El conflicto entre la transnacional Shell y el Gobierno de Argentina va en aumento: el primer ministro del país, Jorge Capitanich, está indignado por la decisión de la empresa de subir los precios mientras que esta afirma que no tiene otra salida, escribe el diario Novie Izvestia.
Cuando Shell anunció que aumenta los precios un 12% Capitanich la acusó de conspirar contra los consumidores argentinos para lograr sus intereses inmediatos y tachó la decisión de infundada.
En la declaración con la que respondió a estas inculpaciones, Shell indica que se vio obligada a subir los precios por una considerable alza de crudo provocada por las fluctuaciones del peso argentino. El presidente de la sucursal argentina Juan José Aranguren declaró que otras empresas subieron los precios del combustible mucho más, hasta el 23%, y recalcó que el Gobierno comete infracciones para proteger sus intereses económicos.
Desde principios de enero la moneda nacional registró una caída récord en casi 12 años perdiendo el 18,5% de su valor. Los expertos afirman que fue resultado de las dudas que los inversores tienen sobre la economía argentina y la falta de divisas extranjeras en el país.
El director del Instituto ruso de Política Energética, Vladímir Mílov, estima que el conflicto radica en el hecho de que las autoridades argentinas optan por soluciones populistas y no económicas. En efecto, no se trata del primer conflicto que tienen con las compañías energéticas. La confrontación más famosa fue con la española Repsol por la YPF.
Las autoridades argentinas no consiguen resolver una serie de problemas económicos. El país sufre de una carencia de divisas extranjeras lo que provoca fuertes fluctuaciones del peso, la inflación es galopante y el acceso a los mercados crediticios extranjeros está cerrado después de las crisis de 2001 y 2002. Nadie quiere prestar a Argentina ya que se considera que la probabilidad de una nueva quiebra es muy alta.
