "corrupción, prevaricación y mala gestión" en la administración vaticana.
Por primera vez en la historia Wáshingtón incluyó al Vaticano entre los países lavadores de dinero.
